El Espejo | Cada nuevo billonario en el mundo, nos cuesta un millón de personas más en pobreza extrema y son responsables de 90% de las emisiones de carbono. Debemos detenerlos. Autor: Iván Uranga

El clima está cambiando y ya no hay tiempo, si no cambiamos ahora, nos extinguiremos.
Iván Uranga

Hemos hablado mucho sobre que el 1% de la población es dueña del planeta y nada más equivocado que eso, porque somos 8 mil millones de personas las que habitamos el mundo, lo que significaría que el 1% son 80 millones de personas, pero según los últimos informes, gracias a la pandemia y a las guerras, la riqueza del mundo se concentra en 2755 personas de 8 mil millones personas que habitamos la Tierra, eso quiere decir que ellos son el 0.000035% y nosotros el 99.999965. Estas 2755 personas producen más emisiones de carbono responsable de la extinción de la vida sobre el planeta, que todos los demás seres humanos. Son tan cínicos, que hacen como que luchan contra el calentamiento global, siendo ellos los responsables. Es tiempo de detenerlos.

Según el último informe sobre desigualdad presentado por Oxfam esta semana en el contexto del Foro Económico Mundial en Davos, Suiza. Desde que comenzó la pandemia de Covid-19 cada 26 horas hay un nuevo rico con más de 1 mil millones de dólares, y durante ese periodo un millón de personas pasan a la pobreza extrema.

  • En México hay 12 de esos multimillonarios y 15 millones de mexicanos que no tienen qué comer el día hoy.

En 2021 el individuo promedio en el mundo recibió 23 mil 380 dólares (38 mil pesos mexicanos mensuales), al tiempo que posee activos por 102 mil 600 dólares (2 millones de pesos) por persona, por lo que si en su familia hay 5 miembros en su casa deben ingresar 190 mil pesos al mes y debe tener propiedades con un valor superior a los 10 millones de pesos, si no es así, alguien del 10% más rico se está quedando con ello, porque el 10 por ciento más rico de la población mundial retuvo en 2021 el 52 por ciento del ingreso global, en tanto que la mitad más pobre del mundo recibió 8.5 por ciento de este ingreso total. Porque en promedio real, un individuo del 10 por ciento más rico del globo ganó 122 mil 100 dólares (200 mil pesos mensuales), mientras el individuo promedio del 50 por ciento más pobre recibió apenas 4 mil 200 dólares (7 mil pesos mensuales) por persona, es decir, si son 5 en su casa contando niños, el ingreso de todos debe ser superior a 35 mil pesos, si no es así, su familia es considerada en extrema pobreza.

  • La pandemia puso de manifiesto que las desigualdades no solo generan un inmenso sufrimiento, también contribuyen a la muerte de por lo menos una persona cada cuatro segundos.

La ruta de la desigualdad

Durante los últimos dos años, muchas personas han muerto al contraer un virus infeccioso por no haberse podido vacunar a tiempo. Han muerto por otras enfermedades porque no podían permitirse atención médica privada. Han muerto de hambre al no poder comprar alimentos. Y muchas mujeres han muerto víctimas de la violencia de género.

Y mientras todas estas personas perdían la vida, las más ricas del mundo han seguido enriqueciéndose. Algunas de las mayores empresas incluso, han obtenido beneficios insólitos.

Las desigualdades no son una cuestión abstracta. Son devastadoras y tienen consecuencias reales. Han provocado que la pandemia de Covid-19 se prolongue más tiempo, cause más daños y resulte más mortal. Están enquistadas en nuestros modelos económicos y están devastando nuestras sociedades.

Esta realidad no es fruto del azar, sino que se trata de una elección; y la solución está a nuestro alcance.

En 2021 se dio el mayor aumento de las fortunas milmillonarias jamás registrado

La riqueza de una pequeña élite mundial formada por 2,755 billonarios ha crecido más durante la pandemia de Covid-19 que en el conjunto de los últimos 14 años. Se trata del mayor incremento anual jamás registrado. Y se ha dado en todos los continentes. Este incremento es el resultado del aumento desorbitado de los precios de los mercados de valores, el apogeo de las entidades no reguladas y el auge del poder monopolístico y la privatización, junto a la erosión de las normativas, los tipos impositivos a las personas físicas y las empresas, los derechos laborales y los salarios. Desde el inicio de la pandemia, ha surgido un nuevo milmillonario en el mundo cada 26 horas.

