Mirada desencantada | La presidencia y los debates: un cuento infantil. Autora: Ivonne Acuña Murillo

FOTO: INE/CUARTOSCURO.COM

Por: Ivonne Acuña Murillo

Erase que se era un reino muy, muy cercano en el que dos niñas y un niño pretendían sentarse en la silla más grande y comerse todos los dulces. Para lograrlo, idearon una serie de estrategias de campaña puestas en práctica en el patio de la escuela, en el que niñas y niños entusiasmados se pusieron del lado de una u otro.

Con seguridad, hay muchas formas divertidas de festejar el Día de los niños, las niñas y les niñes, a quienes envío un enorme abrazo, y hablar de política no es una de ellas. Atendiendo a la evidencia, me propuse en este artículo volver a los días de la infancia para pensar cómo sería esta campaña electoral por la presidencia del Club de Tobi, que a nada está de quedar en manos de Lulú, y escribir el relato a manera de cuento. En este, no encontrarás hadas pero sí uno que otro gnomo, bruja, ogro, esperpento y demás acompañantes. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

En la rueda de la fortuna

Un día se les ocurrió, a dos niñas y un niño, subirse a la rueda de la fortuna para intercambiar ideas y mostrar a la chiquillada sus habilidades para comer más chocolates en menos tiempo. La niña que corría más rápido quedó situada hasta arriba, la niña que trataba de alcanzarla en su bicicleta en medio y el niño más pequeño abajo.

Para el niño todo era diversión, no le importó tener a la vista el suelo pues podía mirar a las hormigas caminar en fila hacia un pedazo de pan o al cuerpo de una cucaracha, qué fantástica vista, se dijo, y se dispuso a pasarla lo mejor posible. ¿Qué podía perder? Nunca antes le habían prestado tanta atención como ahora, así que se puso a ensayar su mejor sonrisa y a mandar mensajes con manos y dedos. Igual intentó que el disco se moviera un poco para quedar más cerca de la niña de en medio a ver si en una de esas lograba alcanzarla y superarla. Tarea difícil sin duda, pero no cejó en su empeño, la canción naranja entonada por otro niño, esa que traía grabada en su celular, lo llenaba de energía e ilusión.

La niña de arriba tenía, como podrás imaginar, una vista privilegiada de todo el panorama y no estaba dispuesta a compartirla. Poco se dignaba a mirar hacia la parte media de la rueda y menos hasta abajo. Prefería ocupar su tiempo en pensar cómo compartir las golosinas que iba a ganar poniendo su toque personal, pues ella no era la primera en hacerlo. Otro niño, el líder del equipo guinda, a quien la mayoría seguía, ya había elaborado todo un plan para hacerlo de manera que ninguna niña o niño se quedará sin disfrutar de lo ganado.

Mientras tanto, la niña de en medio hacía grandes esfuerzos por acercarse a la niña de arriba y quitarle el lugar que tenía, gracias a la buena opinión que muchísimas niñas y niños tenían de ella. Lo intentó todo: aventarle escupitajos que la gravedad devolvía a su rosada cara; pegar chicles en el cabello, a veces rizado a veces lacio, de la presumida niña de arriba y que terminaron embarrados en su vestido de niña indígena; formar bolas de lodo para arrojarlas a la cabeza de la de arriba, obteniendo el mismo efecto que con los escupitajos; decir todas las groserías que se sabía esperando impresionar a los otros niños y niñas y que juntos le ayudaran a mover el círculo que la mantenía en medio; inventó mentiras, acusó a la otra niña de cosas que ya habían pasado como la caída de la casita que estaba en el jardín de la escuela, por las fallas en el trenecito de lámina que circulaba alrededor de esta, por el agua de la llave que salía de otro color de vez en cuando, por su ex amiguito que recibió caramelos de manera indebida; intentó también hacerla tomar el agua sucia que traía en una botella; se balanceó lo más fuerte que pudo para mover la rueda y hacer caer a la de arriba; pidió ayuda, sin éxito, a niñas y niños de otras escuelas para que intervinieran en la elección por venir; se burló de ella comparándola con Maggot, el gusano que vive dentro de la cabeza de Emily, la protagonista de la película El cadáver de la novia, dirigida por Tim Burton y estrenada en 2005 y con Pinocho, protagonista del cuento Las aventuras de Pinocho, escrito en 1882 por Carlo Collodi, pseudónimo de Carlo Lorenzini. No se sabe si con esta última comparación se mordió la lengua pues vaya que tenía afición por las mentiras.

Nada le funcionaba. Algo desesperada aceptó tener tres debates en el patio de la escuela. ¡En sus marcas, listos, fuera! corearon todes les niñes. Sin bajarse de la rueda de la fortuna se aprestaron a debatir.

En el primer encuentro, la niña de en medio se vio aturdida, nerviosa, fuera de lugar. Cada vez que lanzaba una acusación, mentira o insulto a la niña de arriba volteaba a mirarla como quien hace una travesura y espera el soplamocos que vendrá de una persona mayor. La otra, por su parte, nunca la miró, se dedicó a plantear sus ideas y sólo, de vez en cuando, respondió a los reclamos y provocaciones, para asestar también uno que otro golpe.

El segundo debate fue algo diferente. La niña de en medio se preparó mejor, ya no puso sus cartulinas al revés y preparó bien el ataque, manejó mejor sus tiempos reservando para el final de cada bloque el suficiente para seguir atacando a la de arriba, quien de nuevo no se dignó a mirarla ni a llamarla por su nombre, menos a dirigirse a ella en cada respuesta sino a los otros niños y niñas que observaban. Decía por ejemplo, la niña del jardiprian, la de enfrente, la del otro equipo, la de azul.

