Por: Ivonne Acuña Murillo.
Este domingo 9 de julio murió el conocido político mexicano Porfirio Muñoz Ledo. Nadie mejor que él para ejemplificar con su vida pública la lógica y contradicciones de un sistema y una manera de hacer política. Tan cerca y tan lejos de la silla presidencial vivió la aspiración y la frustración repetida al sentirte llamado y merecedor a ocupar el máximo cargo que el poder podía ofrecer, en una época de marcado presidencialismo, y al que finalmente nunca llegó.
Porfirio Muñoz Ledo y Lazo de la Vega fue su nombre completo. Nació en el Distrito Federal el 23 de julio de 1933 y murió en la Ciudad de México, a punto de cumplir 90 años. Su padre, Porfirio Muñoz Ledo, fue profesor de educación física y su madre, Ana María Lazo de la Vega Marín, profesora de educación primaria. Fue político, diplomático y concienzudo estudioso de la política, dentro y fuera de las fronteras de México. Mente lúcida, brillante polemista, hombre culto e inteligente que transitó por las aguas mansas y las tormentas de un sistema político cuyos integrantes le permitieron encumbrarse para luego dejarlo caer.
Las raíces de la familia se encuentran en Guanajuato, estado que fue gobernado por sus tíos Octaviano y Manuel Muñoz Ledo, lo cual explica su propio intento por gobernar dicha entidad en agosto de 1991. Ese año, el proceso electoral y virtual ganador, el priista Ramón Aguirre Velázquez, fueron impugnados por Vicente Fox Quesada, candidato blanquiazul, al haberse encontrado evidencia del financiamiento ilícito por parte del entonces gobernador del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Rafael Corrales Ayala, en favor de su correligionario. La resolución de dicho conflicto bien podría considerarse como parte de lo que se conoce como “concertacesiones” entre el PRI y el Partido Acción Nacional (PAN), lo cual permitió que políticos de este último ocuparan las primeras gubernaturas hasta entonces copadas por el primero.
La decisión “salomónica” del entonces presidente Carlos Salinas de Gortari, vía el Congreso de Guanajuato, fue ceder la gubernatura a otro panista, a Carlos Medina Plascencia, y no a Fox Quesada, quien la “ganaría” en 1995 para posteriormente ocupar la silla presidencial en el año 2000. Esta decisión terminó con la carrera política de Aguirre Velázquez quien ya había ocupado diversos puestos en la Administración Pública durante el sexenio de José López Portillo, incluyendo el de secretario de Programación y Presupuesto. En 2003, hizo un intento fallido por volver a la política y colocarse como diputado federal por su otrora partido.
A diferencia de Ramón Aguirre, Muñoz Ledo continuó insistiendo para ocupar la y las posiciones de las que se creía merecedor, brincando, a su manera, todos los obstáculos que encontró a su paso.
Porfirio, como todo aquel que pretendía ser presidente de México, estudió la licenciatura en Derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), costumbre sostenida hasta que los tecnócratas impusieron la necesidad de estudiar Economía. Durante este periodo fue presidente de Estudiantes de la Facultad de Derecho. Posteriormente, realizó estudios de posgrado en la Academia Interamericana de Derecho Comparado en la isla de Cuba, en 1956 y concluyó el doctorado en Ciencia Política y Derecho Constitucional por la Universidad de París, en 1958. Como docente, impartió clases en la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM (1956-1960), en El Colegio de México (1964-1978) y en las universidades europeas de Toulouse (1959), París (19965), en Francia, y Oxford, en Inglaterra (1979).
Se desempeñó, de manera destacada, como embajador de México ante la Unión Europea y la UNESCO (1977) y representante permanente del país ante la ONU (1979-1985), en este cargo presidió el Consejo de Seguridad de ese organismo internacional. En la administración pública fue titular de la Secretaría de Trabajo y Previsión Social (1972-1975) y de la Secretaría de Educación Pública (1978-1977). También presidió la Junta de Gobierno del Fondo de Cultura Económica (1977-1979). Se desempeñó igualmente como vicepresidente del Comité Planetario para Negociaciones Económicas Mundiales (1980-1985) y presidente del Grupo de los 77 (1983-1984).
