Mario y los andamios. Autora: Pilar Torres Anguiano

Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas
Mario Benedetti

Un andamio es una estructura desmontable, hecha de tablas o planchas metálicas, que se levanta temporalmente para poder trabajar en la construcción o reparación de un espacio. Ya sé que cualquiera sabe eso, pero, por su naturaleza provisional, un andamio es viable para la metáfora. “Andamios” es el nombre de una novela, un tanto autobiográfica, de Mario Benedetti. En ella, el protagonista regresa a su patria luego de doce años de exilio, junto con nostalgias y prejuicios, pero poco a poco comienza a armar andamios para construir una nueva vida.

Hace 25 años, una tarde del mes de octubre, el foro al aire libre de Plaza Loreto en el sur de la ciudad de México estaba a reventar. No era para menos. Mario Benedetti visitaba México para presentar su novela “Andamios”. Ahí estábamos, amontonados, una gran cantidad de personas: adultos, viejos y jóvenes (yo era de esos últimos). Al iniciar la presentación, se nos anunció que Don Mario no firmaría libros, porque estaba muy cansado. Alguien del público le gritó: “No importa, maestro, te queremos vivo.”

“Gracias, yo también me quiero vivo”, respondió Benedetti.

Algunas chicas—en ese entonces lo éramos—lo considerábamos poco menos que estrella de rock, y logramos colarnos por la parte trasera del escenario, en donde se encontraba una carpa en la que nuestro admirado Benedetti descansaba un rato, después de la presentación.

Teníamos la ilusión de saludarlo, y tal vez lo habríamos logrado si un muy sobrado Sealtiel Alatriste no nos hubiera salido al paso, cual guarura, para advertirnos que no molestáramos al maestro, que no insistiéramos y que ya se nos había dicho que no firmaría ningún libro.

– “Sí, pero no queremos molestarlo, ya sabemos que no va a firmar libros, nomás queremos verlo.” Le dije. Nos ignoró y volvió a entrar a la carpa.

– “¡Te quiero, Mario!” le gritamos, como quinceañeras de hoy a Harry Styles.

Pasó un rato, Benedetti salió de la carpa para abandonar el lugar, siempre flanqueado por Alatriste, y al pasar junto a nosotras, nos dijo: “Gracias, chicas, ‘sho’ también las quiero”.

Difícil escribir sobre uno de los autores más leídos y queridos de la lengua española. Quién no lo ha leído, cuando menos ha compartido en los grupos de Whatsapp sus frases o poemas. Todos lo conocemos o al menos ubicamos alguna de sus líneas o frases. ¿Quién no reconoce la cara amable de aquel señor bigotón que casi siempre sonríe en las fotos?

Hay un Mario para cada persona: los jóvenes de secundaria que están descubriendo la poesía, las personas que le copian el estilo para escribirles a sus parejas, el estudiante de letras que ya se sabe experto, el que ya no lo lee porque se le hace cursi y ahora es lector de Bukowski, la que lo ha descubierto en los poemas que se comparten en Facebook y en grupos de Whatsapp, el que desempolva de vez en cuando sus inventarios I y II, la que escucha las canciones de Serrat o Nacha Guevara, la maestra de español que se los deja leer a sus alumnos, el que ha visto el libro en el librero de la casa pero nunca lo ha abierto ni lo abrirá…

Hace rato leí que México es el país en donde más se venden libros de Mario Benedetti. Acabo de contribuir a la estadística comprando en Amazon una edición de sus poemas, seleccionados y prologados por Joan Manuel Serrat. Pienso que probablemente Serrat eligió “El sur también existe[1]”, una canción-poema que desde antier me ha estado dando vueltas en la cabeza, por aquello de la eterna polémica norte-sur en el continente… y acaso también en nuestro país.

Y es que, como sabemos, algunos gobernadores abandonaron la Conago, como cuando uno decide salirse por fin de ese grupo de Whatsapp que tanto le molesta para formar un subgrupo de puros cuates, por lo que este hecho nos polarizó un poco más. No pasa nada, se vale. Sin embargo, en tiempos de las ladies mi muchacha, ladies argentinas y similares, las cosas suben de tono. Corríjanme si me equivoco: creo que todos conocemos a alguien que dice que “en el norte sí se trabaja”. Ya saben, de los creadores de “el que es pobre es pobre porque quiere”.

¿Y eso qué tiene que ver con Benedetti? Que el racismo siempre sale, como el eterno retorno, como el dicho de la mula al trigo. Por eso es necesaria la poesía (de Benedetti o de quien sea), para unir lo que la política separa; para defender la alegría.

defender la alegría como un derecho
defenderla de dios y del invierno
de las mayúsculas y de la muerte
de los apellidos y las lástimas
del azar
y también de la alegría.

Perdón por la idealización romántica. Rectifico: por sí mismos, los poemas no nos hacen mejores personas, ni mejores ciudadanos, ni mejores nada; pero eso sí, son andamios, en los que podemos subirnos para construir mejores espacios.

Ojalá lo hagamos.


[1] pero aquí abajo abajo
cerca de las raíces
es donde la memoria
ningún recuerdo omite
y hay quienes se desmueren
y hay quienes se desviven
y así entre todos logran
lo que era un imposible
   que todo el mundo sepa
   que el sur también existe

Pilar Torres Anguiano
Pilar Torres Anguiano

Filósofa, profesora y ensayista.

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