A la mitad del sexenio de Luis Echeverría Álvarez, mientras la prensa criolla de México se burlaba de las aguas de horchata y jamaica que les servía la compañera María Esther en Los Pinos, el arquitecto Manuel González Galván (1933-2004) remodeló el patio principal de Palacio Nacional –colocando en el centro una reconstrucción de la fuente colonial que estuvo allí hasta el siglo XVIII. De la biografía del arquitecto puedes enterarte en la semblanza necrológica que escribió sobre él Elisa Vargaslugo del Instituto de Investigaciones Estéticas (IEE) de la UNAM (Liga 1). De la barroca justificación para reconstruir la fuente barroca nos podemos informar directamente en un texto del arquitecto González Galván en un ensayo publicado en los Anales del IEE en 1974 (Volumen XII № 43, pp.121-126, Liga 2).
Reponer la Fuente del Pegaso no era sólo una cuestión histórica o estética. Tenía una dimensión política. González Galván no habló directamente de ello, pero sí documentó que el símbolo del Pegaso fue muy popular entre la élite gobernante de la Nueva España antes de la Ilustración. Hay que recordar el mito grecorromano del caballo alado para entender el mensaje complejo que deseaban transmitir sabios como Carlos de Sigüenza y Góngora y que un arquitecto restituyó siglos más tarde en Palacio.
El Pegaso nació del inmenso charco de sangre que quedó luego de que Perseo decapitó a la gorgona Medusa –es decir, es una maravilla nacida de la astucia práctica (ver a través de espejos), de la fuerza (el tajo de la espada) y del valor (el humano que enfrenta monstruos). Tan poderosa era la combinación que sólo otro héroe como Perseo, Belerofonte, logró domar al caballo alado. Y lo hizo con una brida de oro regalada por la diosa Atenea. Es decir: el poder (Pegaso) sólo puede ser dirigido por la inteligencia (Atenea). Belerofonte venció en mil batallas y mató monstruos como la Quimera. Sin embargo, lleno de soberbia por sus triunfos, espoleó a Pegaso para elevarse a los cielos. ¡Deseaba proclamarse un nuevo dios olímpico! Zeus mandó un mosquito que picó al corcel en sus partes nobles y lo hizo encabritarse. Belerofonte cayó desde lo alto y quedó cojo, condenado a vagar sólo por el mundo –recordando su antigua gloria.
En Palacio, tanto la fuente virreinal como la moderna muestran al Pegaso solo y encabritado. Belerofonte ya ha caído. Nadie lo recuerda en la tierra. (Podría ser cualquier mendigo.) Sigüenza y Góngora usaba en sus ediciones un Pegaso con la leyenda sic itur ad astra (así se llega a las estrellas) porque, luego de dejar caer al soberbio, el caballo alado siguió sólo al Olimpo adonde le fue concedido volverse una constelación en el cielo nocturno.
Podemos imaginar el mensaje político del siglo XVII: aunque la ciudad de México se erigiese orgullosa en el centro de las rutas comerciales que unían Asía, América y Europa; aunque por sus calles pasasen la plata, las especies, la porcelana y los libros de aquella primera modernidad barroca; ese Belerofonte colectivo, en cuyo corazón ya latía el primer patriotismo criollo, debía recordar que no era divino. Zeus despachaba desde El Escorial el imperio en que no se ponía el sol. (A Felipe IV le apodaron Rey Mundo.) La fuente del Pegaso era un recordatorio sobre los peligros de la soberbia dirigido a las élites novohispanas. Si se dejaban llevar por su hubris, el monarca español les mandaría su némesis en forma de mosquito. Sólo el Pegaso puede llegar a las estrellas. Era una época sin ciudadanos.