Ocupó asimismo curules en el Congreso de la Unión siendo senador de la República (1988-1994) por el Partido de la Revolución Democrática (PRD); diputado local constituyente de la CDMX (2016-2017) y diputado federal en tres ocasiones: (1997-2000) por el PRD, (2009-2012) por el Partido del Trabajo (PT), (2018-2020) por el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). En esta última ocasión fue propuesto por Morena para desempeñarse como presidente de la Cámara de Diputados, lo cual le permitió tomar protesta y entregar la banda presidencial a Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Este hubiera sido el cierre perfecto de una carrera política relativamente exitosa. Pero, no fue así, el inquieto político no podía conformarse y dio los últimos bandazos. En 2019 intentó, sin éxito, convertirse en presidente nacional de Morena y al no lograrlo buscó reelegirse como diputado federal por el mismo partido sin conseguirlo. Finalmente, sus críticas al presidente López Obrador y el proyecto de la Cuarta Transformación lo alejaron del Congreso y una supuesta representación de México en la Isla de Cuba. En enero de 2022 Muñoz Ledo aceptó, públicamente, una embajada que, al parecer, no le había sido ofrecida.
En la conferencia matutina del 21 de enero, a pregunta expresa, el presidente afirmó no tener información sobre eso y remitió a las y los periodistas a preguntarte al secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard Casaubón, dando al traste con la aceptación de Porfirio y dejando en evidencia el alejamiento entre ambos. No se sabe si realmente Ebrard hizo dicho ofrecimiento sin contar con el presidente o si Muñoz Ledo pretendió presionar públicamente para que le fuera ofrecida la embajada de México en Cuba. Ante la negativa presidencial, la respuesta de Muñoz Ledo no se hizo esperar, afirmó que “El presidente de México no tiene palabra” y desde entonces arremetió en diversas ocasiones en contra de AMLO y sus acciones. Por ejemplo, respecto de la iniciativa de reforma electoral dijo no ver ninguna reforma, tan solo una provocación.
Esta arremetida hizo ver a Muñoz Ledo, ante la opinión pública, como un ambicioso dispuesto a destruir aquello por lo que dijo haber luchado y como un traidor a un proyecto largamente buscado desde su salida, junto con Cuauhtémoc Cárdenas Solorzano e Ifigenia Martínez y Hernández, del PRI, confirmando lo que ya se le había criticado, la falta de escrúpulos para pasar de un partido a otro y apoyar a personajes claramente de derecha como Vicente Fox Quesada.
Así, los proyectos que decidió apoyar y sus ambiciones políticas le llevaron a “saltar” de un partido a otro: del PRI al Frente Democrático Nacional (FDN), precursor del PRD, de este al PT, de este a un partido menor, el Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM), del que fue candidato a la presidencia de la República en el año 2000, papel que sin empacho alguno abandonó para declinar en favor de un panista, aquel que había “sacado al PRI de Los Pinos” y que “no se rajaba”, como dejó ver en entrevista con la periodista Elisa Alanís (“Crítico y buen BAILARÍN: la vida de Porfirio Muñoz Ledo #ConElisa, patrocinada por Ipstori y el Colegio Europeo de México, Con Elisa, YouTube, 2022), lo que le valió ser nombrado embajador de México ante la Unión Europea (2001-2004).
La sólida pero accidentada carrera política de Muñoz Ledo bien puede leerse en clave de un sistema político presidencialista en el que más de uno se ha creído “el elegido” a ocupar la silla presidencial, sea por méritos propios o por voluntad de quien encabeza la estructura presidencialista. Los méritos de Porfirio no están en duda, de ahí que se haya tomado parte amplia de esta colaboración para hacerlos notar. Es con respecto al segundo factor y en función de ciertos contextos histórico-políticos, como aquel en que pretendió ocupar la gubernatura de Guanajuato, que sus aspiraciones se vieron truncadas.
