Tal vez algún día se recuerde a la era de la información como aquella en la que los chismes, especulaciones y noticias falsas se propagaron como la peste en el siglo II. Por más aplicaciones caza-bots que surjan diariamente, todo acaba convirtiéndose en meme y a veces, nadie sabe cuál es la verdad.
Y es que “todo lo que escuchamos es una opinión, no un hecho. Todo lo que vemos es una perspectiva, no es la verdad”. Lo dice Marco Aurelio, en el siglo II. Además de emperador romano y filósofo estoico era un hombre que creía en la paz; sin embargo, tuvo que pasar gran parte de su mandato combatiendo contra los pueblos germánicos, que amenazaban la frontera del Imperio.
Además de esa guerra, el emperador debió enfrentar una revuelta encabezada por el general Avidio Casio, uno de sus hombres de confianza. Y es que Casio había sido engañado con la noticia falsa sobre la muerte de Marco Aurelio; pero cuando se confirmó que el emperador estaba vivo, fue ejecutado por sus propias tropas, tras haber permanecido “solo cien días en el poder” (cien días en el siglo II no parece ser tanto, pero hoy, es suficiente para írsele a la yugular a cualquiera).
A mis alumnos –para quienes la eternidad equivale al lapso que transcurre en lo que los iphones se actualizan– lógicamente les desespera esta historia. Pero tal vez no solo a ellos, sino a todos los que vivimos después del Proyecto Xanadú.
Esta semana algunos nos enteramos de que el Proyecto Xanadú de Ted Nelson, que dio origen a la World Wide Web, cumplió 30 años y que tiene sus orígenes en viejos proyectos de la década de los 60, como el hipertexto: un sistema que permite que un mismo documento aparezca en múltiples contextos sin tener que haber sido duplicado.
Algunas veces la vida toma prestados términos de la literatura o la mitología, en su búsqueda de la palabra precisa para atrapar el sentido de las cosas. Así, el nombre del proyecto fue retomado de un poema del escritor romántico Samuel Taylor, inspirado en una ensoñación bajo la influencia del opio. En los versos describe Xanadú como un lugar de placer construido junto a un río sagrado que alimentaba una magnífica fuente y “corre a través de cavernas inconmensurables para el hombre, hacia un mar sin sol”. Así, el término Xanadú se convirtió en epónimo de lugar mágico (como la web).
En el proyecto subyace la filosofía de democratizar del acceso a la información. En una entrevista, Nelson mencionó que, en los años 60 y 70 los jóvenes que creaban comunas y creían en el amor libre, estaban esperanzados por una nueva economía: “El espíritu de esa época se infiltró en el mundo de la informática y había esa sensación de que «esta vez puede ser diferente», porque la informática era artesanal… No imaginábamos monopolios como los que existen ahora, sino que los ciudadanos-programadores serían los líderes, con otra visión de la democratización y las expresiones artísticas”.
El proyecto no se realizó de la manera en la que fue concebido, pero es el fundamento de la World Wide Web que cambió nuestras vidas de una manera que no hace falta describir, pero que muchos dolores de cabeza le habrían ahorrado al emperador Marco Aurelio.
Podemos expresar, intercambiar y desarrollar libremente todos nuestros pensamientos ideas, opiniones, razonamientos y ocurrencias (con algunas reservas, claro, cuando tu mamá o tu jefe te siguen en tuíter). Pero también sirve para simular y engañar, aprovechándonos –entre otras cosas– de la pareidolia: un fenómeno psicológico según el cual, a partir de un dato o estímulo aleatorio –por ejemplo, una imagen– percibimos erróneamente algo que no está ahí. Por eso estamos seguros de ver animalitos en las nubes, virgencitas en el piso del metro Hidalgo, tratados ocultos o conspiraciones malignas por todos lados.
En esta tendencia de ver lo que queremos ver se alimenta de un factor importante: Ser es ser percibido, como dijo George Berkeley.
En términos prácticos, no importa que hayas o no participado en campañas de denostación contra alguien… importa lo que los demás crean y reproduzcan la idea. Ser es ser tuiteado, seguramente diría aquel filósofo ahora.
Durante cien días, Roma estuvo en guerra por causa de la desinformación. Me pregunto: ¿qué tan distantes estamos de los días de Marco Aurelio?
@vasconceliana