Conservadores vs Liberales en tiempos de la 4T. Autor: Venus Rey Jr.

Hemos llegado a un punto en el que el término “conservador” se usa peyorativamente. Y lo más curioso no es eso. Lo que realmente llama la atención es que las personas que son conservadoras se sientan ofendidas, particularmente si el mote proviene del presidente López Obrador. ¿Qué es el conservadurismo? ¿Tiene algún inconveniente ser conservador? No entiendo por qué esta palabra causa tanto ruido y resquemor, ni tampoco comprendo por qué algunas personas la utilizan como insulto.

El espectro político puede ser representado de muchas maneras. Hay una que es muy simple y útil. Imaginemos un plano cartesiano en el cual hay un eje horizontal y un eje vertical.

En el eje horizontal vemos los extremos: mientras más a la izquierda, mayor control económico por parte del Estado; mientras más a la derecha, menor control del Estado, y en consecuencia, mayor margen de los capitales privados para actuar.

En el eje vertical, mientras más arriba, mayor autoritarismo del gobierno y, por ende, mayores restricciones a las libertades civiles y derechos humanos; por el contrario, mientras más abajo, el gobierno es más libertario, democrático y más respetuoso de los derechos humanos.

Nos quedan, pues, cuatro zonas o cuadros.

La zona 1, que es el primer cuadro, arriba a la izquierda, es el llamado autoritarismo de izquierda; mientras más arriba y más a la izquierda, tenemos un gobierno más autoritario y menos respetuoso de los derechos humanos. Ya en el paroxismo, pensemos en el régimen de Stalin o de Mao, o el horripilante gobierno de Pol Pot en Camboya. En la actualidad, la izquierda autoritaria podría estar representada por Cuba, Corea del Norte y Venezuela, aunque estos regímenes distan mucho de ser la URSS, China o Camboya en sus épocas más represivas.

La zona 2, que es el segundo cuadro, arriba a la derecha, es el autoritarismo de derecha. Mientras más arriba y más a la derecha, tendremos un gobierno más autoritario y menos respetuoso de los derechos humanos. El fascismo está situado en ese círculo: la España de Franco, la Italia de Mussolini, la Alemania Nazi, el Chile de Pinochet, etcétera. Este tipo de gobiernos son por naturaleza propensos, como el autoritarismo de izquierda –en eso se parecen–, a violar gravemente los derechos humanos. El autoritarismo de derecha se apoya en los grandes capitales y éstos a su vez se sustentan en el gobierno, creando, digamos, una simbiosis siniestra. Pensemos en el papel que jugaron las grandes empresas alemanas o italianas durante la Segunda Guerra Mundial. La extrema izquierda y la extrema derecha son acérrimos e irreconciliables enemigos. Algunos historiadores conciben la Segunda Guerra Mundial, no tanto como el choque entre el autoritarismo derechista (Alemania) y las democracias (Reino Unido, Francia, Estados Unidos), sino como el brutal encontronazo entre comunismo (Stalin) y la ultra derecha (Hitler). El combate entre soviéticos y alemanes fue de exterminio. Al final, fueron principalmente los soviéticos quienes vencieron a los nazis. (Es un error muy torpe e ingenuo colocar aquí al llamado “neoliberalismo” mexicano, como explicaré más adelante.)

La zona 3, abajo a la izquierda, es, a mi juicio, la más razonable –subrayo: a mi juicio–. Es la izquierda libertaria, también llamada “progresista”. La izquierda estadunidense (Sanders, Obama, el ala progresista del partido demócrata), el Partido Liberal de Canadá (Trudeau) las izquierdas europeas como el laborismo británico, el socialismo escandinavo, el socialismo francés, etcétera, representan a este cuadrante del espectro. ¿Dónde está la izquierda mexicana? ¿Aquí? Sí y no. Lo explicaré más adelante.

La zona 4, abajo a la derecha, es el liberalismo de derecha. El Partido Republicano en Estados Unidos, el Partido Popular en España, el Partido Acción Nacional en México, los partidos demócratas cristianos en Europa, son ejemplos de este sector del espectro.

