¿Qué pasó? Autor: Yasser Viliulfo Martínez

Elecciones 2018

…la recuperación revolucionaria
de la capacidad de imaginar
es una demanda urgente.
La reivindicación del derecho a nuestra utopía
modifica las relaciones de dominación
y nos pone en condiciones de avanzar
hacia un futuro inédito,
no preplanificado
.
Horacio Cerutti-Guldberg

Hace ya un mes que pasó. Lo que ha sucedido despertó esperanzas, alimentó pesimismos y temores, suscitó sospechas y, sobre todo, generó incertidumbres. Ha sido criticado y aplaudido, nombrado de una u otra manera. Pero, a todo esto, ¿qué pasó?

¿Hechos? El primero de julio, un candidato presidencial obtuvo alrededor de treinta millones de votos, lo que significa 53% de la votación efectiva. Inmediatamente se le consideró una “victoria histórica”, pero esto es apenas una interpretación, pues otras voces, haciendo el cálculo de 89 millones de electores en el padrón electoral, subrayan que esa victoria se logró con “sólo” 30%, afirmando que dos terceras partes de la población “rechazan” a López Obrador. Ambos argumentos resultan útiles para descalificar a quienes sustentan una postura diferente a la propia. Así de difícil es la realidad.

Lo llamativo es que muchos analistas hablan del primero de julio como un hecho. “Revolución pacífica”, “asonada”, “cuarta transformación”, “cambio de régimen”, son nombres que le han dado. Sin embargo, en estricto sentido, mientras el candidato ganador no reciba la constancia de elección no es, oficialmente, el presidente electo. Es decir, ¡las elecciones recientes ni siquiera han sido!

Por ello, las elecciones son un vacío conceptual. Son como un recipiente que se puede llenar con lo que nos queramos o podamos imaginar. Y para ponerles nombre vale más la imaginación que el análisis, pues hay poco qué analizar debido a que López Obrador aún no es presidente electo. Cierto es que mediáticamente EPN ya le dejó el changarro, pero acciones efectivas de gobierno no tiene. En el caso de las designaciones para las diferentes carteras y organismos descentralizados, aún queda espacio para la imaginación: una persona decepcionada con la designación de Bartlett puede imaginar que, como AMLO dijo que iba a escuchar al pueblo, si el pueblo se deja escuchar en contra de tal designación, se logrará echar atrás la designación del virtual próximo director de CFE.

Normalmente descalificada por equiparársele a la ilusión, o sea, a la distorsión de la realidad, la imaginación no tiene nada que hacer en la realidad, excepto entorpecerla. Pero, parece que fue la imaginación de “chingarse” al PRI, o de iniciar la “cuarta transformación”, o de “hacer algo por el país”, lo que llevó a millones de personas a votar por López Obrador, y a miles de personas a cuidar casillas y promover el voto por este candidato. La imaginación, entonces, puede ser el paso previo a la acción disruptiva.

Sin embargo, hay que recordar al Chicharito Hernández, que nos convidó a “imaginar cosas chingonas”, y así nos fue. Porque esta facultad humana también puede ser contraproducente para la acción disruptiva. La diferencia entre uno u otro ejercicio de la imaginación puede asentarse en el diagnóstico de la realidad sobre el que se basa. En este sentido, cuando algunos analistas consideran a las elecciones pasadas como el inicio de la “cuarta transformación”, ¿es una proyección de sus nobles intenciones o producto de un diagnóstico de la realidad?

Estos mismos autores enfatizan que la transformación no será posible sin la participación del pueblo, y aquí viene lo interesante. ¿En qué participaríamos? Y más importante, ¿cómo participaríamos? Parece que la invitación es a participar en la transformación del régimen actual. ¿Cómo? Cada quien desde su trinchera. La cuestión es que la participación de “cada quien desde su trinchera” tampoco estará clara mientras no sepamos en qué participaríamos. Y no se sabrá en qué participaríamos mientras no sepamos qué pasó el 1 de julio pasado.

Por ejemplo: si el primero de julio hubo un “levantamiento pacífico” del pueblo, y como pueblo vamos a participar en la “cuarta transformación” “desde nuestra trinchera”, quizá algunas tareas sean informarnos más sobre asuntos públicos para circular la información en las redes sociales, o de plano incorporarnos a Morena para ver qué se ofrece. En cambio, si el primero de julio “nos chingamos” al PRI, quizá el nuevo gobierno sea “pan con lo mismo”, y lo único que nos queda es ver si se chingan a alguien más aparte del pueblo, para variar.

En este sentido, el vacío conceptual de lo que pasó es una posibilidad para “imaginar cosas chingonas” desde un análisis propio de la realidad propia de cada quien, que nos llevaría a participar en su realización. Y esta posibilidad puede aprovecharse si comenzamos por respondernos qué pasó y lo discutimos con otras personas, para con ello asomarnos a otra pregunta importante: si es una transformación, ¿qué esperamos de ella? Porque cuando un analista da por sentado lo que pasó el 1 de julio, implícitamente da por sentado que los 30 millones de personas que votaron por AMLO lo hicieron por la misma razón, quieren lo mismo y se imaginan lo mismo. Además, podría pensarse que quienes no votaron, o votaron por otro candidato, no “quieren lo mejor para el país”. Y eso, me parece, es demasiado aventurado a estas alturas.

Yasser Viliulfo Martínez. Profesor de filosofía en nivel medio superior, adjunto en la FFyL de la UNAM e instructor de ajedrez. Contacto: ucronopio@hotmail.com
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