Mirada desencantada | Marcha por la 4T: no me lo contaron, estuve ahí como una acarreada más. Autora: Ivonne Acuña Murillo

Foto: Captura de pantalla (Twitter)

Por: Ivonne Acuña Murillo

Sonó el despertador a las 6 de la mañana como estaba programado. Salté de la cama…, mentira, me levanté como siempre de un solo impulso, pero sin apresuramiento. Me bañé, preparé el lunch de mi hija, guisé pescado para comer por la tarde y me di la acostumbrada “manita de gato”: un poco de rubor en las mejillas y rímel en cejas y pestañas. Salí de casa algo tarde, a las 7:25. La idea era salir a las 7 porque en domingo las peseras que te llevan a la estación del Metro Toreo, como se le conoce, o Cuatro Caminos su nombre oficial, brillan por su ausencia. En lo dicho, esperé unos 20 minutos antes de que pasara una. Ya en camino, pensé que iba a llegar tarde a la cita en el(la) Ángel de la Independencia y que de seguro no encontraría a nadie conocido con quien marchar, aunque al final era lo de menos, no es la primera vez que voy sola a una marcha.

Rumbo al metro seguía pensando en qué era lo más conveniente: bajarme en Revolución y caminar de ahí al histórico monumento o tomar el Metrobús en dirección El Caminero, bajarme en la Glorieta de Insurgentes y caminar desde ahí. Al final, resolví tomar la decisión ya estando ahí en función de las circunstancias. Fue así como las autoridades de la Ciudad de México (CDMX) resolvieron la disyuntiva al cerrar las instalaciones del Metrobús, asunto arreglado, ¡a caminar se ha dicho! Solo tuve que unirme a las personas que con botellas de agua en mano, gorras, viseras, sombreros, pancartas, banderines, carriolas, niñas y niños en brazos o de la mano enfilaban sus pasos por Insurgentes para llegar hasta Paseo de la Reforma y de ahí al Ángel.

En el camino, traté de entablar conversación con algunas personas, una pareja citadina, tres mujeres indígenas con bebé en brazos, pero mostraron desconfianza ante una persona desconocida que, sin gafete de prensa, quería saber por qué marchaban. Cuando pregunté si iban a la marcha de Obrador, las mujeres me dijeron, a regañadientes, que iban a “otra marcha”, a la de la jefa de gobierno, entiéndase Claudia Sheinbaum. No sé si lo creían en serio o lo dijeron para despistarme.

Decidí entonces hablar conmigo misma y grabar para mí la crónica de lo que veía y escuchaba. Lo primero que observé fue a mucha gente que como yo, iba sola, otras en pareja o en grupos de amigos, amigas y muchas más con su familia. Hasta ese punto, no se veían aún los contingentes con banderines, mantas, logos. A estos los encontré unas cuadras más adelante junto con algunos autobuses turísticos parados ya vacíos y otros de transporte público repletos de gente.

Ya desde esas primeras calles se comenzaba a corear “Es un honor estar con Obrador” y “Que sí, que no, que como carajos no”. No faltó el corrido sobre AMLO cuyas frases decían  que “la esperanza es el viento poderoso”, que no se le dejaría solo y que se caminaría con él. Comenzaron a sonar también las batucadas, la grabación del vendedor de tamales, los cuetes, los gritos de “Con AMLO hasta el final”, “No estás solo” y “Presidente, presidente”.

No podían faltar en el recorrido las manzanas con chamoy, los tacos de canasta, los dulces, las barritas de amaranto y cacahuate, los bombones con la figura de AMLO, los mariachis, los helicópteros y los drones surcando el cielo.

Una vez sobre Reforma pude ver el Ángel a la distancia. Seguí caminando y a punto de llegar, noté que las personas caminaban en sentido contrario al mío, eran las 9:15 de la mañana, por lo que inferí que había comenzado la marcha. Y como se dice que “al lugar que fueres haz lo que vieres”, comencé a caminar en sentido inverso a la estatua alada. A partir de ese momento, me sumergí en un río de gente, afortunadamente mi experiencia en el Metro en horas pico me sirvió pues pude meterme a voluntad entre las personas, aunque debo confesar que, en algún momento, el mar de gente me movió hacia atrás, hacia adelante, a un lado y al otro. Creí estar en un concierto de la banda alemana de metal industrial Rammstein. Afortunadamente, nos encontrábamos en un lugar abierto y el sol todavía no caía a plomo, por lo que no se completó la experiencia con la mezcla de mi sudor con el ajeno. Sin embargo, debo decir que por momentos se abría espacio (algunos centímetros) entre quienes participamos en la marcha provocando la sensación de estar en un oasis. Nunca mejor dicho: se marchó codo con codo, espalda con pecho, brazo con brazo, etcétera.

