José Reyes Doria
Cuenta Friedrich Katz, autor de la gran biografía sobre Pancho Villa, que, en su Austria natal, en los años 30´s, la exhibición de una película gringa sobre la vida del Centauro del Norte, alentaba las acciones de resistencia y rebeldía ante el fascismo en ascenso. Villa es uno de los personajes más carismáticos y fascinantes en la historia de las revoluciones sociales de los últimos 100 años. Como en Austria, América Latina y otros lugares, el revolucionario mexicano inspiraba e inspira los movimientos por la justicia y la libertad.
Pancho Villa, como todo personaje complejo, tiene luces y sombras. A lo largo de la historia, prácticamente desde el momento mismo en que empezó a destacar en la revolución maderista, han existido discursos satanizadores contra Villa, narrativas destinadas a pintarlo como el vivo demonio que mataba por placer, quemaba mujeres, asesinaba niños, masacraba a la menor provocación. En este año 2023, que el presidente López Obrador ha decretado como “Año de Francisco Villa, el revolucionario del pueblo”, se han intensificado las expresiones de repudio y condena al líder de la División del Norte por, dicen sus detractores, su inclinación a la masacre inmisericorde.
Héctor Aguilar Camín, por lo general mesurado en estos temas, se ha sumado al coro que estigmatiza a Villa, asegurando que su figura exuda sangre y que, en ningún otro caudillo militar de la Revolución Mexicana “aparece tan nítido el vínculo entre el arrebato homicida personal y el homicidio colectivo que es la guerra”. En estos días, también, circulan en las redes sociales libros, ensayos y panfletos que tienen el propósito expreso de resaltar las atrocidades sanguinarias de Villa, y, por lo tanto, bajarlo del panteón de héroes populares. Tal es el caso del libro “Crímenes de Francisco Villa. Testimonios”, de Reidezel Mendoza, de manufactura casera, que recoge muchos testimonios de oídas; y que el autor promueve con especial ferocidad contra Villa, con una animadversión rayana en el odio.
En mi opinión, la virulencia con la que se busca satanizar a Pancho Villa, obedece a diversas razones. Por un lado, es la expresión de una aversión absoluta contra la persona que fue el revolucionario: iletrado, impulsivo, violento, bandolero y mujeriego antes y después de volverse revolucionario. No deja de asomarse una suerte de clasismo, así como un toque moralizante, en ese rechazo visceral contra la personalidad del personaje. Para los odiadores, las atrocidades cometidas por Villa, tanto las reales como las inventadas o magnificadas por la propaganda, son producto de su personalidad sicópata y sanguinaria, y, por lo tanto, decretan que la obra de Villa como revolucionario, militar, organizador y administrador no vale nada.
Otra motivación para demonizar a Villa, es aquella que conlleva una carga ideológica más compacta. Desde la derecha más escolástica, se detesta todo tipo de expresión revolucionaria, se combate de forma encarnizada a los líderes, las acciones y los programas que plantean la revolución como medio para desmontar estructuras de privilegios para los potentados, y dominación y sometimiento para los pueblos. En función de esta construcción ideológica, la derecha ha satanizado a Benito Juárez, a Emiliano Zapata, al propio Villa y muchos personajes más; en el caso de éste último, la derecha explota al máximo los testimonios de las atrocidades que cometió, sean reales o presuntas.
El razonamiento construido desde la derecha más radical es el siguiente: Pancho Villa no fue más que una bestia sanguinaria, asesino de mujeres, niños, chinos, maestros, curas y personas indefensas; por lo tanto, todo lo que hizo durante la Revolución Mexicana fue igualmente criminal, sanguinario y deplorable. De esta forma, se busca inhibir o condicionar el acercamiento a la obra revolucionara del Centauro del Norte, pues, como lo advierten hasta el paroxismo muchos libelos en estos días, no fue más que un asesino y violador serial (así, literal, lo dicen en las redes sociales), y la División del Norte solo fue una máquina de muerte y destrucción.
