Jürgen Habermas escribió que en nuestro tiempo “la única revolución posible es la Reforma”. Un señalamiento tan contundente nos lleva preguntarnos de inmediato: ¿De verdad es sólo posible la actuación reformista, o es también la oportunidad de afirmar y enriquecer el concepto de Revolución?
Ante los conflictos que deberá enfrentar el gobierno morenista tal pregunta adquiere relevancia. ¿Los cambios sociales son definitivos, o no lo son? ¿Se trata de cambiar o de aparentar un cambio? La pregunta se vuelve significativa porque nos conduce a eso llamado “política real”. El enfrentamiento que implica intentar una “Cuarta Transformación” obliga a gobernantes y gobernados a confrontar esa realidad neoliberal que durante casi cuatro décadas se impuso, no sólo a toda clase de políticos sino a grandes núcleos de población que llegaron a ver como un comportamiento “natural” e inevitable, a la corrupción y a su contraparte, el cinismo.
“Preocupa la seguridad del espacio aéreo”, dice el director de la Asociación Internacional de Transporte Aéreo. Por lo que descalifica el plan del nuevo gobierno. “Eso no funciona”, determina tajante. Al mismo tiempo se anuncia la incorporación de José Antonio Meade al consejo empresarial de dicha empresa, igual se anuncia que el sector privado del país expresa su preocupación sobre Pemex al consumir en menor medida gas natural. Demasiados obstáculos a las medidas tomadas por el actual gobierno. Por otro lado, se exige que la Fiscalía General de la República (FGR) atraiga la investigación del asesinato de Samir Flores Soberanes, principal opositor al proyecto del PIM. Desde muchos frentes se trata de complicar las decisiones del nuevo gobierno.
El sector privado considera que el mayor debilitamiento de la actividad productiva del país se “concentró en diciembre pasado, a consecuencia de la escasez de combustibles”. Y en su análisis semanal el Centro de Estudios Económicos del Sector Privado dice que el debilitamiento fue propiciado por “el cambio de estrategia de distribución, que instrumentaron las autoridades al combatir el problema del huachicoleo”, declaran que ello tuvo un “efecto negativo en la producción y distribución de bienes, así como en la prestación de servicios”. Si junto a eso añadimos que en México existen 52 mil 452 escuelas multigrado, que significan un maestro para distintos grupos, y además 1.4 por ciento “de las escuelas primarias públicas no tienen paredes o muros” y al mismo tiempo se señala que “sólo el 71 por ciento tienen techos de concreto” el problema es mayúsculo. Son compromisos, que heredados, deben ser resueltos en el menor tiempo posible. Si a lo anterior sumamos los reclamos de las madres trabajadoras que se resisten a la desaparición de las guarderías infantiles llenas de corrupción (la mayoría), se puede entender las diversidad de los desafíos que deberá enfrentar un nuevo gobierno. Sumado a lo anterior habrá que considerar los reclamos empresariales sobre el tema de que “una reforma laboral malentendida” puede romper el equilibrio entre empresas y trabajadores que termine por “afectar la planta productiva y el empleo formal”. Los retos se multiplican, especialmente si la democracia representativa logra sustituir a la soberanía social, frente a lo cual resultaría una ficción que la sociedad mexicana pueda decidir sobre su propia historia. Habrá que intentarlo todo para lograr el necesario cambio.