Hegemón débil. Autor: Federico Anaya Gallardo

La semana pasada hablé del declive estadunidense y de la emergencia china (euro-asiática). Regresemos a Las Hespérides, a nuestro hemisferio americano. Cuando finalmente se firmó el Tratado de Esquipulas II entre los cinco Estados centroamericanos (Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica) en agosto de 1987, Susanne Jonas era parte del cuerpo de prensa extranjera acreditado en el evento. La periodista reportó: “la imagen … era dramática, histórica. Mostraba una rotunda derrota de la Administración Reagan, cuya campaña diplomática central había buscado aislar a los Sandinistas del resto de América Central (al tiempo que procuraba derrocar militarmente su régimen)” (“Reagan Administration Policy in Central America”, en Kyvig, Reagan and the World, 1989, p. 97) Jonas apuntó que era la segunda vez que el control imperial de EUA en Centroamérica se ponía en duda –la primera había sido El Triunfo sandinista de 1979.

Si en 1987 la firma del Tratado de Esquipulas fue vista como derrota de los EUA, ¿cómo calificar el caso venezolano iniciado en 1989? Recuerdo bien que en 1991-1992 mi profesor de política comparada, Eusebio Mujal-León, se jactaba en Georgetown de la eficacia del Pacto de Punto Fijo de 1958-1962, en el que socialdemócratas y democristianos venezolanos acordaron respetar los resultados de los procesos electorales siempre que los partidos firmantes compartiesen equitativamente las posiciones de gobierno. (Así es: los mexicanos no inventamos las concerta-cesiones.) El puntofijismo caracterizaría a Venezuela por cuatro décadas. Recién habíamos revisado en clase cómo nació el partido Acción Democrática (AD) en los 1940 con un poderoso componente campesino –al modo del cardenismo mexicano. Esa faceta justificó el golpe militar contra el presidente adeco Rómulo Gallegos en 1948. Nuestro profesor subrayaba la “prudencia” de los adecos porque en 1958 aceptaron desmovilizar a sus agraristas y excluir al Partido Comunista Venezolano del pacto. Para una sección de la Academia en la Capital Imperial, el “extremismo” de las izquierdas era la causa original que provocaba la inestabilidad política en los países “Latinos” –tanto en el caso de la República Española (1932-1939) como en el de Unidad Popular en Chile (1970-1973). (Las derechas y los milicos sólo “respondían a la agresión comunista”.) Pero el problema siempre ha estado en otro lado. La raíz excluyente del puntofijismo expone su debilidad: el arreglo de las élites caraqueñas no respondía a esta vieja pregunta latinoamericana: ¿Qué hacemos con los pobres? La han planteado en México Ignacio Ramírez (1875) y Julieta Campos (1996). En nuestra América, llevamos los últimos 30 años tratando de responderla.

El Caracazo de 1989 fue tan inesperado como la caída del comunismo. Una semana antes, yo estuve de visita en la capital venezolana como parte de la delegación mexicana en un programa internacional juvenil patrocinado por el gobierno japonés (Ship for the World Youth). Doy fe y testimonio de que nadie esperaba esa reacción social al programa de choque neoliberal anunciado por el adeco Carlos Andrés Pérez al tomar posesión. Nadie… en la élite burocrática que nos recibió en el Ministerio de la Familia; nadie en Empresas Polar que nos ofrecieron un banquetazo; nadie en las universidades (salvo un grupo de jóvenes que convocaban a un congreso en la Universidad Simón Bolívar e interrumpieron a su rector). El comentario editorial de José Comas, para El País (4 de marzo de 1989), es muy preciso: “El lunes 27 de febrero se juntaron en una constelación la deuda externa, el Fondo Monetario Internacional y las transnacionales; la voracidad y lujo desenfrenado de la oligarquía criolla con sus bodas del siglo; el desgobierno de años de despilfarro durante la Venezuela saudí; la falta de previsión de políticos tecnócratas, que no supieron, o no quisieron, creer en los altos porcentajes de población que vivían la miseria absoluta; también las expectativas despertadas por la nueva presidencia de Pérez que recibían una ducha fría en forma de subidas de precios, cuando todos esperaban la llegada de un Mesías populista que empezara con el reparto imposible.” (Liga 1.) La gente pobre de los cerros bajó al valle caraqueño en busca de justicia y fue masacrada por las fuerzas armadas. Esto rompió la última liga de legitimidad del régimen creado en 1958. En 1992, jóvenes jefes militares se levantaron en armas denunciando la represión y proponiendo un régimen más justo. Fracasaron. Rodeados por las fuerzas leales, se rindieron. En la negociación, consiguieron que un mensaje suyo fuese transmitido por televisión: “Compañeros, lamentablemente, por ahora, los objetivos que nos planteamos no fueron logrados en la ciudad capital. … ya es tiempo de evitar más derramamiento de sangre. Ya es tiempo de reflexionar y vendrán nuevas situaciones y el país tiene que enrumbarse definitivamente hacia un destino mejor…” Hugo Chávez Frías entró así en escena. (Ligas 2 y 3.)

