El dilema implícito en la pregunta ¿Se puede ser feminista y lopezobradorista al mismo tiempo? no es menor. Antes de la toma de posesión del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), el primero de diciembre de 2018, la respuesta hubiera sido inequívocamente ¡sí! La respuesta que podría ofrecerse dos años después, de cara al 8 de marzo de 2021, ha perdido la contundencia inicial. La postura expresada por el primer mandatario, a partir de desafortunadas declaraciones, en relación con el Movimiento Feminista llevaría a suponer, en primera instancia, que ¡no!
Sin embargo, no existe una respuesta fácil para las mujeres que, siendo feministas, como quien escribe, han apoyado el proyecto de Nación pensado y encabezado por López Obrador. Los dichos del presidente respecto de las acciones iniciadas por las mujeres en torno a la violencia estructural ejercida en su contra y en casos concretos como la candidatura a gobernador de Guerrero del senador con licencia Félix Salgado Macedonio, acusado de abusos sexuales en contra de varias mujeres, no anulan necesariamente la convicción en torno a la necesidad de la Cuarta Transformación (4T).
Pero, la duda persiste, ¿se puede seguir apoyando el proyecto lopezobradorista de Nación sin traicionar la propia conciencia feminista?
Antes de responder, cabría la pena recordar que no es la primera vez que las mujeres se piensan erróneamente incluidas en los proyectos con los cuales los hombres intentan crear un antes y un después en la historia de sus países.
A finales del siglo XVIII, cuando se hizo pública la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano (1789) y se enarbolaron en Francia los valores de libertad, igualdad y fraternidad, las mujeres se unieron al llamado suponiendo que también era para ellas. Pronto advirtieron que no era así y como respuesta surgieron la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana (1791) de la escritora, dramaturga y filósofa política francesa Olympe de Gouges (seudónimo de Marie Gouze), pasada por la guillotina en 1793, y la Vindicación de los derechos de la mujer (1792) de la escritora y filósofa inglesa Mary Wollstonecraft, quien murió después de dar a luz a Mary Shelley, autora de Frankenstein o el moderno Prometeo.
En México, las mujeres participaron activamente durante la Revolución de Independencia y la Revolución de 1910, por lo menos, sin que ello se tradujera en el reconocimiento de sus derechos políticos o una mejor posición social respecto de los hombres. Tomaron parte igualmente en los cambios que permitieron liberalizar el sistema político mexicano dando paso a un proceso de transición a la democracia, durante el siglo XX.
Y, por supuesto, han participado decididamente en la conformación del movimiento social que dio origen al nuevo partido político en el poder conocido como Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).
Al igual que en la Revolución Francesa, en la Revolución de Independencia y en la Revolución de 1910, las mujeres se sintieron incluidas en la 4T. No se podría argumentar que, en esta última, han quedado fuera, no se puede argumentar tampoco, como hacen algunos y algunas, que el presidente de la República es un misógino y un machista irredento, un nuevo tipo de patriarca anti-mujeres.
El número de mujeres en el gabinete, al frente de secretarías tan importantes como Gobernación, Seguridad Pública, Economía, Función Pública, Trabajo, el mismo Sistema de Administración Tributaria (SAT), entre otras, señala lo contrario. Habla de la confianza que el primer mandatario tiene en las mujeres, su honradez, preparación y capacidades. También la cantidad de recursos públicos destinados a mujeres a través de programas sociales muestra que no existe en el primer mandatario una decisión oculta para perjudicarlas.
Pero, aunque lo anterior sea un hecho, es un hecho también que el presidente López Obrador parece desconocer la historia del Movimiento Feminista y le resta legitimidad al afirmar que las mujeres que se manifiestan bajo su organización son manipuladas por la derecha política. Pierde de vista el primer mandatario que desde 2017, por lo menos y durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, ya comenzaban a darse signos de una indignación en aumento ante la falta de resultados y que las formas de protesta iban cambiando.
