Sí hay que ser como Sócrates. Autora: Pilar Torres Anguiano

Sócrates

“Sólo sé que nada sé”
¿Sócrates?

Cuando jugábamos maratón nunca faltaba el comentario jocoso del que pedía ser la ignorancia para ganarles a todos. Como suele pasar, en las bromas subyacen grandes verdades que tal vez no sabemos afrontar. El que se burla, de alguna manera se protege buscando bloquear la impotencia de no encontrar una salida a ciertos problemas. El humor, en cierto sentido, amortigua los golpes de la realidad y afronta lo que la mente evade. Así, sentimos que al ridiculizar algo nos ponemos por encima de ello. El humor es un analgésico y un antidepresivo natural. A veces los memes gritan lo que la razón calla… lo que sabemos que no sabemos. Sócrates tiene razón, es mejor partir de la ignorancia.

Por ahí se dice que es preferible permanecer callado y aunque los demás sospechen que uno no sabe nada, a abrir la boca y confirmárselos. Nos gusta burlarnos, pero siempre está el riesgo de que rápidamente las cosas se salgan de control, caer en la tentación de los insultos y perder la paciencia. Bromas vulgares las hace cualquiera, pero para el manejo de la ironía, nadie como Sócrates.

Sócrates realmente no dijo esa frase que le atribuyen (aunque esas palabras reflejan fielmente su actitud). Tampoco escribió nada, pero eso cualquiera lo sabe. Tenemos noticia de él por medio de tres fuentes. La principal es Platón, su discípulo más importante. La segunda es Jenofonte, un cronista e historiador griego. La tercera es Aristófanes, un escritor cómico al que no se suele considerar fiable, porque, desde la época clásica, la comedia es entendida como un género menor. Sin embargo, este autor nos brinda una idea amplia del panorama ideológico y cultural en la Atenas de aquella época. En Las nubes, Aristófanes –hombre de ideas muy conservadoras y detractor del filósofo ateniense– ridiculiza a Sócrates y lo presenta como un demagogo que manipula a los jóvenes.

Cuenta Platón que Sócrates, el arquetipo de filósofo, había sido designado por el Oráculo de Delfos como el hombre más sabio de Atenas, por lo cual estaba llamado a desempeñar la función de guía. Sócrates dudaba de lo dicho por el oráculo, así es que decidió dialogar con los hombres considerados sabios para confirmarlo por sí mismo. Se acercó a los políticos, quienes se supone que deben tener sabiduría por estar encargados de conducir a los ciudadanos, pero no encontró que supieran más que él. Lo mismo hizo con los artistas y comprobó que dicen cosas maravillosas que mueven los sentimientos, pero no lograron responder sus preguntas. Por último, acudió a los artesanos y encontró que son sabios en su oficio, pero cometen el error de pensar que con eso que saben pueden explicar el resto de las cosas. Entonces concluye que el oráculo no lo considera el más sabio por su acumulación de conocimientos, sino porque tiene conciencia de su propia ignorancia y no pretende saber lo que no sabe.

Así, como un servicio a los dioses decide continuar esa forma de vida pensando que, si encuentra a alguien más sabio que él, tendrá la ventaja de seguir aprendiendo; si no, hará honor a la verdad logrando que los que se creen sabios se enfrenten a su propia ignorancia.

Es muy importante el énfasis que hace Platón en sus diálogos sobre la sabiduría que deben tener los gobernantes y quienes hacen las leyes.

Un gran escritor mexicano, ayer dijo en su cuenta de tuíter que seguramente José Vasconcelos se estaría revolcando en su tumba al ver en manos de quién estará la Comisión de Cultura en la Cámara de Diputados. Con lo poco o mucho que conozco del vasconcelismo, no dudo que así sería. Sin embargo, el movimiento cultural que el propio Vasconcelos impulsó desde las políticas públicas, buscó democratizar la cultura y llevarla a todos los rincones de México. El propio Vasconcelos, siendo un filósofo, ignoraba muchas cosas y tuvo grandes errores, pero logró rodearse de intelectuales, artistas y académicos que sí sabían y le ayudaron en la empresa. Es decir, nadie será como Vasconcelos y mucho menos como Sócrates, pero al menos hay que estar dispuesto a intentarlo.

Una de las grandes enseñanzas socráticas es la autorreflexión. Partir de la propia ignorancia para superarla y no asumir la filosofía como acumulación de conocimientos para sentirse superior a los demás sino como una forma de vida. Irónicamente la filosofía academicista a veces nos aleja de la filosofía como forma de vida.

El sabihondo imparte conocimientos a la vez que insulta, exhibe y ridiculiza. En cambio, el hombre sabio estará dispuesto a aceptar que tal vez no ha pensado a fondo lo que cree saber. Está dispuesto a reconocer su propia ignorancia, deshacerse de sus prejuicios, rectificar y seguir aprendiendo siempre. Entonces, con todo respeto para el Diputado Mayer, sí hay que ser como Sócrates; no solo para ser legislador, sino para ser mejor persona. La buena noticia es que no hay razón para que quien se lo proponga no alcance la sabiduría como forma de vida.

Inicié estas líneas opinando que la burla siempre oculta y siempre muestra algo. Pienso que los memes sobre Mayer en el grupo Garibaldi y en esa cosa de Sólo para mujeres, que casi todos hemos compartido en estos días, tienen su origen en una sociedad que ha llegado al hartazgo por sexenios de incompetencia y corrupción de sus legisladores. La validez del reclamo es evidente, pero tampoco seamos hipócritas. ¿Quién realmente dio seguimiento puntual a la anterior comisión de cultura y conocía el nombre de quien la presidía? Creo que, a partir de hoy, más personas empezaremos a hacerlo.

Obviamente se me ocurrió escribir esto aprovechando que Sócrates se puso de moda a partir de lo que dijo la persona que presidirá de la Comisión de Cultura de la nueva legislatura. Pero ya que hablamos de ironías, haiga sido como haiga sido, su primer logro fue poner al gran filósofo en boca de todo tuíter y facebook. Ya nada más por eso, deberíamos conceder que empezó bien.

@vasconceliana

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