El arte en las calles o las calles del arte. Autora: Adriana Moles

En la imagen, Antonio de Jesús Benitez ‘Antolío’, instructor del Cirque du Monde, Maestro de Circo Social, formador autónomo de muchos malabaristas de la calle en México.

En los últimos años ha venido creciendo la presencia de artistas de circo en los semáforos.

Comparten el espacio con los clásicos vendedores ambulantes de productos diversos, accesorios y tarjetas para celulares o indígenas con su bebé cargado tratando de malabarear dos o tres pelotas.

La falta de espacios que logren generarles ingresos y su permanente necesidad de entrenamiento los han hecho salir y permanecer en los semáforos.

Muchos de ellos cuentan con formación, hay incluso egresados de la Ecole de Cirque de Montreal o Licenciaturas de Circo, algunos son artistas viajeros y a otras horas del día, se van a alguna de las poquísimas plazas donde se permiten las artes de la calle o presentan shows y varietés en circos de la ciudad, pero para ellos el semáforo o “sema” como le dicen es de vital importancia pues les dota de dinero, al tiempo que los mantiene en forma artística.

El acto circense más corto del mundo dura un minuto o minuto y medio, lo que tarda la luz roja en el semáforo. En ese breve tiempo los más avezados, deberán realizar una rutina estructurada con presentación increscendo y cierre, y además deberán darse tiempo de pasar la gorra antes de que los apresurados conductores arranquen sus autos.

Están continuamente amenazados por la policía, sobre todo los días de operativo, quienes los llevan al juez cívico so pretexto de que obstruyen la vía pública.  

En muchos casos los extorsionan o bien, los llevan ante jueces cívicos o al Torito sin ningún tipo de motivo y son tratados como auténticos delincuentes. Los jueces ni siquiera les dan la opción como marca la Ley de Cultura Cívica de conmutar sus multas o arrestos por trabajo comunitario.

Yo me pregunto si no podría darse un tratamiento diferente a este fenómeno urbano.

Llama la atención que el único Festival de “Artes Circenses y de la Calle” se haya celebrado por muchos años dentro de las paredes del Centro Nacional de las Artes, y cuando se habla de que la cultura “salga a las calles” en administraciones supuestamente de izquierda tanto morenistas como perredistas en CDMX sólo se logran formular festivales o convocatorias orquestados desde los escritorios y por cierto no exentos de complicidades, amiguismos y compromisos de interés.

Debemos tener muy claro que los FAROS, muy revolucionarios en su inicio, no fueron capaces de contener estas manifestaciones y por el contrario se volvieron lugares cerrados a las expresiones populares que han ido alejando a los jóvenes más marginados.

Una esperanza serán los PILARES, una aparente continuación de los programas de CULTURA COMUNITARIA instaurados por Claudia Sheinbaum cuando fue delegada de Tlalpan, mismos que a la fecha funcionan pero que desgraciadamente ven en riesgo la continuidad de sus frutos por los cambios de administración y funcionarios para los cuales la palabra “comunitario” sólo supone una palabrita de moda en los documentos oficiales.

Es sumamente reprobable que cualquier artista tenga prohibido llevar a cabo espectáculos de calle en los parques y plazas, salvo permisos de trámite engorroso en los que se prohíbe expresamente pasar la gorra para obtener unas monedas. Cabe hacer notar que algunos buscan esta retribución y otros simplemente quieren encontrar una salida a su expresión como parte de un responsable autoentrenamiento. Practicar en un teatro o en un recinto formal es de muy difícil acceso, no existirían espacios gratuitos suficientes para todos y los de renta son francamente prohibitivos.

El arte no puede “salir a las calles” con todo este cúmulo de restricciones y extorsiones por parte de la policía y el Estado.

El impulso creativo de un payaso por ejemplo, lo lleva a la espontaneidad, a la poética de lo cotidiano, el payaso requiere la calle tanto como la calle lo necesita a él para nutrirse mutuamente.

Si soñamos con un arte que transforme a la sociedad, que se viva en comunidad, que aspire a la reconstrucción del tejido social, es vital que le dé libre tránsito, que se garantice la libertad de expresión y el acceso de los individuos y los colectivos al arte, a la cultura, a la producción cultural autogestiva.

Permitir como algo legítimo la solidaria cooperación ganada por la actuación o la habilidad del artista debiera ser un derecho social y cultural para todos los mexicanos. Finalmente esto ahorraría presupuestos gubernamentales permitiendo a estos gremios allegarse sus propios recursos y explorar sus procesos con libertad.

Pero también será importante que estos artistas se organicen y busquen la defensa de sus intereses comunes según su propia autodeterminación.

Creo que sí es tarea del Estado facilitar espacios para la reflexión sobre los aportes de las Artes de la Calle a los procesos sociales en rubros como pacificación, prevención del delito, educación cívica, comunicación, etcétera, así como garantizar el acceso de las manifestaciones artísticas a las calles, parques y plazas públicas, cuidando desde luego el orden, la moral y las buenas costumbres.

Reprimir a los artistas de calle es un total despropósito y una falta de visión de Estado en temas de cultura, educación, administración de espacios públicos y orden cívico.

Asimismo debemos cambiar la mirada. Decía un teólogo por ahí que la mirada de Dios es una mirada creadora, que ese es todo el chiste. ¿Y si nos volvemos dioses por un minuto y medio y creamos frente a nosotros un artista en vez de un infractor? Finalmente es tarea de todos construir calles para las artes.

Adriana Moles @Adrianamoles1
Facilitadora de Procesos de Base
a través del Teatro comunitario.
Jurado Fonca 2018/2019
Fundadora de Zirka Centro de Estudios
del Humor

Comenta

Deja un comentario