COVID19: los médicos también son humanos. Autor: Víctor Manuel Rodríguez Molina

Imagen ilustrativa. Trabajadores médicos posan en el recién inaugurado hospital móvil para pacientes de la enfermedad causada por el nuevo coronavirus (COVID-19), en Ciudad Juárez, estado de Chihuahua, México, el 16 de abril de 2020. Foto: Xinhua/David Peinado.

Por: Víctor Manuel Rodríguez Molina.

La humanidad ha experimentado gran cantidad de catástrofes a lo largo de su historia, sin embargo, de una u otra forma hemos logrado salir adelante. Hoy día nos toca vivir una catástrofe más provocada por el COVID19. Es común que ante situaciones de las cuales sabemos poco y que representan un peligro, nos provoquen sensaciones de incertidumbre y vulnerabilidad, lo que de entrada ya nos coloca en desventaja. El miedo a lo desconocido puede detonar que nuestra mente vuele generando un sinfín de pensamientos catastróficos fuera de control. Empezamos a lamentarnos por lo que vivimos, consideramos que todos vamos a morir o podemos asumir que estamos experimentando un castigo injusto. En un momento dado podemos llegar a ser presas del pánico y no encontrar otra salida que el suicidio. Este tipo de reacciones no son producto de una condición mental particular, ni de un grupo social, ni dependen de qué tan optimistas o pesimista podemos llegar a ser. Corresponden a una reacción natural de nuestra mente ante lo desconocido y lo peligroso, pero se han preguntado ¿cómo responden los médicos ante los problemas que genera el COVID19?

Desde su formación, un médico reconoce lo que es una infección, lo que dañino que puede ser un virus y también cuenta con suficiente información científica de cómo debería actuar en beneficio del paciente. No obstante, en circunstancias como las que vivimos actualmente, los médicos no tienen mucha mayor información que el resto de la población, por una simple razón: nos enfrentamos ante un nuevo virus del cual se sabe poco. Esto antepone un doble reto ya que el médico debe controlar sus emociones ante la crisis, debe reaccionar oportunamente para tratar a sus pacientes y por su puesto, debe ponerse a salvo a sí mismo y a su familia. No se trata de crear héroes de la noche a la mañana, simplemente se trata de entender un poco más de esas personas que en estos días son el centro y único frente en la batalla contra el COVID19.

Un médico debe contar con una vocación de servicio donde la ayuda al prójimo sea la prioridad, lo cual conlleva grandes responsabilidades que descansan en sus decisiones. Es de suponerse que su labor en condiciones críticas donde la vida de los pacientes está en juego genera gran cantidad de angustia y estrés permanente, lo que a la larga deparará en secuelas psicológicas. Una de las primeras fuentes de estrés para el médico es la carencia de recursos, el hecho de no poder desarrollar su labor con todos los elementos necesarios pone en riesgo la eficiencia de sus acciones a costa de la salud de los pacientes y de su propia seguridad. Sin embargo, el médico también es humano, lo que lo coloca en otra esfera de pensamiento. En el caso de la pandemia por COVID19 provoca que la preocupación personal por infectarse o infectar a su familia y seres queridos se incremente, creando un estado de angustia. En el aspecto laboral puede verse muy incrementada la carga de trabajo lo que implica un gran desgaste, estrés y cansancio físico y psicoemocional. Empero una de las situaciones límite en el actuar de los médicos es enfrentarse a la responsabilidad de la toma de decisiones que implican grandes consecuencias emocionales y éticas.

Uno de los estudios más recientes realizados en médicos y personal de salud de primer contacto con pacientes de COVID19 en la ciudad china de Wuhan, mostró que: 50% del personal presentó un estado de depresión y de esos un 6% mostró una depresión grave. El 44% presentó ansiedad y de ellos el 5% fue un caso grave. El 34% presentó insomnio y 71% mostró datos de estrés importantes. Esta información nos muestra que el desgaste físico, emocional y psicológico al que se enfrentan los médicos y el personal de salud en la batalla contra el COVID19 puede dejar graves consecuencias a largo plazo. En estudios realizados durante el brote del SARS en 2003, mostró que a tres años del brote se incrementó el consumo de alcohol en el personal de salud.

La pandemia contra el COVID19 ha abierto la lucha en innumerables fronteras, desde el confinamiento en casa y las medidas de higiene para prevenir el contagio, hasta la cama del enfermo donde el médico puede vivir la impotencia de ver morir a su paciente en pocos minutos sin poder hacer nada. No es un drama de novela de ciencia ficción, no es una historia épica de la cual debían salir como héroes, es simplemente conocer su mundo y entenderlos como personas. Todos tenemos miedo, desde el más humilde hasta el experto, todos somos iguales y no es justo marcar al personal de salud con el estigma de personas “peligrosas” que nos pueden infectar. Todos, todos, podemos potencialmente infectarnos y enfermar letalmente, pero a algunos les toca ver el drama en primera fila y tratar de hacer lo que esté en sus manos para frenar lo que muchos no pueden: tratar de evitar la muerte del paciente. Recordemos esto la próxima vez que sintamos miedo cuando un médico, una enfermera, o un miembro del personal de salud pase cerca de nosotros. Ellos además de cuidarnos, también cuidan de sí mismos y a su familia. Todos somos humanos y en esta pandemia todos viajamos juntos.

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