En conocimiento de este antecedente, el presidente podría matizar sus afirmaciones en torno a que las protestas, pintas, incluidas las más recientes sobre la gran valla perimetral ubicada alrededor de Palacio Nacional, nombrada por el vocero de la presidencia, Jesús Ramírez Cuevas, como el “muro de la paz”, no responden de manera directa e incuestionable a las acciones de grupos de “provocadores fascistoides” enviados por los opositores al actual gobierno. De cualquier modo, habrá que agradecer el espacio para visibilizar, tan sólo, unos cientos de los nombres de mujeres que han muerto víctimas de la violencia machista imperante en el país.
La resistencia de López Obrador a dejar de suponer que las legitimas protestas de las mujeres van dirigidas contra él y su proyecto de Nación, han provocado un diálogo de sordos a partir del cual el presidente se va convirtiendo, por acción y dichos propios, en el enemigo de la causa feminista.
AMLO “ha regalado el tema mujeres” a sus opositores y por supuesto que estos no iban a desperdiciar la oportunidad para tomarlo y desde ahí golpearlo, con independencia del propio Movimiento Feminista que nunca se ha identificado con ningún partido político ni defendido su agenda, al tiempo que tampoco ha permitido, ni permitirá, que su causa sea “usada” por ningún grupo de hombres oportunistas.
Visto así, el presidente invierte los términos pues no fueron los conservadores los que “echaron a andar” a las mujeres para fastidiarlo sino él quien les dio las armas para que intentaran usarlas en su contra. Desafortunadamente, fue él quien atizó el fuego.
Tiene lugar aquí la metáfora propuesta por la escritora y dramaturga Sabina Berman, en la mesa de debate de los viernes en el noticiario de la periodista Carmen Aristegui, del día 5 de febrero, que textualmente apunta:
Supongamos que el presidente es el capitán de un barco grande, un barco gigantesco llamado ‘Gobierno Federal Morenista’ y que choca con algo no previsto por la ruta de viaje, digamos un iceberg que es el feminismo. El 8 de marzo del año pasado el capitán del barco López Obrador llevó el trasatlántico directo contra el iceberg y en el encontronazo dijo: ‘no existe’. Es realmente la oposición disfrazada. Es Felipe Calderón vestido de feminista. Y desde entonces el capitán López Obrador ha llevado el barco directo hacia el iceberg que ha vuelto a chocar y a decir no existe.
En la misma mesa, la politóloga y analista Denise Dresser afirmó que: “el feminismo es un animal político al que no está acostumbrado, con el cual no sabe lidiar, porque las feministas no pueden ser compradas, cooptadas, apaciguadas con las negociaciones tradicionales que se suelen llevar a cabo con sindicatos, con otros movimientos sociales”.
Hasta ahora, la incapacidad del presidente para abrazar las causas feministas, para comprender “la rabia y el sentido de urgencia”, diría Claudia Sheinbaum, le está llevando a crear la fuerza opositora que partidos políticos como el PAN, el PRI, el PRD y los grupos económicos que les apoyan no han logrado concretar. Con cada declaración, el presidente provoca la reacción virulenta de las mujeres, choca su barco contra el iceberg del feminismo, atiza el fuego, agrega nieve a la bola que va creciendo y creciendo, con el riesgo de convertirse en avalancha.
Pedir manifestaciones pacíficas, alegres y florales es no entender la magnitud de la catástrofe que enfrentan las mujeres, como amenaza y realidad. Pensar que exageran, que no comprenden el valor del patrimonio nacional, que son manipuladas por la derecha es no entender que no es equiparable la pinta de un monumento por histórico que sea, de una pared por más importante que sea el edificio del que forma parte, los daños provocados a una estación de policía, a una parada del Metrobús, a un carro del metro a la violación de una niña por parte de un familiar, a la violación tumultuaria de una mujer para “reforzar lazos masculinos”, a la violación anal de una jovencita a quien se quiebra la columna vertebral para que apriete el esfínter y el violador obtenga más placer, a la violación tumultuaria de una anciana indígena, por parte de militares, y a quien como remate se le introdujo en la vagina un objeto punzocortante después del atroz ataque, a la prostitución forzada por parte de bandas de la delincuencia organizada de niñas y jovencitas a quienes se obliga, durante años, a “atender” a 60 “clientes” diariamente cuando son “nuevas” y a 30 cuando adquieren la calidad de “usadas”, al sufrimiento de una madre, un padre, una hermana, un hermano, un esposo, un novio, una pareja, un abuelo, una abuela que no saben, y tal vez nunca sabrán, que fue de la mujer que falta en su familia y que ha adquirido la aberrante calidad de “desaparecida”.