Nada me importó, me había propuesto hacer de esta marcha histórica, sí histórica, una experiencia única y ¡vaya que lo fue!

Al inicio de esta encontré a una mujer dispuesta a conversar, me preguntó si también iba sola, aunque ella ya se había encontrado, de milagro, con una amiga. Aproveché para repetir la pregunta de por qué marchaban. Me respondió que porque nunca habíamos tenido un presidente “tan a toda madre” y eso había que celebrarlo. En ese momento, comenzaron a decir que el presidente estaba caminando por uno de los carriles centrales de Reforma, justo al lado de nosotras. Nos separamos pues decidimos estrategias diferentes para tratar de verlo. No sé si ellas lo lograron, yo no. Pude cruzar entre la gente apostada en el carril contiguo, pero no encontré lugar para subirme al camellón con jardinera que separa ambos lados. Decenas de personas lo ocupaban ya y las flores y la inclinación del concreto premezclado hacían complicado el intento de escalar. Sin embargo, si alcancé a ver a los grupos de reporteros que con cámaras en mano grababan al presidente.

Después de eso me fue imposible seguir el paso de AMLO por la avenida, sin verlo se hacía difícil saber si estábamos caminando en paralelo o no. Lo dificultaban también los diversos testimonios de personas que decían que “ahí venía”, “que se había retrasado pues la gente no lo dejaba avanzar”, “que iba adelante, que iba atrás”, “que ya había pasado” y otras versiones similares. Más tarde, opté por escuchar alguna estación de radio que estuviera transmitiendo en vivo y en alguna se dijo que ya había llegado a La Torre del Caballito y que lo esperaban en Avenida Juárez donde daría la vuelta. Al final, cuando llegué a la obra de Sebastian (sin acento), había personas apostadas a los lados convencidas de que el presidente aún no había pasado.

En el inter y convencida de que me sería difícil ver a AMLO me dediqué a grabar los coros de voces y a tomar fotografías y videos de aquello que ocurría frente a mis ojos. Así pude escuchar de nuevo, una y otra vez, la tradicional frase “es un honor estar con Obrador” y su derivación “es un honor marchar con Obrador” y otras nuevas, alusivas a la hipótesis de que AMLO llenaría su marcha con puros acareados, como aquella de “No vine por mis tortas, vine por mis huevos” y su versión femenina “No vine por mis tortas, vine por mis ovarios”.

Expresiones como esta fueron recurrentes durante la concurridísima marcha haciendo eco de lo que el propio presidente llamó, en la conferencia de prensa del viernes 25 de noviembre, “La marcha de los que vienen acarreados”, afirmando que: “Son muchos acarreados porque están muy contentos por el combate que ha habido a la corrupción. Hay millones de personas que van a venir acarreados porque vienen a celebrar de que ya no domina la oligarquía en México. Vienen muchísimos acarreados que están contentos de que haya una auténtica democracia en nuestro país. Vienen muchísimos acarreados que están contentos porque el prepuesto público ya es verdaderamente público y no se queda en manos de una minoría y se distribuye con justicia y alcanza a todos como nunca había sucedido. No pueden venir todos porque no hay camiones…”. Hábilmente el primer mandatario se apropió así de la afirmación hecha por sus malquerientes, especialmente aquellos que marcharon el 13 de noviembre en defensa del INE, en torno a que la de AMLO sería una marcha con puros acarreados.

Muchas personas se adueñaron de la idea del acarreo y no dejaron pasar la oportunidad para portar pancartas con leyendas como: “No soy acarreado, estoy harto de pagar sueldos a parásitos pluris e INE”; “Soy acarreado por el amor a mi presidente”; “Soy indio patarajada (sic) y vine por mis webs.com”; “¡Sí somos acarreados! Luchamos por la continuidad, profundización de la 4ta. Transformación”. El mismo periodista Epigmenio Ibarra dijo, en entrevista, que era “un acarreado”, pero que no habría tortas ni frutsis suficientes para darle a todos “los acarreados” que se habían dado cita en esta marcha. Hubo asimismo gente coreando: “No soy acarreado” y “Nadie nos pagó, no somos acarreados venimos por amor”.

A lo largo de las calles por las que pasó esta marcha destacaron las imágenes de mujeres adultas mayores en sillas de ruedas que eran empujadas por sus familiares, de otras y otros que ayudados con un bastón decidieron caminar con su presidente. De hombres ancianos, uno de ellos con un folder azul que tal vez contenía una petición que quería entregar al presidente. Gente con playeras del color de Morena y con la frase “México te AMLO” (formando la “o” con un corazón). Muchos hombres con máscaras de AMLO y personas adultas y alguna niña con un muñeco de ALMO entre los brazos. Familias, hombres y mujeres con bebés de brazos, niñas y niños pequeños que muy probablemente este domingo se estrenaron en esto de marchar. Mujeres que sostenían cartulinas: una amarilla con la frase “AMLO no se toca”, en referencia a la consigna de que “El INE no se toca”; otra con la leyenda “Estoy aquí por amor a mi querido presidente”; una más con un collage de fotos de AMLO en sus diferentes etapas.