Algo molesta por esta situación la de en medio arremetió y decidió, en contrapartida, llamarla “la niña de las mentiras”, mote que rapidito se convirtió en hashtag en las redes sociales, esos espacios en los que ahora se ve la gente aunque no esté junta. La niña de en medio también tenía sus seguidores y compradores de granjas de bots, robotitos que participan y comparten todo lo que ella sube para hacer pensar que muchos y muchas infantes la apoyan, les llaman los “enmediolovers”. Como respuesta, la niña de arriba, sin despeinarse, lanzó también un rudo golpe a la niña que vendía gelatinas, disculpa, no te lo había dicho, es de no creerse. La niña de en medio, cuando iba en el jardín de niñes, hacía y vendía 600 gelatinas diarias para pagarse la escuela, sin importar que esta fuera pública y no cobrara. Nunca se sabe.

Sigamos. La niña de arriba, para responder al ápodo de “la niña de las mentiras”, llamó “corrupta” a la otra, “la niña corrupta” le dijo de ahí en adelante. La niña de en medio no dejó pasar la ocasión para sacar la lista que presentó en el primer debate y que había estado comentando una y otra vez cada que alguien quería escuchar y conminar a la niña de arriba para que respondiera todas las acusaciones que le había hecho. Estuvo de risa loca, la bien administrada niña de en medio pretendía que la otra contestara los reclamos hechos en su tiempo sobrante cuando la niña de arriba ya había agotado su tiempo y sonreía levantando los hombros como diciendo “ni modo”.

¡Vaya cosa! Para no variar, la niña de en medio mostró un comportamiento disruptivo, provocador, “entrón” como dice ella y trató, más de una vez, de hacer ver mal a la de arriba. En una ocasión, la acusó de mentir mientras hablaba viciando con su voz lo que decía, en otras mostrando carteles con denuncias en el tiempo de habla de su contrincante, tratando de desviar la atención de lo que decía. Este comportamiento chapucero no pasó desapercibido y la moderadora le llamó la atención, diciéndole que si seguía así la iba a llevar a la Dirección de la escuela, que debía respetar lo acordado.

¿Y el niño naranja? Te preguntarás. Bueno, él seguía sonriendo, menos que en el primer debate en que lo compararon con el Guasón, uno de los villanos de Batman. También hizo menos señas con las manos pues, a decir verdad, no le salían muy bien. Él lanzó también uno que otro ataque, en especial en contra de su más cercana rival, pero la mayoría del tiempo se dedicó a proponer maneras de repartir los dulces que ganaría entre las y los niños más pequeños. No perdió oportunidad para hacer notar la diferencia entre él y las niñas competidoras, “yo sí respondo a las preguntas” les dijo. Tampoco te había dicho que quienes miraban el debate se animaron a preguntarles cosas relacionadas con la repartición de golosinas: que si iban a alcanzar, que si les iba a tocar a todes por igual, que dónde las podían recoger o si se las iban a enviar a su casa, que si tenían algún costo, que qué se haría en contra de quien quisiera llevarse más, etc. Todo lo que se acostumbra a preguntar en un debate.

No sabemos qué ocurrirá en el tercer debate. Si la niña de en medio será más agresiva, si la de arriba será más contundente en sus respuestas y ataques, si el niño de abajo seguirá sonriendo y hablando con las manos. Lo que sí es seguro es que no habrá un cuarto debate y que las elecciones en el patio de la escuela ocurrirán sin sobresaltos. Es difícil pensar que en cuatro semanas la niña de arriba perderá su lugar en favor de la en medio o si esta cederá su espacio al niño de abajo.

Mirada desencantada: Regalo del Día de los niños, las niñas y les niñes:

Parábola de los seis sabios ciegos y el elefante

Seis hindúes sabios, inclinados al estudio, quisieron saber qué era un elefante. Como eran ciegos, decidieron hacerlo mediante el tacto. El primero en llegar junto al elefante, chocó contra su ancho y duro lomo y dijo: “Ya veo, es como una pared”. El segundo, palpando el colmillo, gritó: “Esto es tan agudo, redondo y liso que el elefante es como una lanza”. El tercero tocó la trompa retorcida y gritó: “¡Dios me libre! El elefante es como una serpiente”. El cuarto extendió su mano hasta la rodilla, palpó en torno y dijo: “Está claro, el elefante, es como un árbol”. El quinto, que casualmente tocó una oreja, exclamó: “Aún el más ciego de los hombres se daría cuenta de que el elefante es como un abanico”. El sexto, quien tocó la oscilante cola acotó: “El elefante es muy parecido a una soga”. Y así, los sabios discutían largo y tendido, cada uno excesivamente terco y violento en su propia opinión y, aunque parcialmente en lo cierto, estaban todos equivocados.

Parábola de los seis sabios ciegos y el elefante, atribuida a Rumi, sufí persa del s. XIII.

<em>Ivonne Acuña Murillo.</em><br>
Ivonne Acuña Murillo.

Socióloga feminista, académica de la Universidad Iberoamericana. Analista política experta en sistema político mexicano y género. Autora de más de 250 artículos periodísticos y 25 académicos publicados en periódicos y revistas de circulación nacional. Ha contribuido al análisis del presente y el futuro de un país que se desgarra en múltiples medios escritos, radiofónicos y televisivos, tanto nacionales como internacionales.

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