Narco Historia | Los anexos: la otra cárcel mexicana. Autor: Luis Gerardo Dominguez

FOTO: SAÚL LÓPEZ /CUARTOSCURO.COM

Por Luis Gerardo Dominguez

El problema de las drogas en México no solo es un tema de seguridad, sino también de salud pública. Sin embargo, este frente ha sido relegado por el Estado a tal grado que han surgido distintas organizaciones que, basados en nada y practicantes de todo, violan día a día los derechos de los enfermos: los anexos.

Al “chino” lo conocí cuando apenas éramos unos niños. Convivimos por muchos años gracias a la escena de rock underground de nuestra ciudad natal. Sabía que consumía drogas, que era un desastre y que, en algún punto de nuestra adolescencia, lo internaron en un anexo. Por años, nos contó sus vivencias de forma cómica, burlándose de la situación y de todo lo que sufrió. A la fecha, creo que ocultábamos el trauma a través de risas que la inmadurez nos permitía.

            Ahora las cosas son distintas. Me siento en una cafetería con libreta, lápiz y grabadora en mano, delante del recién egresado en la Licenciatura en Relaciones Internacionales, Gabriel. Me dice que no es la primera vez que habla del tema conmigo, que qué quiero saber. Le pido que me repita lo mismo que me ha dicho a lo largo de la última década…

Entrevistador:

Gerardo: Ger

Entrevistado

Gabriel: Ga

Ger: ¿Por qué te internaron en un anexo?

Ga: Yo creo que llegué a un punto en el cual ya había consumido demasiadas drogas… ya realmente, ya no era yo… despertaba con moretones, con golpes. Había momentos de mi vida que se estaban borrando…. Mi mamá me decía “es que tienes anemia, te está pasando algo, te voy a llevar checar”… me hacen un examen de sangre y ¡tarán tarán! ¿no? Aparece toda la lista de drogas. Yo recuerdo que regresé de la prepa y vi a mi mamá en el sillón con una nota, así como las del banco (simula agarrar una nota mientras le tiemblan las manos)…. La neta nunca vi esa carta ni lo que decía, pero pues era el estudio del dopping.

Ger: ¿Cómo era el anexo?

Ga: En este anexo entras y es una puerta de metal con rejas que siempre está cerrada. Cuando va una visita o un nuevo anexado, la abren y pues ya te dejan pasar como a un estudio en el cual te toman tus datos. Cuando va la familia ahí la reciben y todo. Pero pues tú nunca la vas a ver más que cuando entras, te meten a la guarida del lobo ¿no?. Abren la otra puerta, que es una puerta de metal más reforzada y ya, te meten y está una sala de juntas que son un montón de sillas de plástico de coca cola, y hay unas que tienen recargadera, que son para los padrinos, y están los banquitos que son para los anexados. Y ya adentro adentro, pues ya está la caballeriza, el lugar más hediondo de todo el anexo, donde están todos los anexados, donde duermen, donde prácticamente se convive.

Ger: ¿Cómo es el tratamiento dentro del anexo?

Ga: El tratamiento psicológico empezaba a las 7 de la mañana, cuando te levantaban con una rola de banda, una rola de banda que hasta la fecha la escucho… ese disco de Ariel Camacho… lo odio… Ponían la rola y gritaban “¡A su realidad muchachos! ¡a su realidad! A lavarse los dientes” y todos los cepillos de dientes los tenían en un cartón donde le hacías un hoyo y le ponías tu nombre para que supieras cual era tu cepillo, y se lo llevaban para que no hubiera un loco que rompiera el cepillo; igual con los rastrillos… A las 8 empezaba la primera reunión. Era la única reunión donde leíamos el libro de los doce pasos, y siempre, siempre, siempre, estábamos con el primer capítulo. Yo leí el libro de doble AA. Y entiendes: este wey, su proyecto o su visión era diferente a cuando llego aquí en México. Acá dijeron “yo no voy a seguir tus reglas y vamos a tratar a estos weyes como si fueran animales”.

Después de esa primera reunión, donde nadie pasa a tribuna, almorzamos y siguen reuniones hasta las 8 de la noche.  En el resto de las reuniones, llega un wey que se pone de figura de moderador, “X pasa a tribuna”… y empiezas a desahogarte, a tirar tu historia. Y esa es la terapia. Escuchar las vivencias de la gente e intentar ver la manera en que, si tu sigues así, puedes terminar de esa manera… si había historias que te dejan la piel helada… Y los padrinos, que son los que tienen el contacto con tu familia, pues entrevistan a tu familia para darte donde te duelen… Yo recuerdo cuando pasó mi padrino “Hijo de tu madre, te crees una *****, tu familia te tiene miedo ******, ahí tienes a tu mamá temblando buscando un anexo para que su mongolito este bien…”

Ger: ¿Tenían cuidados médicos o psicológicos?

Ga: (Se carcajea) ¿No te estoy diciendo? si tu llegabas por alcohol y llegabas muy mal, que necesitaras curártela, te daban té de manzanilla con alcohol del 96. Llegan esos vatos tan hervidos, y no puedes cortarles el alcohol porque tienen delirium tremens ¿sabes? Ven p******* y te empiezan a gritar. Y en algunos casos hay Valium, pero realmente no hay un doctor que pudiera valorar eso. Nada más era “llegó un nuevo, tú y tú lo van a cuidar. Van a hacer vela toda la noche, te vamos a dar tu litro de café y dos panes y lo vas a cuidar toda la noche. Aquí tienes el pegue y la manzanilla, y lo cuidas. Y si se empieza a convulsionar nos avisas…” y pues le pides a dios que no se te muera en tu turno, así, literal.

Ger: ¿Tú familia le pagaba al anexo por tenerte ahí?

Ga: Si. La mensualidad te salía en 1200 pesos. Pero se vivía de donaciones. Se agradece a la gente que lleva el arroz y el frijol…. Hay personas que se encargan de ir a pedir esas cosas y de todo el desperdicio que se junta en el mercado lo llevan ahí, y nosotros lo separamos. Empiezas a separar lo que sirve. Unos bien podridos, otros no, unos con el cuchillo lo rompes. A veces la comida es mala porque el cargo de cocinero es un cargo de confianza: el cocinero es un anexado más. En su perra vida ha cocinado, y no le van a dar la responsabilidad a uno que va llegando, entonces con la pena, rífate. Una vez llevaron un caldo de iguana y estaba acedo, echado a perder, e hizo unos chilaquiles… creo que es la peor comida que he probado. Todo estaba acedo. Nos dio una infección a todos, y para tres bañitos que había y los setenta que eramos… Durísimo, y luego límpiate con periódico, porque las cosas que te lleva tu familia casi nunca te las dan… Tenía que arrugarlo, hacerlo bolita para que se hiciera suavecito.

¿Cómo saliste de ahí?

Los últimos días, todo se fue yendo a la mi****. Ya tenía tanto tiempo que ya me dejaban salir a mi casa. Entonces conseguía mota, regresaba, fumaba… y como ya no fumaba tanto, me dormía, me tumbaba. Un día desaparecieron unas pastillas, y te lo digo de corazón, y que chin*** el padrino que no me creyó, porque neta no me las robé yo. Se perdieron y me echaron la culpa a mí, porque tenía historial de consumidor de pastillas y andaba dormido todo el día… y luego me revisan y me encuentran la mota. “Nunca había visto un recaído express,” así me decían “recaído express.” Entonces me empezaron a castigar… recuerdo que pensé “¿Cuánto tiempo más voy a estar acá?” Al final, yo creo que fue por mi padrino de bautizo, que me vio tan jo****. A los pocos días me sacaron.

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