Mi comentario de hoy tiene un título sonso, por obvio. Ser responsable es responder. La semana pasada te conté de los símbolos que contiene la Fuente del Pegaso en Palacio Nacional y cómo contiene una advertencia a los políticos soberbios: “—No se crean de sus victorias, que pueden caer como Belerofonte”. En los últimos tiempos hemos visto a nuestras políticas y políticos realizar varios desfiguros y algunos figuros. (A las lingüistas de nuestro campo social: ¿cuál es el antónimo correcto de desfiguro?)
Los desfiguros son fáciles de enunciar porque la prensa de la oposición de derechas los ha hecho virales sin restricción ninguna. (Es extraña la dictadura obradorista, ¿verdad, lectora?) Pero para mi argumento de hoy mencionaré algunos. La escandalosa boda de Santiago Nieto en Antigua Guatemala; la pretensión reeleccionista de Clara Humphrey en el INE; las corruptelas en Segalmex; el desastre de las estaciones migratorias del INM; la oscura autorización de urbanización de parte de la Sierra de San Miguelito en San Luis Potosí; las componendas y amenazas del exconsejero jurídico de la Presidencia contra litigantes; y el uso de la FGR para asuntos personales del marqués Gertz.
Los figuros (hechos encomiables) son un poco más complicados de recordar porque no llamaron tanto la atención de la ciudadanía. (Desventaja de no tener un aparato de amplificación en los grandes medios como lo tenían los gobiernos prianistas…, pero los que estamos mal somos los obradoristas, ¿verdad, lectora?) Van algunos: Los procedimientos de desafuero contra Charrez Pedraza de Hidalgo, Toledo del DF y García Cabeza de Vaca de Tamaulipas; la iniciativa de reforma constitucional en materia democrática para liberar el sistema de representación partidista de las oligarquías de los partidos; la multiplicación de los ingresos fiscales de la Federación; el plan de justicia para el Pueblo Yaqui; los acuerdos para detener definitivamente la presa de El Zapotillo y para asegurar agua dulce a la Comarca Lagunera y la protección federal a la Sierra de San Miguelito en San Luis Potosí.
Un detalle importante de desfiguros y figuros es que tienen responsables concretos. Y a veces, una misma persona debe responder de algo bueno y de algo malo. Santiago Nieto, por ejemplo, como titular de la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) de la Secretaría de Hacienda, fue esencial en preparar varios casos en contra del gobernador tamaulipeco García Cabeza de Vaca y se enfrentó valientemente con la FGR de Gertz cuando esta sub-utilizaba los elementos que la UIF le enviaba en ese y muchos otros casos. ¡Bien! Su boda con Clara Humphrey fue un despropósito completo, al socializar ostentosamente con personas de las élites de las que la población desconfía desde hace décadas (a una de ellas la agarraron llevando sobres llenos de dólares no declarados… ¡para el “bolo”!). ¡Mal! Y Humphrey recientemente trató de saltar de consejera del INE a consejera-presidenta… pese a que era evidentemente una reelección prohibida por la Constitución. ¡Mal! Pese a todo, Nieto reaparece haciendo un buen trabajo en la campaña de Tamaulipas y luego en la nueva administración hidalguense. ¡Bien! A las personas debemos juzgarla por cada uno de sus hechos. Y no siempre es fácil.
En el caso de la Sierra de San Miguelito, el funcionario que malamente dio una autorización que permitía la urbanización de parte de ese tesoro natural fue corregido y retirado de su cargo. La secretaria de Medio Ambiente y Recursos Naturales intervino y la reserva federal terminó expandiéndose un poco más allá de lo que los defensores de la sierra reclamaban. Y todo esto fue posible porque: Primero, el cuarto poder –en voz de Julio Hernández López (JulioAstillero)– denunció los entuertos; segundo, Julio fue calumniado por la ciudadana García Vilchis en la sección “quién es quién” de La Mañanera; tercero, Julio acudió a reclamar en el mismo espacio y demostró su verdad –que era la verdad del pueblo potosino.
En política nadie sale sin raspones… Por eso Churchill decía que alguien sin enemigos es alguien que no se hecho nada de valor.
La nueva política mexicana está llena de escándalos. Una facción reclama a la otra sus errores (reales o inventados). La otra facción responde y contraataca. La primera facción contra-responde y así ad infinitum. Para la tía o el tío panista que todos tenemos en nuestras familias, lo anterior es el “acabose” y sueñan con el retorno de los viejos días en que no había escándalos y todo mundo mostraba “respeto”. Lo que no se dan cuenta es que luego de todos estos duelos de personalidades, pasados los “gritos y sombrerazos”, asentada la tolvanera que nos cegó momentáneamente, entre los restos de la batalla encontramos datos duros.
Por ejemplo, que el marqués Gertz manipula a contentillo los expedientes para acusar a sus enemigos personales, pero los jueces penales federales lo corrigen y detienen: Usted no puede mencionar a Julio Scherer Ibarra decenas de veces y no imputarle ningún delito. Por ejemplo, que en el entorno de ese mismo ciudadano Scherer se abusó de la influencia gubernamental en casos como el Viaducto Bicentenario del Edomex. Por ejemplo, que en Segalmex el ciudadano Ovalle resultó un incompetente (por tonto o por mal intencionado, eso nos lo dirán los jueces penales). Por ejemplo, que el INM es una necro-institución y que un titular mediocre como Garduño es sinónimo de violaciones a derechos humanos. Por ejemplo, que aunque la Conagua sea una institución irredenta, allí siguen los nuevos equipos que llegaron con Elena Burns y continúan su trabajo para asegurar justicia a yaquis, jaliscienses serranos y laguneros. Por ejemplo, que la reforma constitucional democrática diseñada por Pablo Gómez habría beneficiado en varias regiones a la oposición (lo dijo Zuckermann y le dieron pamba china sus amigos de Es la Hora de Opinar). Por ejemplo, que aun sin hacer una reforma fiscal, se podían aumentar los ingresos del Estado con una dirección responsable en el SAT –¡bien por Raquel Buenrostro!
Responder, en democracia, significa reconocer defectos y virtudes de la persona que actúa en el “puesto de responsabilidad”. Pero esto, que se escribe tan rápido, es increíblemente estresante. Las y los servidores públicos saben que el cargo es una carga, que pesa y que es peligroso ocuparlo.
Para evitar la responsabilidad personal, el funcionariado mexicano tiene una táctica perversa. Nunca toma la iniciativa, nunca decide por sí mismo. Siempre espera que alguna otra autoridad le ordene hacer las cosas. De esta manera, evade responder por las consecuencias de la decisión. A veces, hasta parecen buenas personas: “—No se preocupe ciudadano, Usted siempre puede acudir al juicio de amparo. Apenas el Poder Judicial de la Federación le dé la razón, yo hago lo que Usted dice”.
Por eso es que en la gran reforma de los derechos humanos de 2011, el Pueblo incluyó en el tercer párrafo del Artículo 1º Constitucional el comando de que “todas las autoridades, en el ámbito de sus competencias, tienen la obligación de promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos de conformidad con los principios de universalidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad.”
Y todas las autoridades incluye a todas las personas en cualquier espacio de responsabilidad, tanto abajo como arriba –a través de toda la cadena de mando. (Es probable que Francisco Garduño no haya calculado esta obvia realidad republicana cuando descuidó su vigilancia en las estaciones migratorias.)