Ser mujer es un crimen. Autor: Iván Uranga

Consciencia sobre nuestra condición humana.
La liberación del opresor.
Muertos y muertas por la condición de género.
Luciana contra la militarización.

Alguna vez le pregunté a mi madre por qué debía lavar yo la ropa sucia de mi hermana –más allá de que mi hermana tuviera una conveniente alergia al detergente–, mi madre me miró muy seria y me contestó: “debes lavar la ropa de tu hermana por compensación histórica”. Aquella respuesta ha llevado a mi vida a un permanente proceso de análisis sobre este tema del cual he escrito miles de líneas que intentan entender ¿por qué ser mujer es tan difícil? Hace algún tiempo, conversando con compañeras y amigas feministas que intentaban a toda costa que las mujeres de las comunidades se revelaran a través de talleres, les hice una observación que me pareció prudente: Ellas llegaban a decirles a las mujeres que eran explotadas, abusadas y sometidas por el machismo y el Estado fálico, que siendo afirmaciones reales, desde mi punto de vista partían de una falsa premisa porque para saber que eres una mujer explotada, abusada y sometida primero debes saberte MUJER, tal vez para alguno de nuestros lectores o lectoras esto suene ridículo, pero la personalidad, la identidad propia de cada ser humano depende de la consciencia que tengas sobre ella.

Si uno no es consciente de su condición humana, de su condición de hombre o mujer, la condición de explotada o explotado se entiende sólo en el plano en que eres consciente, es decir; sí a un obrero u obrera le dices que es explotado o explotada lo entiende en cuanto su consciencia como obrero u obrera y podrá dar la lucha para evitar esa explotación, pero nada más, porque al regresar a casa la obrera luchadora digna deberá cocinar, planchar, lavar, atender a la casa, a los hijos y a su hombre y aquel obrero dirigente de una lucha digna por los derechos laborales regresará a su casa a exigir toda esa atención.

Decía mi maestro Paulo Freire que la liberación del oprimido pasa necesariamente por la liberación del opresor. Si queremos frenar los abusos a las mujeres, necesitamos liberar al opresor de su condición de opresor y esto sólo se logra haciendo que haga consciencia sobre su condición, porque para él su vida “es lo normal”, “es como debe ser” y contrario a lo que piensen muchas compañeras no es maldad, porque la maldad es un daño consciente y aquí lo que hay es mucha ignorancia. 

Asumir la condición de mujer no es tarea fácil porque existe una gran carga biológica inevitable que intento describir en un artículo anterior llamado “¡Cuánto vale un óvulo!”    https://julioastillero.com/cuanto-vale-un-ovulo-autor-ivan-uranga/ y existe una gran carga emocional que también intento describir en el artículo “¿Qué es el amor? https://julioastillero.com/que-es-el-amor-autor-ivan-uranga/. Desde mi punto de vista la única condición que debemos asumir es la de humanos con la consciencia y la responsabilidad sobre el todo, el problema es que esta es una condición idílica, en la realidad la inconsciencia es casi total y las agresiones hacia las mujeres conscientes o no, son cada vez más brutales.

Y aquí me voy a meter nuevamente en las fauces de la crítica “feminista” porque creo que el argumento de que se mata a más mujeres que hombres por condición de género es incorrecto, a los hombres por sus características y su condición de género (su fuerza, su agresividad y su desconsideración) son a los primeros que se envían a las guerras o a confrontar cualquier situación de violencia directa, por lo que suman millones de hombres muertos por ser “hombres”, tal vez por eso es que escribí Luciana https://julioastillero.com/luciana-novela-capitulo-i-segunda-parte-autor-ivan-uranga/, habla de esa brutalidad, del abuso sistémico y sistemático hacia la mujer a través de la vida de una indígena que sin ninguna otra posibilidad entra al Ejército en donde debe vivir todos los abusos por ser mujer y todos los abusos por ser soldado que es un concepto meramente fálico. El mismo concepto de gobierno es así: patriarcal, fálico, machista, y es el que perpetúa con políticas públicas estos abusos y es pretensión del gobierno actual seguir gobernándonos a través de la dureza del falo, que retomando la alegoría del titular del Fondo de Cultura Económica nos lo quieren “meter doblado” a través de las fuerzas armadas.

Le compartí la novela Luciana a dos grandes mujeres que respeto y prefiero que sea la voz de ellas la que hable de la novela, este primer cometario es de una muy buena lectora de novelas a quien llamaremos Buttercup, ella opina que “Luciana es una mujer indígena cuya vida refleja el voraz maltrato de ilusiones, sueños y esperanzas e inclusive humanidad para convertirse en una autómata de obediencia, consecuencia del rompimiento de la estabilidad familiar que se genera a raíz de que el gobierno desaparece la Comisión Federal de Electricidad donde laboraba su padre. Una serie de acontecimientos la hacen llegar a las Fuerzas Armadas (Ejército) en donde encuentra el binomio de obediencia-poder que marcará su vida de una forma tal, que es capaz de afectar a una Nación completa”.