En más de una ocasión el avezado político sintió que la “Revolución le haría justicia” y que al fin estaba en línea directa para ocupar la silla presidencial como le augurara su profesor de Civismo cuando cursaba la secundaria: “‘Tú vas a ser presidente de México’. Y me fregó, porque definió mi carrera política y, además, porque nunca fui presidente ni lo seré.” (Carina García, “¿Quién fue Porfirio Muñoz Leso, líder histórico de la izquierda?”, Expansión Política, 9 de julio de 2023).
Por ejemplo, en el sexenio de Luis Echeverría Álvarez cuando la sucesión parecía estar a la mano de tres funcionarios: Mario Ramón Beteta, Muñoz Ledo y José López Portillo y al final recayó en este último, como él mismo Porfirio relató en la entrevista Con Elisa.
Una segunda oportunidad se dio en el año 2000 cuando Muñoz Ledo asumió que era su turno. Cuauhtémoc Cárdenas ya había sido candidato a la presidencia en dos ocasiones, en 1988 y en 1994, de manera que lo oportuno era pasar la estafeta al otro político que junto con él y Efigenia Martínez habían fundado el FDN y el PRD. Pero ¡oh desilusión!, Cárdenas no se mostró dispuesto a soltar la candidatura. Esto explica porque Muñoz Ledo abandonó el PRD y aceptó la candidatura del PARM. Lo que no explica es que Cuauhtémoc se sintiera con más derecho que su correligionario a ser presidente de México como lo había sido su padre, el general Lázaro Cárdenas del Río (1934-1940). De manera, que a la carrera política se sumaba una especie de “derecho de sangre”, con el que Porfirio no contaba. Para Cárdenas hijo era casi “un destino inequívoco” ser presidente, mientras que para Porfirio era el fin lógico de una gran carrera política y un sinfín de esfuerzos. Como sea, por decisión presidencial, por fraude o por destino ninguno de los dos logró su propósito. Amargura que les ha acompañado por décadas y que se ha volcado, en una especie de iluminación de la cual ambos se sintieron imbuidos, en una serie de críticas y desacuerdos con la manera en la que, quien sí llegó, ha concretado el proyecto que ayudaron a fundar.
No se puede negar, que fue Muñoz Ledo un político echado para adelante. Habrá que recordar que fue el primero en interpelar a un presidente en funciones, Miguel de la Madrid Hurtado (1982-1988) en su último informe de gobierno debido a la llamada “caída del sistema” y en criticar al siguiente, usando lo dicho por él mismo, para afirmar que Salinas de Gortari “veía visiones”, si la memoria no falla.
Volviendo al presente, al final de su vida ha tratado de explicar el porqué de algunas de sus controvertidas decisiones. De Vicente Fox Quesada dijo: “Yo apoyé a Vicente fundamentalmente porque sabía que no iba a fallar, pus ¡todos me habían fallado! (¿Echeverría, Cárdenas…?) Pues que importa. El aceptó la reforma del Estado, él la aceptó solemnemente la reforma del Estado […] Luego se rajó, pobre Vicente, su matrimonio lo…, ya no digo más… convirtió en una basura la historia e impuso (inaudible) la pervirtió, la traicionó en la elección de Calderón, Calderón fue un desastre.” (Entrevista con Elisa Alanís)
Para que se entienda porqué ha cuestionado al gobierno de AMLO sostuvo, en la misma entrevista, que: “Yo quiero que se entienda, por eso te he contado mi vida que es reflejo de lo que soy. Con todos los presidentes, con todos mi jefes, he sido crítico, es lo que te quiero probar. Es el sentido mismo de esta entrevista.”
Sin embargo, no puede concebirse la trayectoria de un político y pensador brillante, hay que decirlo, como Porfirio Muñoz Ledo, con sus aciertos y errores, sin analizar el contexto en que mayormente esta se dio. Primero, en el marco de un sistema presidencial en el que la voluntad prácticamente de un solo hombre marcaba el derrotero de la carrera política personal, para bien y para mal. El mismo Muñoz Ledo dijo a Alanís que alguna vez Gustavo Días Ordaz (1964-1970) sostuvo que: “en México todo sale de presidencia o todo llega a presidencia”. De esta suerte, Porfirio vio marcada su trayectoria por decisiones que estuvieron fuera de su control, entre ellas la elección de López Portillo y de Carlos Salinas de Gortari como presidentes de la Nación. Con el segundo vino un cambio de rumbo dejando de lado el nacionalismo revolucionario que en algunos casos buscaba favorecer a las masas, y del que Porfirio se dijo defensor, al neoliberalismo y su inclinación a beneficiar a ciertas élites políticas y económicas.