La riqueza de los 10 hombres más ricos se ha duplicado, mientras que los ingresos de 99 % de la humanidad han empeorado a causa del capitalismo, la guerra y la Covid-19.

Las desigualdades se cobran vidas humanas

  • Mientras 573 personas se convirtieron en milmillonarias durante la pandemia, a razón de un nuevo milmillonario cada día. 263 millones de personas más se vean sumidas en la pobreza extrema, a un ritmo de un millón de personas por día.

Las desigualdades matan. Se estima que las desigualdades contribuyen actualmente a la muerte de cerca de 21,300 personas al día; dicho de otra manera, a la muerte de una persona cada cuatro segundos. Se trata de una estimación conservadora de las muertes ocasionadas por el hambre, por la falta de acceso a servicios de salud y los efectos del cambio climático en países pobres, y por la violencia de género, arraigada en sistemas económicos patriarcales y sexistas, a la que se enfrentan las mujeres. Millones de personas aún estarían vivas si hubieran recibido una vacuna contra la Covid-19. Pero se les negó esa oportunidad. Mientras, las grandes empresas farmacéuticas continúan conservando el monopolio de estas tecnologías.

La pandemia de COVID-19 se alimenta de las desigualdades

Las desigualdades afectan de forma desproporcionada a la mayor parte de las personas que viven en situación de pobreza, las mujeres y las niñas, y las personas racializadas y en situación de exclusión. Actualmente, las desigualdades están provocando que la pandemia de Covid-19, que ha causado un drástico aumento de la pobreza en todo el mundo, se prolongue. Más de 80 % de las vacunas contra la Covid-19 han ido a parar a los países del G20, mientras que menos de 1 % ha llegado a países de renta baja. Este apartheid de las vacunas se está cobrando vidas y está alimentando las desigualdades en todo el mundo. En algunos países, las personas en mayor situación de pobreza tienen casi cuatro veces más probabilidades de perder la vida por la Covid-19 que las más ricas.

252 hombres poseen más riqueza que los mil millones de mujeres y niñas de África, América Latina y el Caribe.

Las desigualdades nos perjudican directamente a la inmensa mayoría

Las desigualdades son una amenaza mortal para nuestro futuro. La concentración extrema de dinero, poder e influencia en manos de unos pocos tiene efectos perniciosos para el resto de la humanidad. Todas y todos sufrimos las consecuencias del calentamiento global, cuando son los países ricos quienes están detrás de 92 % del exceso de emisiones históricas. Todas y todos salimos perdiendo cuando las emisiones de carbono del 1% más rico duplican las de la mitad más pobre de la población mundial, o cuando unas pocas, pero poderosas empresas monopolizan la producción de vacunas y tratamientos vitales en medio de una pandemia global.

Se calcula que 20 de los billonarios más ricos producen 8000 veces más carbono que los mil millones de personas más pobres, en promedio.

Las desigualdades no son fruto del azar; son una elección

El crecimiento desorbitado de la riqueza de los billonarios no es indicativo de una economía sana, sino consecuencia de un sistema económico violento y nocivo. El hecho de que las personas en situación de pobreza, las mujeres y las niñas, y las personas racializadas se vean afectadas y mueran de manera desproporcionada en comparación con las personas ricas y privilegiadas no es una casualidad. Las desigualdades extremas son una forma de violencia económica en la que las decisiones legislativas y políticas a nivel sistémico y estructural, diseñadas para favorecer a las personas más ricas y poderosas, perjudican directamente a la amplia mayoría de la población mundial y, especialmente, a las personas más pobres, las mujeres y las niñas, y las personas racializadas.

Estimación de las muertes ocasionadas por el hambre, por la falta de acceso a servicios de salud, por la violencia de género, y por la crisis climática.

Es un secreto a voces: los gobiernos pueden tomar medidas

Los gobiernos tienen un gran margen de maniobra para cambiar radicalmente el rumbo. Es su elección. Pueden elegir entre una economía contaminante, sexista, racista y violenta en la que la riqueza de los billonarios aumenta exponencialmente, y en la que millones de personas mueren y miles de millones más se empobrecen debido a las desigualdades; una economía en la que agotamos los recursos de nuestro planeta y, con ello, el futuro de la humanidad.