Esto desde el punto de vista político-económico, porque también existe el conservadurismo y el liberalismo en el ámbito moral. Es un plano diferente que no tiene que ver con lo público, sino con lo privado. Existen individuos que en el ámbito político-económico son muy liberales, pero en el ámbito de lo privado son súper conservadores, y también al revés. Empezando por Jesucristo, que para unas cosas era súper progresista, como aquello de que primero los pobres, pero en el ámbito de lo privado podía recomendar cosas tales como amputarse la mano o sacarse el ojo, si ojo y mano eran ocasión para el pecado de lujuria. Todo estaría manco y tuerto si de verdad se siguiera su palabra.

El presidente López Obrador se ha declarado sin ambages como liberal, emulando a los liberales mexicanos del siglo XIX, empezando por Benito Juárez, y ha señalado a “los conservadores” como los causantes de todos los males que nos aquejan. Muchos mexicanos le “compraron” el discurso y ahora se puede decir que hay una especie de guerra civil mediática y cibernética entre liberales y conservadores, identificados los primeros con los simpatizantes del presidente, y los segundos con sus críticos y opositores. A mí todo esto me causa cierta risa, pues ni el presidente es tan liberal, ni los conservadores son tan conservadores. Pero la “magia” de AMLO ha hecho que todo México se haya “tragado” este pseudo dilema.

Ser liberal no significa ser bueno y conservador malo. El ejemplo irrefutable es Santa Anna, considerado como el gran villano de la historia mexicana. Santa Anna fue tan liberal o tan conservador según los vaivenes de la época y según su agudo sentido político (no es que compare a Churchill con Santa Anna, nada que ver, pero Sir Winston también fue ora conservador, ora liberal, según le conviniera; con esto quiero mostrar que ser conservador o liberal no hace a uno bueno ni malo). Generalmente se considera que ser pro-estadunidense no es una característica de la izquierda, pero pocos personajes en nuestra historia han sido tan pro-yankees como Benito Juárez, el supuesto paladín de los liberales (mire usted que las Leyes de Reforma fueron lo más “izquierdoso” y progresista que había visto México hasta entonces). Juárez fue híper pro-yankee a pesar de que Estados Unidos era, a esas fechas, el mayor y más letal enemigo que había tenido nuestro joven país: México fue humillado por los americanos y le fueron arrebatados más de 2.5 millones de kilómetros cuadrados de territorio, o sea, mucho más de la mitad, y en la época en que Juárez empezó a fraternizar con los gringos, apenas habían pasado diez años de aquella traumática guerra.

Esta cuestión de la izquierda y la derecha se gestó desde tiempos de la República Romana. Algunos políticos pensaban que lo mejor era “conservar” las costumbres y las tradiciones, y como costumbre y tradición instituían que la clase privilegiada (senadores, patricios) era la que debía regir y la que debía tener derechos, pues entonces había que acallar y relegar a los plebeyos. También hubo quien se decantó por las masas. Surgieron así dos facciones: los optimates y los populares. La historia de la República Romana puede entenderse como la pugna por el poder entre optimates y populares. No es que unos fueran buenos y otros malos. ¿Sabe usted quién ganó esa guerra civil? Fueron los populares. Si bien en una primera etapa de la guerra los conservadores se anotaron un triunfo asesinando a los hermanos Graco, a final de cuentas fueron los populares, encabezados por Julio César –el personaje más populista e izquierdista de la República Romana– los que se alzaron con la victoria, pues aún muerto Julio César, fueron sus partidarios quienes vencieron. Esto no quiere decir en modo alguno, insisto, que los populares fueran los buenos y los optimates los malos, ni viceversa. En el partido popular hubo personajes sin escrúpulos, como Catilina, mientras que entre los optimates hubo gente de gran valía como Cicerón.

Pero volvamos al México de hoy. Si se examina con detenimiento, se aprecia que Morena no es un partido de izquierda, aunque, desde luego, hay izquierdistas. Más que un partido, es un movimiento que aglutina posturas y corrientes de todo el espectro político. Hay un sector que bien podríamos ubicar en la zona 1, izquierdistas duros, comunistas dogmáticos y autoritarios que, además de creer erróneamente que ellos son la verdad absoluta, quisieran implementar en México medidas políticas y económicas como las de Venezuela y Cuba. Pero también hay izquierda progresista, derecha liberal y extrema derecha (si usted no cree que hay extrema derecha, sepa que hay simpatizantes de Morena y del presidente que, si por ellos fuera, no habría matrimonio igualitario, los homosexuales no podrían adoptar y el aborto sería castigado como si fuera homicidio). Por eso es tan difícil gobernar Morena, y si no, pregunten a Yeidckol Polevnsky o a Ramírez Cuéllar. Tampoco faltan en Morena los oportunistas que saltan sin pudor de postura en postura, según convenga.

