Fuga de Cerebros | El penacho de Viena. Autores: David A. Torres y Sebastián Aguirre

Foto: Fuga de Cerebros

Por David A. Torres[i] y Sebastián Aguirre[ii]

El proyecto de repatriación del mal llamado “Penacho de Moctezuma”[iii] es de las pocas políticas

culturales que parecen sobrevivir las sucesiones presidenciales. La más reciente expresión de este anhelo se manifestó en 2020 cuando la primera dama, Beatriz Gutiérrez Müller, fungió como emisaria cultural en Europa, con el objetivo de negociar el préstamo temporal -o quizá no tanto- de piezas emblemáticas mexicanas con motivo de la celebración de los 500 años de la “memoria histórica” de Tenochtitlán.

Por más que López Obrador se ha esforzado cada mañana en distanciarse de sus predecesores, su gobierno no parece ser tan ‘diferente’ del de Calderón o Salinas en este respecto. La idea de recuperar esta pieza histórica ha sido un tema recurrente en todos los gobiernos federales desde los 1990s. Ante los varios intentos del gobierno mexicano, la respuesta austriaca ha sido una constante negativa. Vale la pena analizar ¿cuál es el origen detrás de esta ya ‘tradición sexenal’? y ¿por qué no ha podido darse la repatriación? ¿qué caminos se pueden explorar para superar este punto muerto?

La controversia por la repatriación del “Penacho del México Antiguo”, como fue denominado por expertos, tiene sus inicios durante el sexenio de Carlos Salinas cuando Roberto García Moll, entonces director del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), escribió una carta a Erhard Busek, director del Ministerio de Ciencias y Artes de Austria[iv] solicitando la devolución del penacho.  

Dos años más tarde, la organización Yankuikanahuak, autodenominada como descendientes directos de los indígenas mexicanos, encabezada por Antonio Gómora, realizarían una serie de marchas, manifestaciones y recorridos en territorio austriaco también para exigir la devolución del penacho. Estos fueron recibidos por personajes como el papa Juan Pablo II, el Dalai Lama y Rigoberta Menchú, inclusive por miembros de la familia real holandesa. Sin embargo, las exigencias terminaron en trifulca, con arrestos, lesionados y la prohibición de entrada al país a miembros de Yankuikanahuak por parte del gobierno austriaco. No obstante, en medio del debate, en 1994, el subsecretario de Arte y Cultura del Ministerio, Rudolf Wran, aclararía que la solicitud no había seguido los canales oficiales, por lo tanto, no podía ser estimada y que la postura era clara: el penacho permanecería en el museo de Viena.

En el sexenio de Zedillo México hace otro intento, ahora por la vía diplomática. Rafael Tovar y de Teresa, el entonces presidente del CONACULTA, y futuro secretario de Cultura con Peña, viaja junto con una comitiva de diplomáticos y funcionarios mexicanos a negociar la recuperación; ahora bajo la idea de un obsequio de Austria a México.[v] En un comunicado, el CONACULTA señalaba que era “la primera ocasión en la que una delegación del gobierno mexicano [manifestaba] el alto significado histórico y cultural que para el pueblo de México tiene el Penacho de Moctezuma, por lo que su legado sería un trascendental gesto, representativo de la buena voluntad que han caracterizado tradicionalmente las relaciones entre Austria y México” (1996). La respuesta fue informada por el director del museo, Peter Kahn: el penacho no viajaría.

Casi diez años después, en 2005, el gobierno de Vicente Fox vuelve a intentar recuperar el penacho. En esta ocasión sin tanta faramalla, pero con el mismo resultado: la negativa por parte del gobierno austriaco.

Bajo el cobijo de la celebración del bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución Mexicana el gobierno de Felipe Calderón retomó el proyecto. En esa ocasión, el presidente decide que es mejor no pedir o exigir, sino negociar. Por ello, ofrece un intercambio: la carroza de Maximiliano de Habsburgo, actualmente en el Museo Nacional de Historia, a cambio del penacho. Nuevamente la solicitud fue rechazada con los mismos argumentos: el tocado (nombre técnicamente correcto) es patrimonio del pueblo austriaco y fue adquirida dentro del marco legal vigente en su tiempo.