O pueden elegir una economía centrada en la igualdad, en la que nadie viva en la pobreza, ni tampoco en una riqueza billonaria inimaginable; en la que haya libertad para vivir sin miseria; en la que todo el mundo pueda prosperar, no solo sobrevivir, y albergar esperanza; una en la que las desigualdades no maten.

Toda su ganancia es producto del sufrimiento

Ninguno de estos efectos mortales para la población mundial ha sido resultado de la suerte, son esquemas económicamente diseñados para concentrar la riqueza en menos manos, la afirmación de esta semana del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador al asegurar que el neoliberalismo sin corrupción “no sería tan malo” es una total y absoluta mentira, porque el neoliberalismo es un sistema diseñado para el genocidio y el beneficio de esta élite. No sabemos a ciencia cierta si el virus que aniquiló a millones de seres humanos fue diseñado por los multimillonarios para incrementar sus riquezas, pero la realidad es que su enriquecimiento es el único resultado “favorable”; lo mismo sucede con las guerras, mientras más personas mueren, ellos, los mismos, incrementan sus ganancias, aun en el caso del calentamiento global que está aniquilando a nuestra especie, son ellos los directamente responsables.

El 1 % más rico del planeta (cerca de 80 millones de personas) producen más emisiones de carbono que las que producen los otros más de 7 mil millones de personas, en contraparte, la mitad más pobre de la humanidad produce menos de 10% de las emisiones de carbono.

Sin embargo, las sequías, las inundaciones, los incendios y las tormentas afectan antes y en mayor medida a las comunidades más pobres y excluidas, provocando temporadas de cultivo impredecibles y malogrando cosechas y, con ello, induciendo un drástico aumento de los precios de los alimentos. Los habitantes de los países de ingresos más bajos tienen diez veces más posibilidades de verse obligados a desplazarse debido a desastres provocados por fenómenos meteorológicos extremos y repentinos que quienes viven en países de ingresos más altos.

En todas las sociedades, los efectos del cambio climático afectan de forma desigual a mujeres y hombres. Las mujeres y las niñas se ven obligadas a caminar distancias más largas para recoger agua y combustible, y normalmente son las últimas en comer. Además, durante y después de que se produzcan fenómenos meteorológicos extremos, se encuentran en mayor riesgo de experimentar violencia y explotación.

Desde los fenómenos meteorológicos extremos a los enormes niveles de hambre que provoca, la crisis climática agrava las desigualdades que mantienen a las personas sumidas en la pobreza, poniéndonos en riesgo a todas y todos nosotros. Pero afecta en mayor medida a las personas que menos han contribuido a provocar este problema y que, a su vez, son quienes menos recursos tienen para protegerse de sus efectos.

Debemos poner fin al boom de billonarios, es urgente tomar medidas para recortar emisiones de carbono, a nuestra dependencia de los combustibles fósiles y al sobreconsumo del 1% más rico. Debemos adoptar medidas valientes para limitar el aumento de la temperatura global a 1.5 °C. Debemos construir economías que antepongan a las personas y al planeta frente a los beneficios.

Si los gobiernos establecen impuestos diferenciados, no por el monto de las fortunas, pero sì por las emisiones de carbono que produce cada individuo, en un esquema de cero a cien, partiendo de impuesto cero a quienes producimos menos emisiones de carbono a cien a quienes su actividad económica y su consumo producen más emisiones de carbono, estableciendo un esquema de compensación real, sin corrupción, que permita invertir los excedentes de quienes producen más emisiones de carbono, para mitigar los daños a quienes producen menos, podríamos comenzar a detener esta criminal desigualdad. 

Comienza la peor recesión mundial jamás vista, es obligación de los gobiernos garantizar agua y por lo menos una comida el día para cada persona. Si no ¿para qué existen?

La vida es una construcción consciente.

Iván Uranga
Iván Uranga

Especialista en Ciencias Sociales, promotor de comunidades autónomas autogestivas, investigador social, docente de Permacultura, escritor de
ensayos, novelas, cuentos, teatro y poesía.

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