La derecha está disminuida, de eso ni duda. Está tan disminuida y se siente tan mal que ya se creyeron eso de que ser conservador es sinónimo de maldad y traición, cuando deberían estar orgullosos de ser conservadores. Vaya, AMLO ha sido tan hábil, que los conservadores se sienten agredidos cuando son llamados conservadores. ¡Eso son, y no hay vergüenza en ello! Ser de izquierda no significa automáticamente ser liberal, pues existe la izquierda autoritaria y dogmática. Ser de izquierda no es sinónimo de ser bueno y justo, así, por default. Recordemos que dos de los más terribles sexenios priístas fueron encabezados por presidentes izquierdistas: Echeverría y López Portillo. Así que ser de izquierda o de derecha no garantiza ni la honra ni la infamia.

No fue la izquierda la que llegó al poder. Fue AMLO. Y AMLO puede ser más o menos izquierda liberal en el terreno político-económico (los programas asistenciales), pero también puede ser muy conservador (la política migratoria se está convirtiendo en un apéndice de la política migratoria de Trump). Y en el plano privado, yo creo que Andrés Manuel es más bien conservador, influido, quizá, por sus aliados cristianos.

No se puede hablar de izquierda mexicana, sino de izquierdas. Como oposición nunca le hicieron cosquillas al priato; fue la derecha la que sacó al PRI de Los Pinos. Las izquierdas mexicanas nunca habían estado unidas, hasta ahora con AMLO, que ha sido como una especie de engrudo unificador; pero, faltando el engrudo, las izquierdas se desmoronarán y surgirá el caos y la guerra entre ellos. Todos se sentirán con los derechos y las credenciales para sustituir al líder. Por eso un sector de Morena empieza a plantearse la posibilidad de la reelección, porque saben que acabando AMLO, adiós izquierdas unidas. Todos van a querer ser presidentes y ahí vendrá el cisma.

Por su parte, la derecha no aprende la lección. Cuando Calderón vio que su influencia en el PAN había menguado y que no sería posible imponer a su esposa como candidata para competir en 2018, ¿qué hizo? Un berrinche y se fue. Y al marcharse hizo ver mal a su partido y lo debilitó. Y ahora, con México Libre, está empeorando las cosas. La derecha va a quedar más fragmentada y dispersa, y así no tendrá ninguna oportunidad de ser competitiva ni en 2021 ni en 2024. México Libre no podrá participar en coalición, porque 2021 será su primera elección, si es que logra el registro. Así que necesariamente fragmentará al PAN. Por eso el primero en dar la bienvenida a México Libre y expresar beneplácito fue AMLO. Calderón cree que puede convertirse en líder de toda la oposición y que todos los ciudadanos que están hartos de AMLO y de Morena correrán hacia él buscando salvación. Pero eso no va a suceder. Lo más probable es que desde Estados Unidos (me refiero al juicio de García Luna) las cosas se compliquen mucho para Calderón y que su desprestigio crezca. Aun así, va a quitarle votos y simpatizantes al PAN. Así que si AMLO y Morena siguen fuertes, Calderón será una de las causas.

Ya es tiempo de que los conservadores dejen de acomplejarse, se asuman como conservadores, muestren orgullo y se unan. Vean el éxito de Trump, cuyo conservadurismo es su principal fortaleza. Allá está pasando lo contrario que aquí: allá los pobres demócratas son quienes están acomplejados cuando el presidente los llama “izquierdistas”, “comunistas”, “socialistas”, “perdedores”, y se ponen a llorar. Si en México los conservadores no muestran orgullo y se unen, sus posibilidades de éxito serán muy pocas. Mientras sigan llorando cada vez que el presidente los llama “conservadores”, “neoliberales” y “fifís”, no van a poder ni reaccionar (y eso que a los ojos de los izquierdistas, la derecha es la “reacción”, jaja).

@VenusReyJr

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