Los Informes de Gobierno del presidente López Obrador también pasarán a la historia. Autora: Ivonne Acuña Murillo

Imagen ilustrativa. Foto: Gobierno de México.

Por: Ivonne Acuña Murillo

Un breve paseo por los Informes de Gobierno ofrece una poco despreciable vista de lo que ha sido la historia de México, sus etapas, incidentes, transiciones y cambios. Desde esta perspectiva, se sostiene que los Informes del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) también pasarán a la historia.

Los Informes de Gobierno forman parte central de la rendición de cuentas en todo Estado democrático. Sin embargo, su temporalidad, formalidad y boato dependen del presidente en turno, en función de lo que Daniel Cosío Villegas llamó “el estilo personal de gobernar”. A esto habrá que agregar, que las características de cada Informe dependen también del contexto histórico en que este se produce.

El primero en rendir un Informe de Gobierno fue el general Guadalupe Victoria, primer presidente de México, el 1 de enero de 1825. Sin ninguna obligación constitucional, Victoria tomó la decisión de rendir cuentas sobre el Estado que guardaba la Nación apenas cumplido un año del primer gobierno republicano, seguramente, siguiendo un simbólico impulso democrático.

Porfirio Díaz, aunque no se crea, lo hizo en 61 ocasiones, pues si algo hay que decir de él, como de otros tantos políticos mexicanos, es que era un fiel seguidor de las formas. Así que, ya iniciado el periodo conocido como “El Porfiriato” (1876-1911), se ocupó de modificar la Constitución Política para reelegirse una y otra vez sin violar la ley.

Pero, fue el presidente Venustiano Carranza quien estableció el 1 de septiembre como el día en que cada año el presidente en turno debía informar a la Nación los progresos de su gestión. Antes, de 1824 a 1917, se emitían, de cara al Congreso de la Unión, dos informes de gobierno al año: uno, el 1 de abril y el segundo, el 16 de septiembre.

No fue sino hasta 1936 cuando, bajo la administración del general Lázaro Cárdenas del Río, dicho informe se transmitió de manera masiva a través de la Radio, como claro reflejo de la política de masas iniciada por el propio general. El primero en ser transmitido por Televisión, espacio idóneo para las arengas modernizadoras, fue el cuarto informe de Miguel Alemán Valdés, en 1950.

El discurso más largo fue el emitido por Abelardo L. Rodríguez, en 1933, con una duración de 7 horas, 35 minutos, cerca de dos años antes de que se extinguiera el poder detrás del trono del jefe máximo de la Revolución, el general Plutarco Elías Calles.

En contraste, el más corto fue el de Vicente Fox Quesada, en 2006, quién sólo pronunció 65 palabras, en el vestíbulo del recinto legislativo, al entregar su Informe por escrito, ante la imposibilidad de pronunciarlo frente al Congreso de la Unión, cuya tribuna había sido tomada por quienes asumían que Fox había consumado un fraude electoral. Fraude o “triunfo” posteriormente aceptado por el mismo Fox quien presumió haber ganado “dos veces la presidencia”.

Las protestas derivadas de lo que se consideró una elección fraudulenta, llevaron a modificar la costumbre según la cual el primer mandatario acudía al Poder Legislativo a informar sobre el estado que guardaban los asuntos de la Nación. Así, 2007 fue el último año en que un presidente intentó cumplir con esta obligación constitucional.

Felipe Calderón es el primer presidente que no pudo dar un sólo informe ante el Poder Legislativo. En el primer año, sólo logró permanecer en el recinto legislativo el tiempo suficiente, entre 4 y 8 minutos, para entregar por escrito el documento a la Comisión respectiva, teniendo por testigos a panistas y priistas y sin la presencia de los miembros del PRD que, después de negociar con el PAN dicha entrega, se habían retirado para no convalidar la investidura de quien consideraban un presidente ilegítimo.

Es así como murió el llamado “Día del Presidente”. “Aunque portaba la banda presidencial y subió a la tribuna con el Informe en mano, no hubo atril con el águila y la serpiente. No hubo himno nacional ni honores a su investidura. Se le dio un micrófono inalámbrico, que sujetó con la mano izquierda, y recetó unas cuantas frases de protocolo.” (José Antonio Román, “Calderón terminó por sepultar el ritual del día del presidente en San Lázaro”, La Jornada, 1 de septiembre de 2012).

A partir del año siguiente, por primera vez en 91 años, el presidente dejó de asistir al Congreso pues Calderón prefirió enviar a su secretario de Gobernación, en ese entonces Juan Camilo Mouriño, a entregar la versión escrita de su Informe.

La transformación se consumó en julio de 2008 con 107 votos a favor y 3 abstenciones, cuando el Senado de la República, a instancias del propio Felipe Calderón y con el apoyo del PAN, reformó los artículos 69 y 93 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, para determinar cómo innecesaria la presencia del primer mandatario en el Congreso de la Unión cada 1 de septiembre y contentarse con que fuera el secretario de Gobernación quien entregara la versión escrita del Informe.

El 11 de agosto de 2010, la Comisión de Puntos Constitucionales, de la Cámara de Diputados, aprobó un cambio de formato que no prosperó, intentando revivir la tradición anterior.