Como bien decía Tip O’Neill, toda política es política local. Cuatro meses después del golpe fallido, con Chávez y sus compañeros en prisión, 67.4% de los caraqueños tenían una buena opinión del jefe golpista. A mediados de 1993, 55% de los venezolanos simpatizaban con él. (Damarys Canache, “From Bullets to Ballots: The Emergence of Popular Support for Hugo Chávez,” Latin American Politics and Society 44-1, 2002, pp. 69-90, Liga 4.) En 1993, la legislatura federal venezolana destituyó al presidente adeco Carlos Andrés Pérez bajo cargos de corrupción. En 1995, el último presidente del Pacto de Punto Fijo, el democristiano Rafael Caldera, perdonó a los militares insurrectos. Estos emprendieron un proceso organizativo pacífico y tres años después Chávez ganaba la presidencia con 56% de la votación para el periodo 1998-2003. En 1999 un 81% del electorado aprobó crear una nueva constitución que fue ratificada por 71% de los votantes. En 2000, en el proceso para re-legitimar los poderes del Estado, Chávez gana de nuevo la presidencia con 59% de la votación. El chavismo resistió un golpe de Estado (2002) en el que los habitantes de los barrios populares caraqueños volvieron a bajar de los cerros para reinstalar a Chávez como su presidente; y en 2004, con el apoyo de 59% de los electores, vence en un proceso revocatorio. En 2006, 62% del electorado le vota para un tercer mandato. Enfermo, Chávez aún vence en la elección presidencial de 2012 con 55% de los votos. Durante tres lustros, en cuatro elecciones presidenciales y una revocatoria, el apoyo electoral a Chávez nunca bajó de 50%. Ello refleja una política social integradora en la que se duplicó la inversión social, se eliminó el analfabetismo y aumentó consistentemente la matrícula escolar. La desigualdad se redujo de Gini 0.469 en 1999 a Gini 0.390 en 2012 –abajo que los EUA. Por otra parte, el chavismo reorganizó la OPEP, revitalizó el movimiento de países no-alineados y estableció una clara alianza con la Cuba aún comunista.

¿Y adónde estaba el hegemón estadunidense? Durante el ascenso y consolidación del chavismo, el sistema electoral venezolano fue acreditado en varias ocasiones por la OEA (el “ministerio de colonias” estadunidense) y por el Centro Carter (dirigido por un ex-residente de la Casa Blanca). Venezuela no es una anomalía. Los halcones de la República imperial habían perdido Chile: primero en el plebiscito de 1988, adonde 56% del electorado rehusó que Pinochet siguiese en el poder. En 1989, 55% de los chilenos votó por el candidato de los partidos de la Concertación (Aylwin), que sumado al 15% que votó por el candidato liberal-socialista (Errázuriz), dejó al candidato pinochetista (Büchi) con sólo 29%. En 1990, el vicepresidente de EUA, Dan Quayle, un halcón,en la toma de posesión de Aylwin, declaró que el papel de Pinochet en la historia “apenas está empezando a ser registrado” y creía que se le agradecería haber aceptado el retorno de la Democracia (The Los Angeles Times, 12 de Marzo, 1990, p.A6). A Quayle –famoso por sus gazapos– lo acompañó el senador demócrata Edward M Kennedy, uno de los más duros críticos de la dictadura chilena. Para el dictador no hubo agradecimiento. En 1998 –al tiempo que Chávez ganaba su primera elección– Pinochet era arrestado por genocidio en Londres, activando una orden de detención de la Audiencia Nacional española. Mala racha de los halcones republicanos.

El Washington de los 1990 vio retornar a los demócratas. Esto fue una inesperada bendición para los mexicanos, pues cuando en Año Nuevo de 1994 estalló en Chiapas la última rebelión centroamericana, EUA se alineó por la paz. Pero, cuando las élites estadunidenses descubrieron lo rentable que era el TLCAN y Washington sugirió ampliarlo a todo el hemisferio como ALCA, la República Imperial falló. Se cruzaron la elección de Chávez en Venezuela (1998), las protestas de Seattle contra la OMC (1999), el ¡que se vayan todos! argentino (2001) y las victorias del PT brasileño (2002) y el Frente Amplio uruguayo (2004). En 2005, en la cumbre de Mar del Plata, George Bush II defendió por última vez la idea. Le apoyaron Vicente Fox (México) y Paul Martin (Canadá). Se le opusieron Lula da Silva (Brasil), Néstor Kirchner (Argentina), Hugo Chávez (Venezuela) y Tabaré Vázquez (Uruguay). Trataron de mediar Álvaro Uribe (Colombia) y Ricardo Lagos (Chile). (Crónicas de Fernando Cibeira y Eduardo Barcelona en Página 12, 6 de noviembre de 2005 y 5 de noviembre de 2015, Ligas 5 y 6.) Vázquez resumió la postura del bloque progresista sudamericano: “A nosotros nos han citado para hablar de la palabra de siete letras, que es t-r-a-b-a-j-o”. Chávez señaló que “el libre comercio no va a solucionar nuestra pobreza”. Cuando se trató de mayoritear la asamblea con los votos de Centroamérica y el Caribe, Kirchner atajó: “No creo que quieran enemistarse con el 75 por ciento del PIB de América del Sur”. El ALCA había muerto. En su última intervención, Bush II, hastiado e impotente, señaló: “Yo no sé por qué tanto lío, si de lo que se trata es de ver cómo entre nosotros nos defendemos de China”. Luego se fue. Un año después, Evo triunfaba en Bolivia.

Ligas usadas en este texto:

Liga 1:
https://elpais.com/diario/1989/03/05/internacional/605055601_850215.html

Liga 2:
https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-38863571

Liga 3:
https://www.angelfire.com/ar3/mbr200/ideologia/porahora.html

Liga 4:
http://www.jstor.org/stable/3177111.

Liga 5:
https://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-58880-2005-11-06.html

Liga 6:
https://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-285456-2015-11-05.html

Federico Anaya-Gallardo
Federico Anaya-Gallardo

Abogado y politólogo. Defensor de derechos humanos. Ha trabajado en Chiapas, San Luis Potosí y Ciudad de México. Correo electrónico: agallardof@hotmail.com

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