Mary Poppins y la filosofía de hacer maletas. Autora: Pilar Torres Anguiano

Mary Poppins

Mary Poppins me enseñó que los cambios son inevitables y divertidos. Cuando cambia el viento de dirección, ella sabe que debe irse a donde la necesitan, toma su bolsa mágica, abre su paraguas y se va. Ella no tiene ataduras, no tiene que hacer maletas, como nosotros.

Me gusta hacer maletas. Es terapéutico aunque también un poco angustiante. La experiencia de cambiarse de casa, de trabajo o de prepararse para viajar, es ocasión de percatarnos a qué grado el estar en un espacio significa habitarlo. Vaciar los cajones, guardar los objetos personales en una bolsa y trasladarse junto con ellos a habitar, poco a poco, otro lugar. Habitamos los espacios, los hacemos nuestros. Los mexicanos habitamos hasta nuestro coche y lo convertimos en una extensión de la casa. Existencialmente, siempre hay que estar listo para la mudanza que puede llegar en cualquier momento.

Implica elegir algunas cosas y renunciar a otras. Significa decidir a qué le vamos a otorgar un espacio, y luego, a qué no. Representa siempre algo de incertidumbre preparar una maleta. Inclusive, preparar la bolsa de mano con lo indispensable para el día, es prácticamente un ejercicio filosófico, un reto a la libertad, a poner en orden las prioridades: casi casi un salto al vacío. De alguna manera, es enfrentarte a la propia ansiedad, como una hoja en blanco. ¿Quién puede anticiparse a lo que realmente va a necesitar? Los kleenex, pastillas, dulces, maquillaje, un espejo, plumas, una libreta, un libro, el iPod, los audífonos, las llaves, cepillo y pasta de dientes, lentes, gafas de sol, perfume, crema. En algún momento, empieza a ser demasiado. Más de una vez me he regresado a casa por el celular, cuando lo olvido. Así la ansiedad que implica percibir a los objetos materiales como una especie de extensiones de nuestro yo. Algo dicen de nosotros. Para la filosofía oriental, por el contrario, los objetos materiales son ilusiones del yo. Espejismos que suelen distraernos de lo verdaderamente importante. Cosas detrás de las cuales me oculto.

Respecto a los objetos que tienen algo que contar, Arthur Schopenhauer dice que el mundo de los seres humanos está hecho del mismo material que el de los sueños, como el velo de maya de los hindúes. En esta perspectiva, el hombre crea su propio mundo con la ilusión. Consideran que tanto nosotros como nuestra vida y todas las cosas son el resultado de un sueño o ilusión que nos hace creer que somos verdaderos y actuamos y experimentamos. Así, vemos muchos seres y nos identificamos con las cosas. Para él, todo objeto puede ser explicado por sus relaciones con otros objetos según lo expresa en el principio de razón suficiente. Todo objeto posible mantiene una relación necesaria con otros objetos por una parte como determinado, por la otra como determinante. Así, los objetos al mismo tiempo nos ocultan, pero también nos reflejan. Todo esto a propósito de los regalos navideños.

Cuando era niña, recuerdo que asomarse al bolso de mi mamá era una aventura. Inútil enlistar los objetos que había en su interior. Se podía uno encontrar lo inimaginable. Pesaba horrores y la criticaba por eso, pero siempre sacaba de ahí cualquier cosa que se necesitara. Su bolsa era una especie de paquete de supervivencia para llegar sana y salva –no solo ella, también nosotros– al final del día. Un pequeño universo. Pequeño pero infinito.

En algún lugar escuché a alguien decir que, aunque no nos vayamos de viaje, todos deberíamos hacer una maleta de vez en cuando. Prescindir de lo superfluo e introducir en ella lo que más nos importa.

De alguna manera, al prepararse para viajar, ya lo estamos haciendo.

Mi viajera favorita era Mary Poppins, la maestra que todos habríamos querido tener y la maestra como la que todos los maestros quisiéramos ser. La que es tan libre que logra transformar la obligación en diversión. Llegaba con el viento del este (por donde sale el sol) y se iba con el del oeste. El viento del este es la sabiduría espiritual que viene abriéndose paso a través de las nubes grises de nuestras propias creaciones. Mary Poppins no es una princesa. No basa su atractivo en su belleza. No necesita un hombre para estar completa. Es una mujer firme, libre, decidida e independiente que puede ser también amable y buena. Permanecía en un lugar el tiempo indispensable y después tomaba su bolso y volvía a viajar. Su bolso era increíble. Ese sí, para que vean, era una extensión de su mente.

Hacer las maletas indica que debes ponerte en camino para empezar de nuevo en otra parte, pero en la mayoría de las ocasiones este sueño habla de un viaje interior. Y haces las maletas porque estás sopesando qué llevar contigo. Hay que tener cuidado de no llenar las maletas con demasiados recuerdos porque entonces el viaje no servirá para empezar una nueva vida, sino para acarrear con el peso del pasado. Procurar que las maletas vayan ligeras de equipaje porque, a donde uno vaya, ya habrá tiempo de llenarlas de nuevo. Confieso estar muy ansiosa por ver esta navidad la nueva versión de Mary Poppins.

Cuando era muy niña, Sofía guardaba una pequeña maleta debajo de su cama. Contenía una o dos prendas de ropa, una barra de chocolate, sus películas y videojuegos, su libro para colorear y sus colores, su muñeco de peluche y un poco de dinero. “Por si algún día nos vamos lejos”, decía. En aquel entonces, ella era muy pequeña para darse cuenta de que hacer las maletas también forma parte del viaje. Es un ritual de preparación. Desde que comenzamos a meter el primer objeto ya estamos viajando, así se predispone el alma a hacerlo; se nos adelanta y, así, ensaya su libertad. Por cierto, Sofía ya terminó la universidad. Me pregunto qué cosas meterá en su maleta ahora, que el viento está cambiando.

@vasconceliana

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