¿Qué hace falta para que el presidente, su gobierno, los gobiernos estatales y municipales y la sociedad misma entiendan la magnitud de esta tragedia? ¿Cuántos monumentos, paredes, estaciones y paradas del transporte público hay que vandalizar para que se escuche el grito desesperado de las mujeres de este país? ¿Hay que esperar que una mujer de la propia familia sea la víctima para entonces abrir los ojos y protestar? Tal vez para entonces sea demasiado tarde.
Al tener en mente su propia experiencia de protesta pacífica, el presidente de la República no entiende la urgencia vital que se encuentra tras la frase “que arda lo que tenga que arder”, detrás de la violencia a la que ciertos grupos de mujeres han tenido que recurrir al tratar de detener los feminicidios, los secuestros, las violaciones, el acoso en contra de las mujeres y todas aquellas formas de discriminación, desigualdad e inequidad que forman parte de las violencias machistas.
Que en las protestas y el movimiento mismo pueden infiltrarse provocadores, provocadoras no hay duda, pero eso no anula la protesta legitima ni el potencial de lucha de un movimiento histórico sin identidad partidista como el Movimiento Feminista.
Dicho lo anterior, cabe volver a la pregunta inicial ¿se puede ser feminista y lopezobradorista al mismo tiempo?
La respuesta, mi respuesta, a esta pregunta es:
¡SI! con el lopezobradorismo combativo que lucha por las causas justas, por los pobres y en contra de la corrupción y la desigualdad.
¡No! con el lopezobradorismo que insiste en:
No estudiar la historia, su pasión, del Movimiento Feminista e ignorar los siglos de lucha legítima que este ha dado, en México y el mundo.
Tratar a las mujeres como el segundo sexo, aquel formado por seres débiles y manipulables, minimizando la lucha histórica que han protagonizado.
Desconocer que el Movimiento Feminista no busca vulnerar a su gobierno ni a su proyecto de Nación y seguir pensando que las mujeres se han unido a la derecha conservadora para derrocarlo.
Ignorar la magnitud de la tragedia que viven mujeres y niñas todos los días en este país y apoyar a un presunto violador para gobernador de Guerrero.
Chocar contra el iceberg del feminismo, atizar el fuego, agregar nieve a la avalancha que se avecina con sus declaraciones en favor de un violador y en contra de un movimiento tan legítimo como el suyo.
No romper el pacto patriarcal que permite, justifica, incluso premia, los abusos masculinos cometidos en contra de las mujeres.
No colarse del lado correcto de la historia y asumir como suya la lucha de las mujeres en contra de la violencia y la degradación a que una cultura patriarcal, machista, misógina e inhumana las ha sometido.
Para cerrar cabe hacer tres preguntas más:
¿Abandonarán Morena aquellas feministas que protestan firmemente en contra de la posible candidatura de Salgado Macedonio y que han sido ignoradas por su dirigencia y por el propio presidente de la República?
¿Renunciarán al gobierno federal las funcionarias que se declaran feministas, una vez que Salgado Macedonio sea Gobernador de Guerrero?
¿Retirarán su apoyo a Morena y al proyecto de la 4T, el próximo 6 de junio, las mujeres feministas y no feministas que se han sentido ignoradas, denostadas y deslegitimadas a partir de las declaraciones del presidente Andrés Manuel López Obrador?