La soberbia de Los de Arriba. Autor: Federico Anaya-Gallardo

Elecciones en México

El viejo dicho popular, Jalisco nunca pierde y cuando pierde, arrebata, se generalizó a mediados del siglo XX luego de su uso en las películas rancheras de la época de oro del cine mexicano. Se usó para explicar “los malos modos” del viejo PRI para asegurarse todas las victorias electorales cada tres años. Sigue vivo en la actitud de actores políticos relevantes de nuestros días –que asegún son posmodernos y “millenial”. Es impresionante la desfachatez con la cual Meade se burló de sus conciudadanos en la Plaza de los Mártires de Toluca el domingo 24 de junio de 2018. Dijo que “no se sorprendan” de que, pese a todo, gane el PRI en la jornada electoral del 1 de julio. Su fanfarronería fue reportada urbi et orbi mexicanus. Véanse notas sobre esta declaración en El Financiero, Tabasco Hoy y La Jornada San Luis el lunes 25. Impresiona igual la sinvergüenzada de Pablo Hiriart al proclamar en su editorial de ese mismo lunes en El Financiero que “AMLO debe perder el domingo”. ¡Debe! Dice Hiriart: “Si hay lógica y elemental racionalidad…” el candidato de la izquierda mexicana debe perder. Luego de repetir el “rosario” de todos los defectos y pecados de López Obrador, Hiriart cierra diciendo: “Si hay una pizca de sensatez y no lanzamos a México al precipicio, va a perder”… Notemos cómo el debe perder se convierte en perderá. (Ver su nota en http://www.elfinanciero.com.mx/opinion/pablo-hiriart/amlo-debe-perder-el-domingo) Una profecía dictada desde el Olimpo extraño de uno de los intelectuales orgánicos de la oligarquía mexicana –especialmente de los sectores más reaccionarios y violadores de derechos humanos del ejército nacional. (Sobre esto último, revísense las posiciones de Hiriart acerca de Ayotzinapa y el GIEI de la CIDH cuando dirigía con el periódico La Razón de la Ciudad de México de 2010 a 2014.)

Desfachatez y sinvergüenzada se quedan cortas con la apología del delito que hizo Ricardo Alemán. Para él, los “chairos” seguidores de AMLO debían “ser congruentes” y matarle. (Tweet del 5 de mayo de 2018 en @RicardoAlemanMx) Pero es una voz más del mismo coro: los “chairos” son los “no sensatos”, los que “nos llevan al precipicio”, los que “no atienden” a la lógica y elemental racionalidad ni entienden nada de ella.

Ciertamente, no todos los miembros-voceros de la élite de este país son tan insolentes como Meade en su spot de enero 2018 “¡Nombre, son unos genios!” en el cual criticaba los discursos fáciles sobre la pobreza desde la supuesta atalaya de su experiencia administrativa previa. (Hoy puede consultarse ese video en https://www.youtube.com/watch?v=pHrhz5YW-L0) Hay personas como Luis de la Calle que reconocen la validez de las críticas de las oposiciones al gobierno priísta y las debaten. En entrevista con El País, publicada por el diario español el sábado 23 de junio de 2018, De la Calle asegura al entrevistador Ignacio Fariza que no se habla de los perdedores del TLCAN “porque no hay muchos” y explica que los salarios mexicanos siguen deprimidos porque en el periodo se han incorporado al mercado laboral muchos trabajadores y también más mujeres que en otras épocas. Es decir, que la mayor oferta de mano de obra baja necesariamente los salarios. Esto cambiará –nos conforta el consultor– porque en los años que siguen las generaciones de jóvenes que entran a trabajar son menores en tamaño y el mercado corregirá automáticamente la situación. Cuando Fariza le señala que los salarios mexicanos han bajado pese a que la productividad de los trabajadores ha aumentado, De la Calle responde: “100% de acuerdo. … Si hubiese escasez de trabajadores, … no se podrían mantener los salarios bajos por mucho tiempo. El propio mercado no lo permitiría.” La mano invisible del mercado arregla todo… pero ante la insistencia de Fariza acerca del punto, De la Calle reconoce que “algunos empresarios han fallado en su obligación moral de pagar bien.” (https://elpais.com/internacional/2018/06/23/mexico/1529708251_143138.html)

Más adelante, la entrevista de El País con De la Calle aborda el problema de la corrupción rampante en todos los niveles, lo que significa un ambiente de extorsión continua. El consultor señala que “las pequeñas y medianas empresas tienen muchas dificultades para crecer: en cuanto lo hacen, las extorsionan” y agrega que en un ambiente así es mejor quedarse en la informalidad –adonde el empresario “tiene ventanilla única en materia de extorsión: tiene relación con un mafioso que le extorsiona, pero en régimen de monopolio”, mientras que si se expandiese y saltara a la formalidad será extorsionado por 15 mafiosos. Y, en este punto, el elegante economista nos reporta un detalle relevantísimo: “Las empresas grandes son casi inmunes a la extorsión y eso hace que las medianas no puedan competir contra ellas”.

