Fuga de Cerebros | La Sierra de Santa Catarina acechada por el crecimiento urbano del valle de México. Autores: Dorian Bautista-Hernández y Naín Ruíz Jaramillo

Foto: Eduardo Flores.

Por Dorian Bautista-Hernández[1] y Naín Ruiz Jaramillo[2]

De acuerdo a ONU-Habitat, en las últimas décadas el ritmo de crecimiento de la mancha urbana en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México fue tres veces mayor que el de la población. De acuerdo con el censo 2020 del INEGI, la población total alcanzó 21.8 millones, lo que representa que en la última década cada año se agregaron en promedio ciento cuarenta mil personas. Se estima que mientas las alcaldías centrales pierden población, es en la periferia metropolitana donde se observa el mayor crecimiento poblacional y del área urbana. Es en este contexto que los pocos pulmones de la ciudad se ven amenazados por esta tendencia, como es el caso de la periferia suroriente de la ciudad de México donde se encuentra la Sierra de Santa Catarina.

La Sierra de Santa Catarina comprende ocho volcanes extintos: La Caldera (“Cuexomatl”) en el estado de México, y el Tetlalmanche, Tecuatzin, Mazatepetl, Cuitlaxochitl, Tetecón, Xaltepec y Yahualiuhqui, en CDMX. Es una zona de importancia ambiental ya que sirve como zona de recarga al acuífero, así como de refugio de flora y fauna. En varias de sus obras José María Velasco y el Dr. Atl plasmaron aquí los paisajes y vistas del oriente capitalino. En las épocas del antiguo lago fungió como la península de Iztapalapa. Hoy en día divide a la alcaldía del mismo nombre con la alcaldía Tláhuac. Las faldas del lado norte (Iztapalapa) se empezaron a poblar desde la década de 1970, siendo actualmente una de las zonas de mayor densidad poblacional y marginación en la ciudad, mientras que las faldas del lado sur (Tláhuac) aún cuenta con amplios campos agrícolas.

Existe evidencia documentada de la gran presión que existe para la urbanización de la zona. Algunos estudios demuestran que, como se esperaba, a partir de la operación de la línea 12 del metro que mejoró la accesibilidad en Tláhuac, se dispararon los asentamientos irregulares que avanzan de forma dispersa. El proyecto del centro comercial Paseo Tláhuac se pretende construir en el pueblo originario San Francisco Tlaltenco en las faldas del Tetlalma, ejerciendo aún más presión para la lotificación del área en un futuro. Asimismo, diversos colectivos denuncian recurrentemente la invasión de predios.

El impacto más evidente es el producido por la actividad minera que extrae arena, grava, basalto y principalmente el tezontle. Ya existe un daño ambiental irreparable al estar casi desaparecidos el Tetecón, Xaltepec y el Yahualiuhqui. Los riesgos a la salud de la población persisten debido a la formación de tolvaneras estacionales. La Sierra tiene un régimen de propiedad particular ya que nunca fue ejido. Esto complica su adecuada expropiación, y es un incentivo para su venta a privados. Entre 2002 y 2006 se canceló la explotación minera por la entonces delegación. Sin embargo, las compañías mineras han obtenido amparos, prórrogas y permisos ante los tribunales para la explotación de los volcanes. Dicho éxito en tribunal no se explica sin la vinculación con organizaciones políticas. En el 2008 se autorizó la explotación del Xaltepec, sin embargo, se impusieron medidas de prevención, corrección, mitigación y restauración del suelo las cuales son poco monitoreadas. En 2019, la Secretaría del Medio Ambiente de la Ciudad de México (Sedema) clausuró siete minas, pero no existe certeza de que la medida sea a largo plazo.  

En el 2003 se incorporó como Área Natural Protegida (ANP) un conjunto de polígonos. Sin embargo, sólo alrededor del 34% del área es parte de la ANP, dejando fuera zonas como el núcleo de los cerros existentes y otras áreas de las faldas. Existe un plan de manejo obsoleto publicado desde 2005. Las expropiaciones se han detenido ya que las autoridades muestran una fuerza jurídica muy débil para llevar un buen caso defensivo. Se crea una sinergia entre la falta de voluntad política aunado con la presión de los intereses de las empresas mineras y los propietarios de la tierra. Una compensación justa podría mitigar el incentivo por lotificar.

Foto: Eduardo Flores.

Es importante destacar el trabajo de grupos de vecinos, miembros de universidades y de organizaciones sociales que trabajan por la defensa de la Sierra. También desde la alcaldía y el gobierno de la ciudad se impulsó la creación de parques y centros de educación ambiental, que incluso ganaron premios internacionales. No obstante, aún falta mucho por hacer en la vinculación de dichos centros con la población local que generalmente los desconoce dejándolos subutilizados. Este vínculo es necesario para combatir la deforestación, el saqueo de flora y fauna y la creación de basureros clandestinos.

El camino para la conservación de la Sierra es aún muy largo, pese al palpable deterioro ambiental aún existe la oportunidad de recuperarla y preservarla. Las instalaciones de las minas ofrecen un área de oportunidad para la creación de centros ecoturísticos y recreativos para la población local de las partes altas. Esto permitiría la creación de espacios públicos que busquen una integración armoniosa de los asentamientos ya existentes y consolidados con la entrada a la Sierra, donde algunos vecinos ya la usan como área para hacer deporte. Es por estas razones que conminamos a que exista un compromiso más fuerte por incorporar a la ANP zonas que aún están desprotegidas y proporcionar recursos para el manejo integral de la zona en armonía y vinculación con la población local

El reto metropolitano en planeación es evitar que una mejora en la accesibilidad y en las condiciones de las periferias existentes implique un incentivo indirecto para extenderlas aún más. Esto pasa necesariamente por tener instituciones fuertes de planeación y ejecución que hagan cumplir con los lineamientos legales para evitar el origen de asentamientos informales. Además, es fundamental enfrentar de manera más decidida la falta de asequibilidad de la vivienda en la zona central de la ciudad. Diversos estudios muestran el fracaso de la política de vivienda social ligada a empresas privadas que construyeron unidades alejadas de los centros de trabajo.

La idea de re-densificar el interior de la ciudad no está exenta de controversia y conflictos. Muchas actitudes NYMBI (por su acrónimo en inglésNot in my backyard), culparían a dichas iniciativas de disminuir la calidad de sus servicios urbanos. Algunos planes urbanos de la Ciudad de México de la segunda mitad del siglo pasado intencionalmente buscaron concentrar los servicios e infraestructura en la parte central pensando que con esto se mitigaba la expansión de la marcha urbana. Es evidente que sucedió justo lo contrario, esto es solo un ejemplo de lo lento y mal que la planeación en México prevé, maneja, reajusta y adapta los procesos urbanos.  


[1] Biólogo, Maestro en Desarrollo Sostenible y Doctor en Planeación Urbana, por la Universidad de Washington. Twitter: @Cerebros_Fuga

[2] Maestro, historiador, senderista, promotor turístico y cultural de Iztapalapa.

Comenta

Deja un comentario