Es una pena ver cómo pasan las décadas y los legisladores de todos los partidos siguen actuando igual. Morena y aliados aprobaron en el Congreso el llamado Plan B Electoral que propuso el presidente López Obrador. Y lo aprobaron a sabiendas de que es inconstitucional. Hago énfasis: a sabiendas.
En el pasado, los congresos priístas fueron cómplices del presidente en turno para aprobar a ciegas todo lo que se les ordenaba, a sabiendas de que era ilegal e inconstitucional. Algunos legisladores llegaron a la vergonzosa situación de aprobar y aplaudir cosas contrarias. Por ejemplo, el desastroso presidente López Portillo recibió una indigna ovación cuando nacionalizó la banca. Seis años después, varios legisladores repitieron, y entonces ovacionaron y avalaron lo contrario: la privatización de la banca que proponía Salinas de Gortari. ¿Se da cuenta usted de esta servil contradicción?
No conformes con todo el daño que durante décadas causaron, los priístas aumentaron el IVA del 10 al 15% en 1995 –¿se acuerda usted de la abyecta roqueseñal, procaz gesto sexual de triunfo del diputado priísta Huberto Roque, cuando se aumentó el IVA?– y convirtieron en deuda pública el Fobaproa en 1998. Todos obedecieron ciegamente al presidente Zedillo, y se causó un tremendo daño al país. Y los panistas no se quedan atrás. También votaron lo que Fox o Calderón proponían, como el aumento del IVA a 16%, como si el daño causado por el PRI no hubiera sido ya bastante. Así se comportan los legisladores y los partidos políticos: son infames apéndices del presidente en turno, si es de su partido.
Hay legisladores muy serviles que siguen al líder del partido en el que estén. Por ejemplo, Ignacio Mier, hoy coordinador de los diputados de Morena, votó a favor de ese desfalco monumental que fue el FobaproA cuando era orgulloso priísta y esa era la instrucción que recibió del presidente Zedillo. Muy priísta y muy disciplinado. Pero ahora que es morenista y la luz de la verdad lo ilumina, aprueba y avala la anticonstitucional propuesta electoral del presidente López Obrador. Francamente Mier da pena.
Pero hay algunas voces dentro del oficialismo en las que parece imperar la cordura. Ricardo Monreal, coordinador de los senadores de Morena, actuó con independencia, sabiendo que la propuesta de reforma electoral del presidente López Obrador (el llamado Plan B) es anticonstitucional, así que no la avaló. Esa actitud le ha valido injustamente la descalificación y la desconfianza de los demás morenistas en esa orgía de lealtad mal entendida según la cual el presidente López Obrador es el Estado y la encarnación del bien, y por eso hay que obedecerlo a ciegas, aun si lo que ordena es contrario a la constitución. Monreal mostró en esta ocasión que su lealtad está con la constitución. Esa debe ser la lealtad de todos los legisladores, sin importar si el presidente de la república es de su partido: apego a la constitución, no sumisión al líder.
López Obrador muestra que tiene control sobre el Congreso. Pero aun así no le alcanzó para reformar la constitución y desaparecer al INE, y por eso lanzó su llamado Plan B sabiendo que es contrario a la constitución y que será combatido a través de acciones de inconstitucionalidad. No veo cómo la Suprema Corte no pueda declararlo anticonstitucional, sino haciendo malabares jurídicos verdaderamente pornográficos. El problema es que se requieren ocho votos de los once ministros para que la inconstitucionalidad de una ley tenga efectos generales. ¿Se lograrán los ocho votos? ¿Usted qué cree?
