Lydia: la heroína de esta película (columna de María Isabel Puente en POPLab)

Ilustración: Einnar.

El 3 de febrero se dio a conocer el arresto de Mario Marín “El gober precioso” luego de la orden de aprehensión que se le giró en 2019 y el cateo realizado a la casa de su hermana en Acapulco, la razón fue por las torturas y acoso judicial que ordenó contra Lydia Cacho en 2005.

María Isabel Puente | POPLab.

De los libros más difíciles que he leído, abandonado, retomado y nuevamente abandonar, ha sido Memorias de una infamia de la periodista Lydia Cacho Ribeiro. Para quienes lo han leído, y si alguien ha tenido el corazón de llegar hasta el final, no me dejarán mentir que en él se vierten experiencias crudas y humillantes que no pueden dejar al lector indiferente.

Esa sensación de ira, impotencia e indignación muchas personas en mayor o menor grado la hemos vivido al ser privadas del reconocimiento a nuestra dignidad humana. La desfachatez con la que fue detenida, la prepotencia con la que procedieron decenas de actores judiciales y políticos, sólo de leer su libro y mirar las entrevistas realizadas a Lydia transmiten la ansiedad que vivió por horas y ahora años. Cómo iba a ser posible que aquella mañana de 2005 cambiaría el resto de su vida.

Si bien, quien escribe estas líneas trató de seguir leyendo memorias de una infamia entre estaciones del metro, entre noches serenas y cafés del centro, simplemente tuvo que darse por vencida. He de confesar que no había capítulo en el que no soltara algunas lágrimas de coraje, indignación, tristeza y miedo.

El caso de Lydia Cacho es emblemático: ella se encuentra en riesgo inminente y permanente de ser objeto de venganzas de actores políticos y empresariales pues nuestro país le ha negado la justicia, tan sólo una raquítica disculpa pública por parte del Estado, no obstante, su principal apoyo lo ha recibido de organizaciones como Artículo 19 y la Relatoría por la Libertad de Expresión de la ONU. De aquí hay puntos que no podemos perder de vista:

México, además de ser de los peores países para ejercer el periodismo en el mundo, es de los peores para ser mujer en Latinoamérica y de los más corruptos según Transparencia Internacional. En el imaginario colectivo mexicano generalmente no se denuncia a menos que sea necesario para realizar algún trámite burocrático o bien, porque se tiene la certeza de quiénes fueron los responsables. Pocas personas, como la protagonista de esta columna, denuncian a pesar de las adversidades.

México también ocupa el cuarto lugar a nivel mundial de periodistas muertos por COVID.

Quienes hemos tenido el coraje de denunciar injusticias, sabemos que es un proceso largo, revictimizante, cansado, caro, injusto y muchas veces solitario. Es agobiante tener que declarar hasta el cansancio en tribunales y prensa, volver a vivir aquel mal trago. Lydia Cacho lleva 15 años denunciando a del exgobernador de Puebla (2005-2011) Mario Marín, al empresario Kamel Nacif “el rey de la mezclilla”; al exdirector de la Policía Judicial estatal, Hugo Adolfo Karam, y al excomandante Juan Sánchez Moreno, por el delito de secuestro.

El problema en este primer punto es que, sí, se detuvo a Mario Marín, y sí, a marchas forzadas pareciera haber justicia para Cacho Ribeiro, no obstante, las redes de pornografía infantil continúan articuladas.

Lo segundo que tenemos que considerar es que Lydia Cacho no tiene acceso a la misma tecnología que la policía, ni a la misma preparación, laboratorios, especialistas, etc. No obstante, ella siempre supo y dio con el paradero de sus agresores. Ella siempre denunció otros fraudes que años después fueron investigados (en el mejor de los casos). Ella siempre supo de todas las redes de prostitución y pornografía infantil, ella siempre demostró todo. Y el gobierno, quizá de vez en cuando movió un dedo. Entonces aquí lo que falta no son medios de investigación.

Bueno, si ella con preparación, personal y recursos limitados pudo comprobar delitos para los que la policía y el estado tienen por demás medios, personal, herramientas legales y tecnológicas, es no sólo un claro indicio de corrupción y de falta de voluntad del Estado para investigar y sancionar dichos delitos. También es una clara muestra de que en nuestro país son permitidas las redes de prostitución y pornografía infantil, el abuso de poder y los excesos de empresarios y políticos.

¿Qué nos quiere decir el trabajo de Lydia Cacho?

México encabeza las cifras de los países con mayor violencia sexual, turismo sexual, pornografía y embarazos adolescentes e infantiles. Los derechos de las niñas y niños son inexistentes frente al poder de la burguesía global y el Estado.

Lydia Cacho, además de tener decenas de reconocimientos a nivel mundial por sus investigaciones, en México pareciera ser alguien a quien no le ha hecho justicia la revolución. Ella ha pagado un precio muy caro por hacer su trabajo, el de informar y defender derechos. Hace dos años, en un acto de allanamiento de morada, también fueron asesinadas sus mascotas.

Ella nos ha enseñado una estructura oscura a la que ningún periodista quisiera entrar. Tal parece que entre mejor periodista se es en México, el precio que se paga por ello es más caro, como lo ha pagado la familia de Anabel Hernández, con el secuestro y asesinato de su padre, el precio es perder el trabajo, como lo ha sido el despido injustificado de Carmen Aristegui de MVS, el espionaje, tal como lo relata Ana Lilia Pérez en decenas de entrevistas.

Es hora que dejemos de necesitar periodistas de guerra que saben a qué hora salen de sus casa, pero no saben a qué hora van a llegar, o incluso con la incertidumbre de que vayan a volver, tal como sucedió con Regina Martínez y Miroslava Breach del semanario Proceso o ¿Cuándo será castigado el cruel asesinato de María Elizabeth Macías “La nena de Laredo”?

¿Cuándo se les hará justicia a ellas?

¿Cuándo podrán salir a reportear los periodistas de a pie sin miedo?

¿Cómo puede garantizarse el derecho de acceso a la información de las audiencias en condiciones tan precarias?

Me duele el corazón de imaginar que en un futuro alguno de mis queridos estudiantes sea víctima de este sistema. Pienso que esto es lo que sienten los padres cuando saben que no pueden proteger en todo lugar y en todo momento a sus hijos e hijas.

En los audios presentados por La Jornada, donde se revela la conversación del exgobernador Mario Marín con el empresario Kamel Naciff se escucha que mutuamente se atribuyen ser el “héroe de la película” (haber agredido a Lydia Cacho). Reforzando lo que sucede en el imaginario común latinoamericano, que el que no tranza no avanza, que uno hasta se ve mal cuando no entra en los juegos de la corrupción y degenere moral. Pero esto no es así, debemos dejar de glorificar políticos corrompidos, empresarios corruptos y comenzar a condenarlos.

Aquí la verdadera heroína, ídola y todo una rockstar es Lydia Cacho, quien nos ha dado una lección de dignidad y perseverancia. A quien lo justo es que nunca le hubiera sucedido nada de esto, lo justo hubiera sido que esas redes de delincuencia organizada jamás hubieran existido.

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