Narcos, Gringos, 2024: AMLO en su encrucijada. Autor: José Reyes Doria

Foto: Especial | Cuartoscuro

José Reyes Doria

@jos_redo

Se dice, con mucha razón, que al presidente Andrés Manuel López Obrador solo dos poderes lo rebasan. Solo dos actores tienen la capacidad para frenarlo y someterlo. Se trata de los Estados Unidos y de el crimen organizado. Con los Estados Unidos lo hemos visto una y otra vez: desde la insolente imposición del trabajo sucio migratorio por parte de Trump, hasta la reciente amenaza de pasar por encima de nuestra soberanía para aniquilar a los carteles de la droga que el gobierno mexicano no ha podido aniquilar. No solo para México, para la gran mayoría de las naciones, el poder gringo es casi irresistible.

Cuando Estados Unidos ve amenazada no solo su seguridad nacional, sino las bases económicas, comerciales o financieras de su imperio mundial, no duda en aplastar leyes, soberanías o dignidades nacionales. Es decir, no es que AMLO sea particularmente sumiso ante Estados Unidos, pues el dominio gringo sobre México es histórico; sin embargo, en el caso del gobierno de la llamada Cuarta Transformación, la preeminencia estadunidense es más palpable debido a que internamente AMLO difícilmente es desafiado y a que ciertos factores irreductibles de la política imperial norteamericana han sido tocados en México.

El tema de los intereses económicos norteamericanos, como los relativos al sector energético-eléctrico, el maíz transgénico y otros, en algunos casos está llegando a las instancias de resolución de controversias del T-MEC. Pero la cuestión de la seguridad nacional norteamericana, asociada a la actividad de los carteles del narcotráfico mexicanos, se está convirtiendo en una bomba de presión creciente para el gobierno de López Obrador. La presión de Estados Unidos tiene una motivación visible y políticamente incuestionable, como lo es el problema de la intoxicación por fentanilo que mata a 100 mil estadounidenses al año. La exigencia de los diversos grupos políticos estadounidenses, emplazando al gobierno de Joe Biden a aplastar a los carteles que meten el fentanilo y otras drogas a Estados Unidos es cada vez mayor.

Como todos los conflictos significativos, este problema puede dispararse debido a un incidente específico acaecido en el peor momento. El secuestro y asesinato de ciudadanos estadounidenses en Matamoros, ha estado estimulando los ánimos más depredadores del establishment gringo. Escalan las presiones para que las fuerzas armadas norteamericanas destruyan directamente a los carteles narcotraficantes mexicanos, o que éstos sean declarados terroristas.  El problema no es menor ni inédito: es similar al caso del asesinato de Enrique Camarena, agente de la DEA, ocurrido en territorio mexicano en 1985. La reacción de Estados Unidos fue brutal, al grado que, en gran medida, la política de guerra contra el narcotráfico vigente en México en las últimas décadas, donde nosotros ponemos los muertos, tiene su origen en las represalias por la muerte de Camarena.

Más allá de argumentos de índole moral, como la cuestión de que los gringos enfocan de forma hipócrita y cínica el problema del narcotráfico, porque en su territorio no hacen nada por impedirlo, no castigan a los mafiosos nativos, venden armas indiscriminadamente a los carteles mexicanos, etcétera; más allá de esa cuestión que es muy útil para la narrativa mañanera en México, lo cierto es que estamos ante un problema creciente en la relación con Estados Unidos en materia de seguridad nacional, narcotráfico y complicidad de altos funcionarios del Estado mexicano con el crimen organizado. El juicio contra Genaro García Luna es una alerta en el sentido de que, los gringos no se van a detener en indagar estos fenómenos poniendo como límite el año 2012 correspondiente al final del sexenio de Felipe Calderón. La detención fugaz del general Salvador Cienfuegos, titular de la SEDENA con Enrique Peña Nieto, es una clara advertencia de que los Estados Unidos no se detendrán en fechas o sexenios específicos: nada hace pensar que no estén enfocando el ojo en la política de López Obrador contra el crimen organizado, las posibles complicidades y corrupciones.

Como sea, debido a estos factores, hoy, en la coyuntura de la sucesión presidencial de 2024, uno de los poderes que tiene capacidad de sobra para frenar en seco a AMLO, como son los Estados Unidos, está desplegando una serie de acciones que tienden a intensificar y ostentar ese dominio, sea en lo formal, en lo institucional o, de ser necesario para el juego político norteamericano, a través de acciones radicales de agresión a la soberanía y las instituciones mexicanas. No es exagerado caracterizar de esta forma el momento de la relación Obrador-EU.