Sin embargo, aquí debemos notar que, al inicio del debate con El País, De la Calle había señalado que el debate sobre los bajos salarios mexicanos oscilaba entre las explicaciones de mercado (como la que él propone) y las que achacan la depresión salarial a la “oligarquía financiera-económica”. La elegancia no sirve para escaparse de la realidad: sumando todos los argumentos de De la Calle debemos concluir que (1) al tiempo que las más grandes generaciones de mexicanos entraron al mercado laboral el gobierno dejó a las simples leyes de oferta y demanda la asignación de salarios; y (2) ese mismo gobierno decidió no hacer nada para contener una extorsión que impide a nuevos empresarios entrar al mercado, competir con los grandes capitalistas ya establecidos y ofertar mejores salarios. ¿No es esto política oligárquica?

Lo es, por más que De la Calle se esmere en no usar lenguaje “brusco” como lo hacen  Pablo Hiriart y los demás declarantes que he citado. Pero la suavidad del lenguaje del consultor no es simpática, pues aplica esa finura para todos por igual –pese a que la sociedad mexicana puede calificarse de mil modos, pero nunca con el adjetivo “igualitaria”. De la Calle señala que “algunos” empresarios han “fallado” en su “obligación moral” de pagar bien. Falso por varias bandas. Una. No es una obligación moral, sino jurídica. Está reglada por la Constitución y por las leyes laborales que imponen a los dos factores de la producción negociar cada año los sueldos que se pagan –bajo la vigilancia de las autoridades del Trabajo. Y resulta que esas autoridades, de acuerdo al propio El País, han aplicado desde los años 1980s una política de contención salarial para “así competir con el resto del mundo” (Miguel Reyes, director del Observatorio de Salarios de la Universidad Iberoamericana. Ver “Los salarios mexicanos se quedan atrás” de Fariza en El País en https://elpais.com/economia/2018/06/09/actualidad/1528568535_268646.html)  Dos. No se trata de moralidad, sino de descaro político: la oligarquía política se enreda y sostiene con la oligarquía económica. De la Calle no ignora que la sociedad civil lleva casi una década exigiendo se transparente la lista de los grandes contribuyentes que reciben generosas cancelaciones de sus créditos fiscales. (En 2007 en total ascendieron a 74 mil millones de pesos.) La organización civil Fundar exigió, vía el sistema federal de transparencia, la CNDH y la Suprema Corte de Justicia, conocer los nombres de esos grandes contribuyentes privilegiados. El sistema actuó como mafia y ocultó los nombres, alegando el “secreto bancario”. Es decir, los grandes empresarios no sólo son inmunes a la extorsión (De la Calle dixit) sino que obtienen beneficios fiscales que la mayoría no alcanza. Tres. Los empresarios no han “fallado”, se han comportado como lo que son: agentes interesados primordial (y hasta únicamente) en acumular ganancias. Precisamente para ello existen salvaguardas jurídicas y autoridades que equilibren ese legítimo interés del capital con los intereses de la clase trabajadora.

La connivencia de las élites política y empresarial es tal que, al adscribir el problema sólo a la mano invisible del mercado, De la Calle encubre a ambas. Se miente con elegancia pero se miente igual. Ciertamente, se agradece que no haya fanfarronería, ni desfachatez, ni soberbia abierta, ni apología de homicidio, como en los casos de Meade, Hiriart y Alemán. Pero al final nos queda claro que De la Calle está en el mismo campo social y en el mismo equipo político que los otros tres.

Un buen amigo, miembro de la misma élite que enlista a los cuatro declarantes que he citado en este escrito, me decía jocoso que en su alma mater, la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, solía poner a sus compañeros de izquierda una “banderilla” para hacerles rabiar. Les preguntaba “—¿Cómo va la lucha de clases? ¿La siguen perdiendo?” Mi amigo tenía razón. Las clases trabajadoras de México siguen perdiendo esa lucha. Y las cosas están tan mal que incluso un cambio hacia un mínimo de honestidad y congruencia social –que es lo que AMLO representa– les aterra a Los de Arriba.

Los cuáqueros –en los días en que eran muy radicales y se les llamaba “levellers” (igualadores) en la Inglaterra revolucionaria del siglo XVII– solían decir que antes de la caída siempre hay soberbia. Tal vez falta aún mucho para que nuestros soberbios caigan, pero al menos leámoslos con atención y no nos dejemos engatusar.

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