Polarización. Autor: Israel López Monsivais

México derrota a Alemania

La histórica victoria de la selección mexicana sobre el actual campeón del mundo fue un catalizador de felicidad para millones de mexicanos, quienes se topan con un país que se cae a pedazos: inseguridad, corrupción, desigualdad y un dilatado proceso electoral, que polarizó a la sociedad mexicana. Es un hecho. Vencer a los teutones le brindó una alegría al pueblo futbolero.

Como cada cuatro años los detractores salieron a criticar la enajenación mundialista, con superioridad intelectual señalan al hincha que opta por disfrutar del mundial que manifestarse contra los múltiples abusos de la clase política. José Luis Borge, escritor que defendió la dictadura de Pinochet, expresó que el futbol era una estupidez. En cambio, Eduardo Galeano, intelectual de izquierda, quien denunció las dictaduras latinoamericanas, fue un defensor a ultranza del balompié.

A primera vista, la polarización está presente en todos los temas. Las redes sociales desinforman o viralizan los temas. Un amplio sector del electorado se convirtió en el homovidens que anunció Giovanni Sartori, una sociedad teledirigida, quienes prefieren informarse (y compartir sin verificar) con un video editado (y tendencioso) en Facebook que realizar una breve investigación documental en fuentes confiables.

Llevamos más de seis meses de intensa discusión política: precampaña, intercampaña y campaña. Los ciudadanos ya están hartos. El proceso electoral es de baja calidad, no es propositivo, prevalece la descalificación. Algunos discursos dividen, otros pretenden inducir el miedo y los que quieren continuismo difunden el relato apocalíptico.

En las últimas semanas en redes sociales se ha incrementado la polarización, en específico, la conversación en redes sociales. Definitivamente, en democracia debe predominar el respeto por el adversario ideológico o político. Sin embargo, la desautorización al antagonista es el común denominador. Si no opinas a favor de mi candidato eres opositor o de la mafia del poder. Existe un tercer grupo que no simpatiza con ninguna opción.

Con asombro observamos el divisionismo que provocó Trump. Lamentablemente se está replicando la misma intransigencia. Se han implantado adjetivos o estereotipos en la conversación para desacreditar al contrincante: chairo, derechairo, pejezombie, fachas, etcétera. Adviértase, pues, que un sector del conservadurismo se muestra clasista. Admitamos que algunos seguidores de Andrés Manuel López Obrador son intolerantes. Ambos extremos caen en el fanatismo. Ambos comparten fakenews. Ambos consideran que la verdad está de su lado.

Ahora veamos. Al concluir el proceso electoral la vida seguirá, no tiene caso perder amistades por las diferencias políticas. Los grupos de WhatsApp retornarán a su normalidad. Posteriormente, quien gobierne debe convencer con resultados. Y los perdedores construir una oposición responsable. La democracia no se debe  reducir a una jornada electoral.

Finalmente, respetar es la clave de la convivencia. Si el aficionado mexicano quiere deleitarse con todos los partidos de Rusia 2018, dejar que se ilusione. Debe preponderar la pluralidad, México es un país heterogéneo. Lo que nos corresponde denunciar es el clasismo e intolerancia de los extremos. Cuidar el lenguaje escrito y verbal, ser corteses e incluyentes. Por un momento ponernos en los zapatos del otro antes de demonizarlo o criticarlo desde nuestros privilegios. Además, en toda disputa darle prioridad a las ideas.

Twitter: @francotiradort1

Comenta

Deja un comentario