Volviendo al siglo XX, vale recordar que el presidente más aplaudido (40 veces) fue José López Portillo, quien durante su sexto Informe de Gobierno pidió perdón a los pobres, lloró y dijo: “Que si por algo tengo tristeza es por no haber acertado a hacerlo mejor. Hicimos todo lo que pudimos (…) más no pude hacer (secándose las lágrimas)”

Dijo igualmente “Soy responsable del timón, pero no de la tormenta”, para después anunciar dos decretos: el de la “nacionalización de la Banca” y el del “control generalizado de cambios”, para asegurar que “no nos volvieran a saquear”. Paquetazo que tuvo a bien dejarle a su sucesor Miguel de la Madrid Hurtado, primer presidente en ser interpelado durante su último informe de gobierno (1988) a causa del fraude electoral, ¡perdón! “caída del sistema”, que dio la victoria a Carlos Salinas de Gortari en las elecciones presidenciales de ese año.

El interpelador fue, nada más y nada menos, Porfirio Muñoz Ledo, a quien también correspondió recibir el texto del Primer Informe de Gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, el 1 de septiembre de 2019.

Curiosamente, en su discurso, López Portillo hizo referencia a la peste negra de una manera tal, que pareciera estar hablando ahora: “La peste financiera hace estragos crecientes en todo el orbe. Como en el medievo, arrasa país tras país. La transmiten las ratas y su saldo es desempleo y miseria, quiebra industrial y enriquecimiento especulativo.” Por supuesto, se refería al neoliberalismo que, como un fantasma, recorrería el mundo.

Vaya una paradoja, bajo el amparo de ese mismo modelo económico, las rapaces élites económicas, apoyadas por políticos de turno, crearon las condiciones de precariedad en que millones y millones de personas, en México y el mundo, resisten una de las pandemias más peligrosas de la historia humana, la de Covid-19. El desmantelamiento parcial del Sector Salud o, en el mejor de los casos, la falta de recursos suficientes para una mejor atención, todo con miras a la privatización de este servicio, han permitido que el coronavirus avance más ferozmente sobre una población mal nutrida, ignorante y pobre.

Con Enrique Peña Nieto, los Informes en recitos alternos continuaron, así como la entrega por parte del secretario de Gobernación del Informe correspondiente. Por primera vez, en 2015, un presidente intentó dar un Informe diferente, frente a jóvenes y en un escenario televisivo. En 2015, Peña escenificó lo que parecía el inicio de algo nuevo, poniendo especial atención a las redes sociales. Sin embargo, esta puesta en escena, cuestionada por su artificialidad, no se repitió.

Y se llega así a la presidencia de López Obrador, quien también le ha dado su toque personal a los Informes Presidenciales y que entrará en el recuento con el mayor número de Informes en los primeros dos años de su gobierno, a saber: siete. Cuatro en 2019, el día primero en los meses de abril, julio, septiembre y diciembre; y tres, hasta el 1 de septiembre del 2020. A este ritmo, habrá rendido 23 Informes de Gobierno, teniendo en cuenta que para el primero de diciembre del 2024 ya habrá dejado la presidencia.

A los Informes habrá que sumar los ejercicios cotidianos de rendición de cuentas llevados a cabo durante las conferencias de prensa, a las 7 de la mañana de lunes a viernes, para afirmar que difícilmente existirá, en México y el mundo, otro mandatario que iguale semejante marca.

Al igual que los Informes mencionados, el de este año ocurre también en un contexto específico. El Informe Presidencial del 1 de septiembre de 2020 se da en el cruce de dos procesos históricos: los cambios acelerados que tanto a nivel mundial como nacional está provocando la propagación del coronavirus SARS-COV-2 y las resistencias que provoca el cambio de régimen iniciado por López Obrador, a partir del cual pretende dejar atrás la época neoliberal y sus estragos sobre los modos de vida de la población.

La resistencia y presión de las élites y los grupos que han visto afectados sus intereses o que en última instancia no alcanzan a visualizar la necesidad de una transformación y que se agrupan en organizaciones como FRENAA, BOA y cosas parecidas, crea un ambiente político enrarecido poco propicio para la negociación y los proyectos comunes. El carácter confrontacionista, la persistencia férrea del presidente, convencido de la necesidad de una Cuarta Transformación, y su fuerza (temperamento, carácter, experiencia y apoyo popular) para resistir los embates antidemocráticos, completan el tablero de las fuerzas políticas encontradas.

Se aprecian también, en el tablero, los golpes que buscan detener la lucha del presidente en contra de la corrupción política y el inicio, por parte de la Fiscalía General de la República (FGR), de investigaciones que pueden llevar, a partir de las declaraciones y pruebas de Emilio Lozoya Austin, a evidenciar y desmontar la estructura de corrupción articulada a lo largo de sexenios, desde la administración de Carlos Salinas de Gortari hasta el gobierno de Peña Nieto, para enajenar y explotar los recursos nacionales beneficiando de manera directa a las élites económicas nacionales y extranjeras, así como para continuar el saqueo sin precedentes de las arcas públicas, en detrimento del nivel de vida no sólo de los sectores menos favorecidos sino de las clases medias empobrecidas.

Los dimes y diretes, la guerra de videos, las acusaciones de ida y vuelta, la falta de inversión privada buscando estrangular al actual gobierno, los furiosos intentos por desacreditar los proyectos y políticas públicas de López Obrador, incluyendo la estrategia sanitaria contra el coronavirus, sólo por mencionar lo más visible, forman el contexto en el que tendrá lugar el informe presidencial del martes 1 de septiembre.

Es así como, ciertos Informes de Gobierno, y los del presidente López Obrador no son la excepción, permiten observar las tensiones políticas del momento histórico en que son pronunciados.

Comenta

Deja un comentario