Dentro de las iniciativas en el sexenio de Calderón se inició un proyecto binacional liderado por la restauradora María Olvido Moreno Guzmán, del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, y por Melanie Ruth Korn, especialista alemana, con un objetivo claro: emprender un proyecto interdisciplinario con el propósito de conocer a profundidad el polémico objeto. La iniciativa logró conjuntar un equipo de expertos de ambos países, en el marco de un convenio de colaboración firmado entre el INAH y el Museo de Historia del Arte de Viena, de quien depende el ahora llamado Museo del Mundo. Tras la restauración y diagnostico en 2012, que también incluyó la participación del curador para América del Norte del Museo del Mundo de Viena, Gerard Van Bussel, se pudo conocer, con fundamentos científicos, que su estado de conservación no hace posible su traslado a México. Entre varios motivos el dictamen destaca que, dejando de lado las cuestiones legales, se trata de un objeto de gran fragilidad que es altamente susceptible a las vibraciones y movimientos bruscos que se producen en un traslado aéreo o terrestre, y que no es posible eliminar con la tecnología actual.

La imposibilidad de trasladar el objeto por motivos de preservación no fue un impedimento para que ambos países lograran varios puntos de acuerdo. Se acordó que el museo donde se aloja el tocado daría acceso gratuito a nacionales mexicanos, además de la construcción de una vitrina con la más alta tecnología que favorece su conservación, en un afán de mantenerla en el mejor estado y en exhibición el mayor tiempo posible, de acuerdo con el documental ‘El Penacho de Moctezuma, Plumaria del México Antiguo’, producido por TV UNAM, bajo la dirección de Jaime Kuri.

No obstante, el tema de repatriar el tocado o no va mas allá de los aspectos técnicos y científicos, pues está teñido de tintes políticos. La repatriación de piezas arqueológicas e históricas es actualmente un tema muy polémico a nivel mundial. Por una parte las culturas, sociedades y países que fueron territorios de imperios occidentales exigen la devolución de objetos saqueados durante el periodo colonial. Por otra, países como Alemania, Francia o el Reino Unido recurren a varios argumentos -como que los objetos están mejor preservados en sus museos o que se obtuvieron de manera legal conforme a las normas vigentes de la época- para no devolver las piezas. Aunque recientemente se han dado casos de piezas devueltas, principalmente a países africanos, muchos de los grandes tesoros de las colecciones en museos occidentales -como los mármoles del Partenón griego en el Museo Británico, el busto de Nefertiti en el Museo Neues de Berlín, o las estatuas de los monarcas del reino de Dahomey en el Museo Branly-Jacques Chirac, en París- han sido solicitadas por sus culturas y paises de origen, pero sin ningún éxito.

Las demandas de repatriación de bienes culturales son, hasta cierto punto naturales, en tanto que, como en el caso mexicano, el patrimonio arqueológico de un país es frecuentemente constituido como uno de los pilares de la identidad nacional. Como señala Benedict Anderson, las naciones son ‘comunidades imaginarias’ que requieren de relatos para forjar una comunión entre los individuos (2016). En tanto que es imposible que todos los miembros de un país se conozcan entre sí, los relatos sirven para crear esos lazos de comunidad y pertenencia. Los objetos arqueológicos ofrecen un sentido de arraigo material que abona a la idea de una identidad nacional y un pasado en común.

Esto explica como el proyecto para repatriar el tocado, a diferencia de cientos de otros proyectos, ha logrado trascender sexenios a pesar de las importantes diferencias político-ideológicas de cada gobierno. Asimismo, su supuesta relación con el tlatoani mexica y la idea del robo de Hernán Cortés al palacio de Moctezuma (no verificables, por cierto), es quizá el fundamento más fuerte en el que se basa el sentido de agravio; al tiempo que posiblemente ha hecho del tocado un objeto de culto para los políticos mexicanos. Por ende, su recuperación para ser exhibido en territorio mexicano representaría una especie de reparación simbólica del “daño” de la Conquista, tan arraigado en el imaginario colectivo mexicano. Tan es así, que en noviembre de 2005 el grupo parlamentario del PAN denominó al tocado como “la reliquia más importante de México que se encuentra fuera del territorio nacional y fuera del dominio de los mexicanos” (Peimbert, 2011).