Desde luego, la escalada del injerencismo norteamericano tiene el potencial de mover el tablero político mexicano de cara a las elecciones de 2024. Tiene un efecto dominó que puede afectar las alianzas internas, los equilibrios entre los grupos obradoristas, los acuerdos entre los factores reales de poder que se van alineando alrededor de Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard, Adán Augusto López, o Ricardo Monreal. Las múltiples ramificaciones de la presencia estadounidense en la economía, la tecnología, el comercio, las finanzas, la política de seguridad y demás ámbitos mexicanos, cobrarán mayor trascendencia en este momento de conflicto creciente; algunas de las “corcholatas” o los poderes fácticos que las impulsan detectarán espacios y oportunidades para agenciarse alianzas con actores gringos, para promoverse como garantes de la interlocución con el poderoso e irritado vecino del norte. Esto, entre otras diversas formas de la injerencia política de Washington en nuestro país.

Todopoderoso al interior, o casi, AMLO tendrá que lidiar con el imperio gringo para nombrar y encumbrar al sucesor o sucesora que desea. O al menos, para que los Estados Unidos no le impongan mil condiciones en el proceso sucesorio. Lo que no tienen capacidad de hacer PAN, PRI, ni el propio Morena, es decir, incidir en aspectos significativos de la sucesión presidencial de AMLO, sí lo van a hacer los gringos, como siempre, pero ahora con una motivación y circunstancias que apuntan a un intervencionismo rayano en la insolencia y la violación de la soberanía nacional. Fuerte dentro, débil fuera, es la gran paradoja del gobierno mexicano hoy.

El otro poder que tiene capacidad para desafiar y condicionar al gobierno de López Obrador, es decir el crimen organizado, hoy luce empoderado como en pocas ocasiones anteriores en el último medio siglo. Con el dominio de facto de vastas porciones del territorio nacional, con el control de cada vez más gobiernos locales, con la cooptación de fuerzas policíacas locales, con el tradicional poder financiero y de fuego, entre otros factores, el crimen organizado ha desafiado y desafía al gobierno de AMLO en una forma que difícilmente se abstendrá de intervenir en la sucesión presidencial. El episodio de la liberación de Ovidio Guzmán en 2019, es la muestra más gráfica del poder del crimen organizado, pero no es la única forma en que se expresa ese poder.

Diversos analistas y medios han alertado sobre la forma en que los diferentes grupos del crimen organizado han penetrado las estructuras de los partidos políticos y de los gobiernos. En muchas regiones, cada vez más, imponen candidatos, equipos y programas de gobierno, e incluso dirigentes de partidos políticos. Estas redes, constituyen una amenaza creciente contra la integridad y la autoridad del estado, y para decirlo de forma más llana, los tentáculos y el poder del crimen organizado tienen el potencial de condicionar al máximo las decisiones político-electorales estratégicas del régimen: sea con la amenaza de violencia física, sea con la advertencia de revelar las presuntas complicidades y financiamientos que, se sospecha, han existido.

En conclusión, la coyuntura mexicana ratifica aquello de que los vacíos de poder siempre se llenan. Hoy, los partidos políticos, los empresarios, los medios, las organizaciones sociales, los sindicatos, la academia, lucen débiles en algunos casos, y desarticulados en todos los casos. El gobierno de AMLO ha conquistado los espacios más importantes del poder político, el presupuesto, la comunicación, los órganos reguladores: domina el Congreso, la mayoría de los estados, en la Corte tiene los asientos necesarios para frenar la declaratoria de inconstitucionalidad de sus reformas. Aún con ese dominio, podría darse una serie de circunstancias que cambien las tendencias políticas y generen algún riesgo a su triunfo electoral en 2924; aunque esta posibilidad luce bastante lejana hoy en día.

Sin embargo, Estaos Unidos y crimen organizado podrían, en el marco del creciente conflicto actual, generar serios dolores de cabeza al Presidente, de tal forma que, dadas las circunstancias, tuviera que verse obligado a cambiar de corcholata, o aceptar que esos poderes impongan condiciones que resten dramáticamente margen de poder y soberanía al próximo gobierno. Todo puede ser, así es la política, así es el juego del poder. Suele ocurrir que, a pesar de la euforia triunfalista, nadie sabe para quién trabaja realmente. Veremos cómo transita el Presidente esta interesante coyuntura.

José Reyes Doria
José Reyes Doria

Politólogo por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.
Asesor parlamentario en diversos órganos de gobierno y comisiones de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.
Colaborador en portales informativos. Conferencista sobre temas legislativos y políticos. Consultor en materia de comunicación política, prospectiva y análisis de coyuntura. Contacto: reyes_doriajose@hotmail.com

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