La segunda opinión es de una mujer que como Luciana vivió en carne propia toda la realidad que se narra como ficción en la novela y que no es más que un reflejo de lo que nos espera con tanto poder dado a los militares en México, a ella le llamaremos Emiliana.

Aquí la voz de Emiliana: “Leer Luciana nos lleva a espacios tan dolorosamente conocidos, tan terribles de nuestra realidad nacional, que, cuando el relato se sale de la lógica conocida, cuando comienza a elucubrar sobre qué, cuál sería lo próximo que viviría esa joven mujer en manos de cada uno de los individuos que son sus ‘dueños’ en cada uno de los momentos en que su existencia va escalando la violencia, casi parece normal. Es mujer, es joven, es indígena, es pobre, en este país nuestro en el que las mujeres somos desde para el jefe del ejecutivo hasta para el más paupérrimo individuo, entes usables, seres a quienes se puede agredir en cualquier nivel sin riesgo casi de sufrir consecuencias, cuando se reúnen las características de Luciana, ni siquiera serán solamente los hombres quienes pueden ser dueños de ese ser que tiene tan sólo el valor de algo que se usa para limpiar pisos, basta con tener cierto nivel económico y social. Y cierto nivel de miseria humana”.

Y sí, Luciana, esa mujer joven, indígena, pobre, que sin mayor preparación para enfrentar la vida, en lugar de caminar las calles vendiendo su cuerpo, o tocar puertas para pedir que la dejen limpiar la casa, o tirarse a las vías del metro, se encuentra de pronto ante la realidad de ser miembro del ejército donde es agredida y usada siempre, de las peores maneras en que una mujer, por ser mujer, puede ser usada y agredida. Hasta hacerla perder su condición humana. Su posibilidad siquiera de pensar, de sentir –como no sea el dolor físico que deja de ser importante–, de tener empatía con sus iguales, de tener dignidad.

Entre lo que alcanzamos a conocer de la vida en la milicia, lo que vivimos, la información que vamos teniendo a lo largo de la vida, la imagen que aquí se hace del ejército y sus integrantes a sus diferentes rangos y niveles, creemos en la imagen que tenemos enfrente. Así es como se desempeñan los militares, así es como se fabrican culpables, así es como se “ganan” los ascensos, así es la forma de vida en los cuarteles.

Sí, Luciana es un retrato de este país nuestro en este momento en el terreno en el que se desarrolla.

Cuando una lee esta novela tiene ese deseo inmediato de que mucha gente la lea. Pero de que la lea y la asimile y se entristezca y se enfurezca y entienda que es urgente cambiar la realidad que aparece en este retrato. Que es urgente, necesariamente urgente abrir muchos espacios, todos los que sea posible que nos lleven a adquirir todas, todos, como país la conciencia de que las mujeres y los hombres podemos, debemos crecer hasta el tamaño que podemos. Que no podemos dejar que quienes aquí habitamos continuemos nuestras vidas permitiendo que el sustrato de la tierra en la que estamos, en la que vivirá todo lo que amamos siga siendo tan pobre en su sustancia que nosotras, nosotros continuemos agachando la cabeza para asentir, o para no decir nada cuando quien manda tenga como política de estado tratar a las mujeres, a las niñas y sus necesidades como algo sin importancia y que además nos imponga, con mecanismos amañados que no vemos o no nos permitimos ver que sean estos mismos militares los que nos imponen ahora para que decidan y manejen la “justicia”.

A mí sólo me queda invitarlas e invitarlos a leer Luciana, a que intentemos hacer consciencia sobre nuestra condición, decirles que sí es necesaria la feminización de nuestra realidad como lo planteo aquí https://julioastillero.com/la-feminizacion-de-la-politica-y-el-nuevo-gobierno-de-la-cdmx-autor-ivan-uranga/ y que para aquellas lectoras o lectores que tengan a bien hacer algún comentario sobre los capítulos que se van publicando sobre la novela, y que lo soliciten, les podremos enviar un ejemplar en papel gratis a su domicilio, unos días antes de publicar el final. Y que es deber de toda feminista y ser humano consciente evitar que México se siga militarizando, porque para mí es muy claro que este solo hecho incrementaría el abuso hacia las mujeres, porque para el machismo institucional ser mujer es un crimen que necesita castigo.

La vida es una construcción consciente.

Iván Uranga

@CompaRevolución

Comenta

Deja un comentario