Es en este punto donde entra la pregunta que se plantea en el título de la columna: ¿Acertó el Presidente en dedicarle el año 2023 a Pancho Villa? A mí me parece que sí acertó, y también es acertado presentarlo como el “revolucionario del pueblo”. Partamos de un hecho contundente: Pancho Villa y la División del Norte fueron determinantes para destruir el gobierno del usurpador Victoriano Huerta, lo cual equivale a decir: en la destrucción del régimen de la dictadura de Porfirio Díaz.
La aportación militar, organizativa y estratégica de la División del Norte a la liquidación del régimen porfirista es incuestionable. Pero de igual forma, el villismo contribuyó, con las acciones revolucionarias implementadas en los territorios que iban tomando, a desmantelar estructuras económicas, políticas y sociales del porfirismo. Así, el villismo debilitó determinantemente el sistema de haciendas y explotación casi esclavista del campesinado. Del mismo modo, instauró gobiernos populares que atendían las necesidades de los más desfavorecidos. Katz sugiere que, en el Chihuahua gobernado por Villa, se implantó por primera vez el Estado de Bienestar en México.
Pancho Villa, dejó como legado la conciencia de que el pueblo puede tomar en sus manos su propio destino. La División del Norte es una de las máximas obras colectivas del pueblo mexicano en toda la historia. La capacidad para movilizar a todos los sectores populares de la sociedad, comprometerlos con una causa revolucionaria, instaurar estructuras y disciplina militar, obtener y administrar recursos para la movilización, realizar acciones sociales y de gobierno para mantener el apoyo activo de los pueblos. Todo esto, se logró a partir del liderazgo de Villa, con Maclovio Herrera, Toribio Ortega, Tomás Urbina, Eugenio Aguirre Felipe Ángeles y demás líderes que dirigieron la División del Norte bajo el mando de Villa. Definitivamente, Venustiano Carranza, Obregón, Calles, los constitucionalistas, fueron rebasados en capacidad de movilización militar y social por los villistas.
La evolución de los acontecimientos, luego de las Batallas de Celaya de abril de 1915, ya en la lucha fratricida de facciones revolucionarias, donde las fuerzas de Obregón derrotaron a la División del Norte, son objeto de otra reflexión. Baste recordar que, a pesar de la derrota, las banderas, los intereses y los ideales de los villistas fueron determinantes en el diseño del Estado mexicano y la Constitución de 1917. Lo importante aquí, es tratar de establecer una perspectiva para conocer, entender y valorar la figura histórica del General Francisco Villa.
No tiene caso negar las atrocidades cometidas por Villa, pero, mucho menos, tratar de ocultar o minimizar la trascendencia de su obra. Creo que, entre las múltiples escuelas historiográficas, la más útil o indispensable es la que detalla y profundiza los acontecimientos cruciales, y plantea una interpretación que explique los cambios de fondo y las acciones de los personajes. Es válido que múltiples historiadores prefieran enfocarse en ciertas acciones personalizadas para ponderar “lo atroz” de los protagonistas, o para glorificarlos, pues existen esos dos extremos. Lo que es inaceptable, es tratar de anular el significado histórico de los personajes y los acontecimientos, recurriendo al expediente de ponderar al extremo de la virulencia los excesos o las crueldades.
Por último, es claro que la actual andanada contra Pancho Villa, obedece a la polarización política promovida por el presidente López Obrador. Es decir: si AMLO consagra el año 2023 al jefe de la División del Norte, entonces hay que reprocharle que está glorificando a un asesino. Pero ni AMLO, ni los odiadores de Villa, ni la derecha podrán apropiarse o destruir una figura y un legado tan profundos e inaprehensibles como los del revolucionario más popular de la historia mexicana.
Así ocurre con los personajes de esta dimensión. Julio César y Napoleón tuvieron sus excesos, pero su legado es legendario e indiscutible; en el caso de Napoleón, cuando invadió Alemania, el gran filósofo Hegel dijo: “acabo de ver pasar a la Historia montada a caballo”. Toda proporción guardada, podemos decir algo similar sobre el Centauro del Norte en 1914, al momento de su entrada triunfal a Zacatecas o a Palacio Nacional.
Viva Villa.
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