Cuando se le pregunta a Luciano Fabbri en entrevista por el diario argentino La Nación ¿por qué es necesario repensar la masculinidad? Su respuesta es contundente: porque genera relaciones de desigualdad.
Fabri es coordinador del Área de Género y Sexualidades de la Universidad Nacional de Rosario y habla extensamente en una excelente entrevista[i] que le hace Lorena Oliva sobre la necesidad de resignificar el modelo de masculinidad pues a partir de éste se producen sujetos masculinos que nuestras sociedades asocian con posiciones de jerarquía. Retomaré varios de los puntos destacados por quien también es integrante del Instituto de Masculinidades y Cambio Social en Argentina, una institución que se dedica a intervenir en el campo de las políticas de género destinadas a varones y masculinidades[ii].
1) Repensar cómo se gestan los sujetos masculinos desde la estructura familiar. En ese contexto, hay mucho por hacer: mientras que a los hombres les van indicando que su tiempo es para ellos, que con él pueden hacer lo que necesiten y deseen, a las mujeres las van formando para estar al servicio de las necesidades y exigencias de los demás. Luciano Fabbri pone un ejemplo que sucede con mucha frecuencia en muchas de las dinámicas familiares: “Si a mí desde pequeño me enseñan que, a la hora de poner o levantar la mesa, yo puedo quedarme en el sillón con el control remoto pero mis hermanas tienen que hacer el trabajo doméstico me están diciendo ya de manera muy temprana que mi tiempo vale más que el de ellas para hacer el uso que quiero de él”. Sin duda, eso va conformando poco a poco, aquello que señaló la filósofa francesa Simone de Beaivoir: mientras la mujer es un ser-para-los-otros, el hombre es un ser-para-sí. El ejercicio de una plena libertad del ser se va configurando para uno y el lugar de la subordinación se va asentando para la otra.
2) En el ámbito social, se forma a los sujetos masculinos en la creencia de un derecho natural a disponer de los cuerpos, sexualidades, energías y vida de las mujeres. En el ejercicio de la plena libertad para los hombres y el lugar de la subordinación de las mujeres, se va formando una idea legitimada social y familiarmente de que los hombres pueden disponer de ellas, que su cuerpo está a disposición, que sus energías, sexualidad y tiempo está a merced de los deseos de aquéllos. Esto se puede observar desde las miradas de los hombres a las mujeres cuando van en la calle, en el transporte público o en cualquier espacio, que invaden y transgreden la esfera vital de las mujeres. “Creemos que una mujer caminando por la calle está a disposición de nuestra mirada para decirle qué nos parece su cuerpo, cómo está vestida, qué le haríamos; o pensamos, en el marco de una relación sexual consensuada, consentida, que nuestro placer sexual es más importante que el de ellas. Por lo general, no nos preguntamos por el placer sexual de nuestras compañeras sexuales sino por nuestro rendimiento y nuestra propia satisfacción. También suele pensarse que el cuerpo de las mujeres es el que debe estar a disposición del cuidado de la salud sexual y reproductiva, son ellas las que tienen que hacerse los controles y tomar los anticonceptivos, las que tienen que prevenir los embarazos, las que tienen que poner el cuerpo en los abortos clandestinos, o las que tienen que destinar una parte de sus vidas a cuidar el fruto de esas relaciones sexuales”, señala Fabbri con mucha claridad.
3) El mandato de masculinidad que afecta a mujeres…y también a hombres. Sin duda, el mandato de masculinidad que va construyendo el camino al ejercicio de la violencia masculina (que se reflejan en los estímulos sociales constantes de que los niños y hombres demuestren todo el tiempo poder, fuerza, virilidad, hazaña, rivalidad, dureza), tiene efectos devastadores en miles de mujeres que viven violencia por parte de sus parejas, ex parejas, amigos y desconocidos. En el caso de los efectos nocivos que tiene el mandato de masculinidad en los propios hombres, se refleja en que más hombres mueren en forma violenta diariamente, a manos de otros hombres; además, en edades tempranas los hombres mueren por suicidio, accidentes y homicidios, en mayor proporción que las mujeres. Las razones, el especialista nos las detalla de la siguiente manera: “Los varones mueren casi el triple que las mujeres por causas evitables durante la adolescencia y la juventud. En el caso de la tasa de suicidio tiene que ver con que esos varones no se permiten dar cuenta de que están deprimidos, que necesitan ayuda, de que son vulnerables, de que están frágiles. En el caso de los accidentes de tránsito, está relacionado con la idea de la hazaña, el riesgo y la conquista como una conducta temeraria que ratifica la propia masculinidad. También en la mayoría de los casos, cuando uno ve una sala de atención primaria de la salud, ve mujeres y niñas y no ve varones adultos. Y si uno va a una sala de emergencia de un hospital, probablemente vaya a encontrar muchos más varones adultos que mujeres. Esto da cuenta de que la idea de la prevención de la salud está feminizada y que es una preocupación de las mujeres. Incluso cuando los varones van al médico, muchas veces es por una insistencia constante de sus parejas”.
La masculinidad entendida como una construcción cultural histórica de la personalidad de los sujetos, está inscrita en un orden social con estructuras de dominación a decir del sociólogo Pierre Bourdieu en su obra La dominación masculina[iii]. En ese sentido, el importante reto social que tenemos de entender la configuración histórica de la masculinidad, los efectos que eso ha traído en nuestras sociedades. Solo comprendiendo su historia de configuración, las estructuras sociales en las que está anclada, podremos idear un camino de deconstrucción más efectiva.
Sin duda, un buen inicio es que los hombres empiecen a repensar su propia masculinidad y todos los daños que provoca. Al mismo tiempo, que empecemos a elaborar, seriamente, políticas de intervención en el campo de las masculinidades con el propósito de erradicar la violencia de género.
En nuestro país, aunque existen colectivos y asociaciones de hombres que dirigen esfuerzos a la deconstrucción de la masculindad hegemónica, lo cierto es que las políticas públicas en la materia (en la administración pública y la administración de justicia, así como en los contenidos educativos en todos los niveles) son escasísimas. Tenemos todo un futuro por construir en este rubro, como estrategia para la prevención, atención y erradicación de la violencia contra las mujeres…y también de la violencia que ejercen los hombres contra los mismos hombres.
[i] Ver Entrevista a Luciano Fabbri: “A los varones nos crían para pensar que podemos disponer de las mujeres” por Lorena Oliva en el Diario La Nación, 21 de agosto de 2020, https://www.lanacion.com.ar/comunidad/luciano-fabbri-a-varones-nos-crian-pensar-nid2427674
[ii] Sitio electrónico: http://institutomascs.com.ar/
[iii] El libro se puede consultar en el siguiente sitio electrónico: http://www.nomasviolenciacontramujeres.cl/wp-content/uploads/2015/09/Bondiu-Pierre-la-dominacion-masculina.pdf