¿Para qué recordar la leyenda del Pegaso en 1973? En ese año, restaurar la fuente antigua era una buena idea arquitectónica, histórica, artística… y turística. El mismo presidente que la pagó fue el que construyó Cancún (destino de playa) y adornó con estatuas clásicas la avenida Álvaro Obregón en la gentrificable colonia Roma del DF (hoy Cdmx, mañana Anáhuac). La leyenda del caballo alado no ayuda al turismo. El restaurador González Galván rememoró el símbolo en un artículo perdido en una revista de expertos… y allí se atrevió a decir que la fuente antigua “cumplía la misión de recordar, a quien la contemplara, especialmente a quienes son depositarios del gobierno, que por medio de la habilidad y sólo con ayuda de la inteligencia … se someten y vencen las fuerzas destructivas que petrifican y destruyen”.
La paradoja es que medio siglo más tarde, gracias a la www, tú y yo, lectora, y cualquiera otra persona, podemos consultar el textito del arquitecto. Y podemos preguntarnos qué opinión tendría González Galván de que el más soberbio de los presidentes imperiales hubiese autorizado colocar de nuevo una advertencia contra la soberbia en medio de Palacio. El arquitecto murió en 2004, el presidente soberbio en 2022. Así que ahora somos libres de elucubrar. Pero eso es otra historia y debe ser contada en otra ocasión.
Hoy quería llamarte la atención acerca cómo el viejo simbolismo de la fuente puede reinterpretarse en los tiempos de la transición mexicana a la democracia. En la punta, el Pegaso vuela ad astra solo. La soberbia de Belerofonte ya ha sido castigada. Es decir, el poder es cosa divina. Ciudadanas y ciudadanos: ¡Aléjense! O acepten ser desmontados como el héroe soberbio. Pero el poder tiene un fin: asegurar el sustento de mujeres y hombres. Por eso el Pegaso corona una fuente. Los beneficios del poder (y el poder mismo) manan desde la boca y de cascos del caballo alado. Van cayendo a través de tres copas en forma de flor hasta depositarse en una pileta de mármol… adonde en el siglo XVII y XVIII se daba de beber a los caballos de los altos funcionarios.
El poder que las y los mexicanos construimos luego de liberarnos de la Vieja España es republicano, democrático y federal. Así que el poder no es divino, sino popular. El Pegaso nos representa a todos. Ya no hay un Zeus monárquico que nos controla desde ultramar. El poder popular mana desde el Pueblo y fluye a través de las tres copas: Federación, estados y municipios hasta llenar la pileta y saciar nuestra sed de justicia.
Se oye lindo, pero las cosas no siempre funcionan bien. Entre 1997 y 2012, las élites estaduales y de los partidos políticos lograron que una buena parte del presupuesto federal se transfiriese a los estados. Como si la copa federal de la fuente del Pegaso se hubiese roto. El maná del poder y el presupuesto se concentró en la copa de los estados. El septiembre de 2021, en este espacio, te conté acerca de la feudalización del arreglo federalista. (Liga 3.) Las élites de los partidos políticos nacionales trataron de reconstruir un arreglo nacional a través del Pacto por México entre 2012 y 2018, pero su carácter mafioso le quitaba cualquier legitimidad. Peor, los condotieros panistas y priístas se hicieron la guerra y eliminaron la viabilidad operativa de su pacto.
La elección de 2018 reconstituyó de manera popular la copa federal de la fuente del Pegaso. Pero el obradorismo triunfante nunca pretendió eliminar las esferas políticas de estados y municipios. Es decir, la fuente del Pegaso sigue siendo un símbolo razonable de la República nuevamente restaurada. A los verdaderos creyentes del obradorismo esto puede parecerles desesperante: la política real debe reconocer las correlaciones de fuerza en cada estado y en cada región. Pero en medio de todas esas contradicciones sigue fluyendo el agua de la fuente republicana. Detalle técnico: las fuentes hacen saltar y caer el agua para oxigenarla. Los saltos del poder popular a través de la realidad concreta de cada entidad federativa, de cada región y de cada municipio oxigena permanentemente el debate político. Aunque a veces nos parezcan caóticos las caídas y los saltos del agua… y del poder.
Ligas usadas en este texto:
Liga 1:
https://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-12762004000200017
Liga 2:
http://www.analesiie.unam.mx/index.php/analesiie/article/view/993
Liga 3:
https://julioastillero.com/el-error-elitista-autor-federico-anaya-gallardo/