Narco Historia | En la Tierra del Peyote… Autor: Eduardo Chícharo

Eduardo Chícharo | @lalocur_

En La tierra mágica del peyote (2013) Fernando Benítez nos narra el largo peregrinar de diversas comunidades wixaritari (huicholes) sobre el desierto de San Luis Potosí, hacia lugares sagrados como Wirikuta (donde nació el Sol y se originó el mundo). El pueblo wixárika son los ocupantes ancestrales –y defensores– del territorio que hoy ocupan las entidades de Durango, Zacatecas, Nayarit y San Luis Potosí.

Los wixaritari, en tanto consumidores de peyote, son tan solo una pequeña representación de las víctimas de la política global de drogas que criminaliza al consumidor; sin importar si en el camino se cargan la cultura ancestral, la economía local, o los hábitos de consumo.

Consigna: Ahogar la Vida, Ocultar la Verdad

Si quisiéramos rastrear la visión hegemónica internacional en la materia, tendríamos que viajar 67 años atrás cuando 52 países miembros de la Organización de Naciones Unidas (ONU), acordaron la creación del Comité de Estupefacientes de la ONU (CND).

Desde 1961 el CND ha dictado la política internacional en materia de drogas, siempre bajo una visión prohibicionista abiertamente conservadora. Desde entonces el órgano se ha regido por un mecanismo ominoso que consiste en aprobar por consenso toda resolución que éste emita, cerrando la puerta a la mínima disidencia. El llamado Consenso de Viena ha llegado a extremos peligrosos como en 2009 cuando se declaró la cruzada internacional Un Mundo Libre de Drogas, con todos los efectos perniciosos que trajo consigo, a saber: mayores índices de violencia; alza en la producción y cosecha masiva de estupefacientes en virtud del alza en los precios; el ensanchamiento en las poblaciones carcelarias de pequeños consumidores y/o dealers (vendedores).

Como si se necesitaran mayores pruebas de los funestos resultados del consenso, el CND ha conocido de casos específicos en que la cruzada ha transgredido Derechos Humanos básicos. Tal es el caso de Filipinas, donde el consenso se tradujo en el asesinato extrajudicial de cerca de 27 mil personas en el periodo 2009 – 2019. Recopilado en el Shadow Report on Asia, un reporte hecho por organizaciones de la sociedad civil para evidenciar el impacto del consenso internacional en Asia.

Clandestinidad Dictaminada

Al tiempo que la campaña para erradicar las drogas se implementaba alrededor del orbe, un proceso congénito se gestaba: el de la construcción de un enemigo común. Desde que el Consenso de Viena se impuso, este ha resuelto señalar al consumidor, productor o traficante, como cosas antes que personas. Si en sus vínculos con las drogas, éstos mueren o son apresados, mejor para nosotros, porque son la escoria de la sociedad. Son cosas antes que personas.

Ellos y Nosotros se ha vuelto una dicotomía compleja de superar, por decir lo menos. Máxime si consideramos que ellos son precisamente los sectores más vulnerables de nuestras sociedades: pobres, marginados, indígenas, analfabetas, jóvenes, mujeres. Aquí, en la tierra del peyote, ellos son lo mismo el chavo consumidor, el productor de la sierra, o el dealer del punto.

Curar las Heridas

Afortunadamente, el Consenso de Viena ha comenzado a mostrar rupturas y contradicciones. Apenas el viernes 22, al clausurar el periodo anual de sesiones, el CND aprobó –por votación simple– dos resoluciones que buscan marcar un viraje en la política internacional en materia de estupefacientes. La primera sobre desarrollo alternativo, promovida por la delegación tailandesa; y la más importante, sobre reducción de daños generados precisamente por la cruzada mundial vs las drogas, sorprendentemente promovida por la delegación estadounidense.

En la tierra del peyote recibimos con entusiasmo las resoluciones del CND, porque es aquí donde hemos advertido de primera mano sus desventurados efectos, a saber: más de 120 mil desaparecidos, incontables muertos, por no mencionar la impunidad e indiferencia ante la crisis humanitaria que padecemos.

No es exagerado decir que este periodo de sesiones de la CND ha sido histórico para la diplomacia en materia de estupefacientes. La delegación colombiana logró la asistencia del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Volker Türk, ergo de la inclusión de una perspectiva en la materia para la política internacional de drogas, tras 67 años de existencia del CND. Asimismo, en consonancia con la perspectiva del presidente Petro, la delegación colombiana calificó de indolente y anacrónica la política prohibicionista de drogas.

Ante todo, este debe de ser un llamado de atención a no bajar la guardia por las buenas nuevas, porque la prédica conservadora contra las drogas se mantiene latente. Aún falta un largo trecho para asegurar los derechos al libre desarrollo de la personalidad, al debido proceso para quienes continúan padeciendo la criminalización, al consumo medicinal o recreativo de estupefacientes y, ante todo, la suprema libertad del individuo. Siguiendo al presidente Petro: “Yo les demando desde aquí, desde mi Latinoamérica herida, acabar con la irracional guerra contra las drogas […]  ¿Quieren menos drogas? Piensen en menos ganancias y en más amores. Piensen en un ejercicio racional del poder.” Aquí, en la tierra del peyote y la cocaína, es la hora de la paz

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