En otras pancartas se hacía mención de las iniciativas de López Obrador como: “Ya basta de mantener tantos huevones del INE, sí a la Reforma Electoral” y en alguna otra se hacía notar la adhesión al proyecto presidencial: “Soy empresario y apoyo a la 4T”.

No cabe duda en mí, pues lo vi, no me lo contaron, que la gran mayoría de la gente que marchó el domingo 27 de noviembre de 2022 lo hizo convencida de las virtudes de aquel a quien siguen e incluso aman, pues “amor con amor se paga”. Fenómeno sin precedentes que deberá ser analizado desde la Ciencia Política, la Sociología, la Antropología y la Psicología Social, por lo menos.

Al final, no pude ver a AMLO más que en forma de muñecos de peluche, figuras de papel mache, máscaras, fotos, dibujos y paletas de bombón. Pero sí vi al periodista Jorge Armando Rocha quien también peguntaba a la gente por qué marchan. Me acerqué y le repetí la pregunta y desconcertado dijo que iba en su calidad de reportero y al volver a preguntarle dijo que por compromiso y convicción. Pasó cerca de mí Hugo López-Gatell empujando una carriola y tomándose selfis a petición de la gente que le agradecía su gestión durante la pandemia. Un hombre incluso le dijo “te amamos cabrón”. Al inicio se le vio halagado, pero en unos minutos su expresión cambió y pareció sentirse incómodo ante el avance de la gente.

Me acerqué también a Gerardo Fernández Noroña quien era cuidado por hombres que le hacían valla y que me permitieron pasar y tomarme con él una selfi. En esos momentos hubo quienes corearon “AMLO presidente, Noroña es el siguiente”. Hablé también con Jesusa Rodríguez a quien pregunté si no iba a estar en el templete con AMLO a lo que respondió que había tanta gente que por poco le rompían un brazo al intentar mantenerse cerca. Por supuesto, a Jesusa también le pedí una selfi.

Me encontré también con el monero Rapé (Rafael Pineda) quien caminaba gustoso al lado de algunas personas y en medio de gente que le reconocía y felicitaba por sus aportaciones al debate público. La selfi con él también se hizo.

Pude ver a la distancia de unos tres metros a Mario Delgado, presidente nacional de Morena y el cabello rojo intenso de Layda Sansores. Aunque no la vi supe que iba con Mario pues lo oí decir a gente que sí alcanzó a verla. Traté de acercarme a ellos, pero la marea humana me llevó por otro rumbo y los perdí de vista. De la misma manera que con Layda, supe que iba detrás del grupo de Delfina Gómez, posible candidata a ocupar la gubernatura del estado de México el próximo año. Tampoco me fue posible verla.

Lo que sí presencié fue la grabación del sketch de Nora Huerta, quien parodia a López Obrador en la sección “La Nocturnera” (en clara alusión a la “Mañanera”), del programa Operación Mamut, que se transmite los domingos a las 10 de la noche por Canal Once.

Para concluir, me queda repetir algunas consignas más: “No hay nada más chingón que estar con Obrador” ; “No somos uno, no somos cien, pinche derecha cuéntanos bien”; “Honesto, valiente, así es mi presidente”, “Querían ver rugir al tigre es lo que querían” y “Fuera Monreal” y mencionar que hizo su aparición el “Cielito lindo” con los instrumentos y la voz  que uno de los mariachis presentes ofreció a la multitud que lo entonó con un gran sentimiento patriótico.

Mirada desencantada

No podía quedar fuera, en medio de esta fiesta popular, el señalamiento a quienes se considera traidores a la Patria. Hicieron su aparición en pendones personalizados en los que se incluía la foto, el nombre del personaje o personaja y una breve descripción de su traición. Es el caso de: Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo Ponce de León, Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, Enrique Peña Nieto, Dante Delgado, Beatriz Paredes, Rubén Moreira, Margarita Zavala, Miguel Ángel Mancera, Santiago Creel, Lilly Téllez, Brozo, Carlos Loret de Mola y otros.

<em>Ivonne Acuña Murillo.</em><br>
Ivonne Acuña Murillo.

Socióloga feminista, académica de la Universidad Iberoamericana. Analista política experta en sistema político mexicano y género. Autora de más de 250 artículos periodísticos y 25 académicos publicados en periódicos y revistas de circulación nacional. Ha contribuido al análisis del presente y el futuro de un país que se desgarra en múltiples medios escritos, radiofónicos y televisivos, tanto nacionales como internacionales.

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