Hace unos días escribí un texto intitulado “La hipocresía de la igualdad”. Se generó tanto revuelo y en gran parte me atrevo a decir que por la mala interpretación del mismo.
Eso me llevó a pensar en varias cuestiones, la primera, la poca comprensión lectora que existe en el país, lo cual no es de extrañarse cuando la mayoría de la población no tiene el hábito de la lectura y lo más culto que puede leer es justo este tipo de textos que son opiniones subjetivas y por ende, son discursos endebles, algunos nos preocupamos por sustentar teóricamente pero al no ser tampoco un artículo, pues no hay cabida para tanto rigor teórico.
Sin embargo, lo que más llamó mi atención es la violencia que incluso en ese mismo texto mencioné y, como si fuese profecía, justo fue lo que devino después de su publicación. Indignación, molestia, agresión, por hablar de un fetiche que ni toqué de modo directo, ofendidos por hablar de lo que no hablé y colocados en un nivel de superioridad en su calidad moral.
En fin, esto es lo que se genera cuando uno se atreve a decir las cosas como son según el propio haber sin incurrir en la patética pantalla de lo “políticamente correcto”.
Pero entonces recordé lo que menciona el filósofo Byung-Chul Han en su texto Topología de la violencia. La violencia se ha naturalizado y el tipo de violencia que se ejerció durante unos tres días (porque en ese mundo de pantallas todo es realmente efímero) es la violencia macrofísica, y aunque no es la primera vez que me acontece pues en otra ocasión me atreví a tocar otro fetiche intocable.
Lo que explica el filósofo coreano acerca de esta violencia es que tiene una apariencia tan sutil y una de sus manifestaciones es la lingüística y la violencia de una lengua hiriente también remite como violencia física, pues resulta di-famadora, des-acreditadora, de-nigradora, des-atenta. Es una violencia de la sobrecomunicación y la sobreinformación, es la masificación lingüística. Aquí el foco rojo es la interiorización de la misma, es decir, la represión externa queda superada porque hay que ser “políticamente correctos” y esta presión pasa al interior; esto genera que la violencia se mantenga constante y entonces se da la decapitación en la sociedad de la soberanía, la deformación en la sociedad disciplinaria y la depresión.
La violencia se hace psíquica y con ello se invisibiliza y entonces como decía Hanna Arendt el mal se banaliza. La violencia lingüística se vuelve una forma de catarsis, de proyección de aquello que soy pero le proyecto a mi objeto de odio instantáneo, tan sólo porque no dice lo que yo quiero.
Hoy les pregunto a todos mis detractores ¿estamos condenados a movernos exclusivamente dentro del espacio de la hegemonía o podemos al menos provisionalmente interrumpir su mecanismo? Porque después de mi pronunciamiento tuve la impresión de que no.
Pero Balibar llama Égaliberté, el principio de que todos los humanos somos iguales en cuanto seres de palabras. A todos ustedes que defienden la igualdad y por ello, hasta se indignan ¿qué opinan de esta cita? Tal parece que Zizek tiene razón al decir que uno de los rasgos propios de la época es la crueldad excesiva y no funcional ya que vivimos una violencia sin motivación ni ideología como en culturas milenarias. ¿Acaso será que buscan el utópico objeto de la imposible plenitud bautizada como gusten, ya sea como solidaridad, igualdad, derechos humanos? Cuando es evidente que vivimos todo lo contrario, aquellos que se autoproclaman “luchadores sociales” les cuento que la bondad es silenciosa y discreta déjense de esa hipocresía que tanto les ofendió.
Bien decía John Gray en su texto Los perros de paja: “La tiranía del siglo XXI se llama democracia”, la actual tolerancia hacia los demás es respeto a la alteridad y la apertura hacia ella, no es mas que un miedo oculto; porque si fuese real su discurso, entonces ¿por qué se ofenden tanto cuando no leen lo que reafirma el discurso que traen en sus mentes? Entonces ¿ese artífice de la igualdad sí es una especie de totalitarismo?
A mí me parece un claro ejemplo de análisis para la biopolítica pero de esto nos habla mucho mejor Giorgio Agamben en su Homo Sacer. Todo este lío se gestó a partir de la premisa equívoca de un supuesto racismo de mi parte (entre otras cosas) pero como dice Zizek: “En el siglo XXI el antirracismo será lo que el comunismo fue para el siglo XX: una fuente de violencia”. Ahí se los dejo para que piensen o se indignen. ¿En realidad no somos hipócritas? Las diferencias enriquecen pero el punto es aceptarla y no fingir una lucha de algo que ni existe. Hablar es el fundamento y la estructura de la socialización, la cual se caracteriza por la renuncia a la violencia.
Así que depende de todos nosotros rescatar la verdadera comunicación, la que te lleva al diálogo y no a la banalización del mal.
@hadacosquillas