Después, la historia cambió y cuando Porfirio se dio cuenta las veletas de la transformación apuntaban hacia otro lado. Fue entonces que volvió a escuchar el llamado del pueblo y volvió, como el hijo pródigo, a las filas del movimiento que lo había hecho posible tratando, nuevamente, de desempeñar un papel protagónico. Para mala suerte suya, sus posibilidades fueron limitadas y su protagonismo se vio nublado por su proclividad de oráculo y su costumbre de criticar todo aquello que no fuera obra suya.
De López Obrador llegó a decir, el día de la toma de posesión que: “Era un hombre trasfigurado. Se mostró con una convicción profunda, más allá del poder y la gloria. Se rebeló como un personaje místico, un cruzado, un iluminado”, para luego desdecirse y sostener que: “No tenía ninguna señal de que Andrés fuera quien es […] un mentiroso […] Porque miente como habla […] Andrés Manuel no se ocupa de saber qué es lo pasa, tiene su cartabón de antemano, tiene, peor que el viejo régimen, la famosa 4T […] y qué es la 4T… ‘nada’ ”. (Entrevista con el periodista René Delgado, “No tenía ninguna señal de que Andrés fuera quien es, un mentiroso”/Muñoz Ledo”, Entre Dichos, El Financiero Bloomberg, YouTube).
Al final, creó la percepción de haber perdido objetividad al criticar aquello que, queriendo o no, apoyó de palabra y obra. Por su parte, el presidente López Obrador, haciendo a un lado sus últimos desacuerdos y buscando reconciliarse con la memoria de su cercano correligionario, publicó en Twitter sus condolencias: “Lamento el fallecimiento de Porfirio Muñoz Ledo, con quien por mucho tiempo tuve coincidencias. Las discrepancias recientes no borran los buenos y largos momentos de amistad y compañerismo; mucho menos su legado político. Abrazo a sus familiares y amigos”.
Es así como Porfirio Muñoz Ledo, tan cerca y tan lejos de la silla presidencial, deja esta vida para intentar en la siguiente, si es que existe, ocupar el lugar para el que se sintió predestinado.
Mirada desencantada
No solo se muere de manera natural. Un periodista más es asesinado y con él se asesina el derecho a saber y estar informada(o). El corresponsal de La Jornada, Luis Martín Sánchez Iñiguez fue plagiado el 5 de julio en Tepic, Nayarit y encontrado sin vida y con signos de violencia la mañana del sábado 8 de julio. Pero el suyo no es el único caso, personal de la Fiscalía General de Justicia de la Nación (FGJN) informó de otros dos comunicadores desaparecidos, Osiris Maldonado de la Paz y Jonathan Lora Ramírez, quienes en “en algún momento colaboraron en proyectos conjuntos relacionados con su ocupación”. Lora apareció con vida, pero no así Maldonado de la Paz de quien aún no se tiene noticia.
Desafortunadamente, Luis Martín Sánchez es el tercer corresponsal de La Jornada que es privado de la vida por cuestiones relacionadas con su labor periodística. El 23 de marzo de 2017 fue asesinada la corresponsal en Chihuahua, Miroslava Breach Velducea, y el 15 de mayo del mismo año, Javier Valdez Cárdenas, quien se desempeñaba como corresponsal en Sinaloa. Ambos homicidios, de acuerdo con la Fiscalía General de la República (FGR), fueron cometidos por integrantes del cártel de Sinaloa en represalia por publicaciones relacionadas con actividades del narcotráfico. (Gustavo Castillo García y Rolando Medrau, “Ligan el asesinato de Luis Martín Sánchez a su labor periodística, La Jornada, 9 de julio de 2023).
La hija del corresponsal afirmó con pesar que: “A mi padre la verdad no lo hizo libre, ¡la verdad lo mató!”.
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