Además, esto tiene que ver con que históricamente el patrimonio arqueológico ha sido asociado con un discurso político que ha buscado establecer un vínculo histórico entre el Estado, los gobiernos en turno y el patrimonio del país, en gran medida prehispánico, a partir de tres valores fundamentales: la identidad nacional, basada en los principios del romanticisimo y el indigenismo porfirista; la continuidad, basada en la idea de que del imperio mexica ha sido legado hasta la actualidad; y de la unidad de todo el territorio. De acuerdo con David Brading, el nacionalismo mexicano heredó la mayor parte del lenguaje del patriotismo criollo: la exaltación del pasado azteca, la denigración de la Conquista, la fobia contra los gachupines y la devoción a Nuestra Señora de Guadalupe.

Lograr repatriar el penacho, dentro de la narrativa mencionada, sería, para cualquier político, colgarse una medalla como ‘el reivindicador de México ante el ultraje que representa la Conquista’. En este sentido podemos comprender cómo es que se ha convertido en un fetiche político, cargado de simbolismo que supera cualquier argumentación técnica y científica.

Finalmente, si lo que se busca en la actual administración es entrar en el camino de la descolonización de una historia cultural, quizá valdría la pena dejar a un lado el viciado proyecto de repatriación del tocado para explorar alternativas de cooperación cultural entre México y Austria que tengan un verdadero impacto en las comunidades indígenas en territorio mexicano. Cabe subrayar que, si el elemento central detrás de las políticas culturales es recuperar una serie de objetos patrimoniales que se encuentran fuera del país bajo el argumento del valor simbólico que tienen para los pueblos, como sucede con el penacho, acuerdos como el logrado en el sexenio de Calderón de poco sirven, en tanto que las poblaciones principalmente afectadas no tienen acceso al museo, por más entrada libre que pudieran tener. Por otra parte, los países que participaron y han participado en el saqueo cultural, deben reconocer su responsabilidad y señalarlo en las exhibiciones, así como buscar mecanismos que ayuden a fomentar la protección del patrimonio cultural indígena, por ejemplo, para evitar la apropiación y explotación comercial de diseños de pueblos originarios por parte de marcas de moda internacionales.

Fuentes:

Anderson, Benedict. 2016. Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo. Fondo de Cultura Económica.

BBC. 2017. 6 de los grandes tesoros saqueados a lo largo de la historia y que son reclamados por sus países de origen https://www.bbc.com/mundo/noticias-42232806

Jaime Kuri. 2014. ‘El Penacho de Moctezuma, Plumaria del México Antiguo’. [documental] TV UNAM.

 Moreno Guzmán, María Olvido. (s.f.). El Penacho del México Antiguo. https://www.revistadelauniversidad.mx/download/801706d1-574b-4e1f-80bf-d7fa91667595?filename=el-penacho-del-mexico-antiguo Peimbert Moreno, Carlos Armando. 2011. Diplomacia, comedia y azar. El Penacho de Moctezuma en las relaciones México-Austria (1992-2011). [tesis] El Colegio de


[i] David A. Torres es Licenciado en Restauración de Bienes Culturales y maestro en Riesgo, desastres y resiliencia por la University College de Londres.

[ii] Sebastián Aguirre es Licenciado en Comunicación por la UNAM, Maestro en Comunicación Política por la Universidad de Goldsmiths, y Maestro en Desarrollo por la Universidad de Rotterdam.

[iii] De acuerdo con la investigación encabezada por Moreno Guzmán y Ruth Korn, existe poca evidencia que pueda certificar que dicho penacho perteneció a Moctezuma.

[iv] La carta fue entregada a través de la Embajada de Austria en México, con copia para el presidente Salinas, el titular del entonces CONACULTA, Víctor Flores Olea, y los secretarios de Educación, Manuel Barlett, y de Relaciones Exteriores, Fernando Solana Morales.

[v] En la comitiva estaban Teresa Franco, directora del INAH, el embajador de México en Europa Jorge Chen, y Mauricio Reyes, director en jefe de Cooperación Internacional, estos últimos de la Secretaría de Relaciones Exteriores.

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