No sé si fue accidente o crimen. Mucho menos quién es el culpable. ¿Quién de nosotros podría realmente saberlo? Pero en la cena de navidad los comensales lo resolvieron así, de volada. Mejor ni les digo su conclusión, porque no estoy de acuerdo es lo de menos. El caso es que, entre su veredicto exprés y los juicios implacables de las redes sociales, me acordé de uno de esos jueguitos de lógica que aprendí en la escuela. Lo recomiendo para desviar el tema y evitar discusiones de sobremesa innecesarias. Ahí les va:
Pánfila, Cástulo, Próculo, y Chencha. Uno de ellos es culpable de un crimen y solo una de estas declaraciones es verdadera. Cuando los interrogaron, ellos respondieron lo siguiente:
Pánfila: Fue Cástulo.
Cástulo: Fue Próculo.
Chencha: Yo no fui.
Próculo: Cástulo mintió cuando dijo que yo fui.
Mientras le pensamos cómo resolver el jueguito, entramos en materia. Al ser animales racionales, solemos pensar que todas nuestras opiniones están en el mismo nivel de razonamiento, cuando no es así. El razonamiento puede ser deductivo, inductivo y analógico. En el razonamiento inductivo, se enumeran casos particulares y a partir de ellos se obtiene una conclusión general. Por ejemplo:
Manuel es listo, demócrata y polémico.
Tatiana es lista, demócrata y polémica.
Rebeca es lista, demócrata y polémica.
Por lo tanto, todos los Clouthier son listos, demócratas y polémicos.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que, a diferencia del razonamiento deductivo, en el inductivo la conclusión no deriva necesariamente de las premisas, por más que tales premisas sean verdaderas. Si no tomamos esto en cuenta, tendremos conclusiones incorrectas, como en este otro ejemplo:
Juan es intolerante y conservador.
Pedro es intolerante y conservador.
Por lo tanto, todos los conservadores son intolerantes
(O bien, todos los que me critican son neofascistas).
En su Sistema de Lógica, el filósofo inglés John Stuart Mill propone cuatro métodos para lograr un razonamiento inductivo correcto. Son el método de concordancia, de diferencia (la combinación entre ambos) el de variaciones concomitantes y el de residuos. Bien utilizados, los Cánones de Mill son básicos tanto para la lógica académica y el análisis político, como para las conjeturas, sobremesas y tuitazos.
Algo nos cayó mal de la cena de navidad. Yo comí pavo, romeritos, bacalao, pasta, pierna adobada, el pastel, ensalada, puré, ponche y dos buñuelos (no juzguen). Mi hermana comió pavo, pasta, pierna adobada, pastel, ensalada, fruta seca y buñuelos. Mi tía comió romeritos, bacalao, pierna adobada y ensalada. Mi tío comió pavo, ensalada, pierna adobada, pasta, y buñuelos. Mi cuñada comió pierna adobada y ensalada. Por lo tanto, la causa del problema es la pierna adobada.
Lo anterior se conoce como método de concordancia o aislamiento. Cuando en dos o más fenómenos se nota algún elemento en común, se considera que este elemento es la causa del fenómeno.
El siguiente es el método de diferencia. Cuando en un fenómeno se observa que una circunstancia específica desaparece y también desaparece el fenómeno; se considera que aquella es causa directa de ésta. Hagan de cuenta que, en el ejemplo anterior, todos hubiéramos comido pierna adobada excepto la cuñada. Por lo tanto, si ella no se enfermó lo que causó el daño fue ese platillo.
El tercero es el de las variaciones concomitantes. Aquí se trata de observar si la variación de una de las circunstancias del fenómeno lleva siempre consigo la variación en otro fenómeno. Si esto es así, es posible suponer una relación causal entre ambos. Por ejemplo: Si durante toda la ceremonia había habido silencio, pero el Senador hace con la mano algo que parece ser una señal y en ese momento empiezan los abucheos hacia la Secretaria de Gobernación, es probable que ahí exista una relación causal.
Finalmente, el método de residuos pretende saber la importancia de los factores que quedan después de eliminar los importantes. Dicho en otros términos: la causa de un fenómeno puede estar en lo que considerábamos menos importante, en donde menos se espera. Pero esto no es carta abierta para decir disparates.
Concluir que una desgracia fue provocada porque se dice que “en política no hay coincidencias” –y que alguien es culpable de un crimen sólo porque la víctima y él eran adversarios políticos– es un razonamiento mal hecho. Por otro lado, descartar todas las opciones posibles, como inicio de una detallada línea de investigación, también sería un error. Si en lugar de ejemplos imaginarios, habláramos de tragedias aéreas con políticos involucrados, emitir un razonamiento lógico es aún más necesario.
Los cánones de Mill son útiles, cotidianos, pero no infalibles. Además del razonamiento deductivo y del inductivo, está el razonamiento analógico, que versa sobre lo particular, que no se basa en la certeza, sino en la proximidad y la conclusión no es apodíctica, sino probable. Si tomáramos en cuenta esto antes de lanzar afirmaciones radicales y antes de insultar a los que difieren, otro gallo cantaría.
Por si no se querían quedar con la duda, el crimen del principio se resuelve así: Si Pánfila dice la verdad, entonces Cástulo estaría mintiendo y, por lo tanto, sería culpable (y no Cástulo, como dice Pánfila). Por ello, Pánfila miente al culpar a Cástulo. Lo mismo ocurre si Cástulo dijera la verdad. Si fuera así, Chencha estaría mintiendo y, por lo tanto, la afirmación de Cástulo sería mentira. Lo mismo ocurre con Próculo: Si éste dijera la verdad, Chencha sería la culpable (porque estaría mintiendo). Además, si Cástulo dijera la verdad (recordemos que sólo una de las afirmaciones es verdadera), no existiría un culpable. No se podría deducir con la información de Próculo quién es el culpable, solo se comprobaría su inocencia (como suele pasar en la vida real).
Por lo tanto, dadas las circunstancias del juego, la culpable es Chencha… al menos en papel. En la vida real, no nos hagamos bolas, la verdad es harina de otro costal.