La gran trampa. Autora: Adriana Moles

La reforma a la Ley Federal del Trabajo a cambio de la aceptación del acuerdo T-MEC, fue el candado histórico que la administración obradorista decidió violar para dar entrada a la fuerte ola de presiones, demandas y peticiones por parte de Trump a México y con ello inaugurar un negro periodo para la relación binacional México-Estados Unidos.

El esquema laboral, económico y social que pavimentó esa reforma es la gran trampa que tendieron a México quienes deseaban que las empresas norteamericanas regresaran a territorio estadunidense, o sea, Donald Trump.

Lo anterior debido a que ahora no existen condiciones económicas superiores que ofrezcan un atractivo a las empresas para quedarse en este país. Y no serán pocas las empresas que ante un análisis frío decidan regresar a su propio territorio pues los estímulos de mayor viabilidad financiera que ofrecía México están desapareciendo.

Los incrementos salariales por decreto y el complicado panorama sindical que anuncian los artículos del nuevo cuerpo legal, son desmotivadores para cualquier empresa nacional o extranjera. La posibilidad de que cada trabajador tenga su propio sindicato si así lo desea, volverá la vida productiva e interna de las empresas un quilombo que alejará el orden requerido para producir y desde luego atraerá a muchos exponentes de la fauna sindical hambrienta de contratos y dinero. Lo anterior aunado a un fuerte control del Estado de los registros y de la vida sindical (aunque se esmeren por negarlo) pues el súper centro que los controlará no parece de corte muy democrático.

Independientemente de lo anterior un esquema de doble instancia para los juicios ordinarios volverá los procedimientos más costosos para la parte patronal. Las empresas fuertes podrán resistir estos embates, las que no lo sean se extinguirán con toda seguridad. Las trasnacionales estadunidenses analizan si quedarse o irse. Y Trump lo sabe, por eso incrementa los aranceles para sumar atractivos a la idea de que regresen.

Ahora bien, no todo se trata de un complot de Trump. La administración obradorista ha abierto las puertas al abuso porque su política diplomática ha sido irritantemente “aleccionadora” en ocasiones y sumamente blanda por momentos en un apetitoso pastel imposible de inconsistencias que otorga justificaciones a quien realmente desea obtenerlas. El discurso de no provocación de López Obrador se ve continuamente traicionado por cartas y expresiones que a veces parece que van más dirigidas a provocar la euforia de sus seguidores mexicanos que a construir canales de diplomacia institucional.

La idea de autocolocarse en la agenda electoral, con la inoportuna visita a los demócratas para “hacer tiempo” en la larga antesala de la visita prevista con la administración trumpista, puso la negociación arancelaria como bandera electoral de demócratas y republicanos de una manera sumamente visible y humildemente lo considero un craso error que nos costará más inflexibilidad. Pues evidentemente Trump al verse incluso inquirido por sus opositores ya no puede ni debe ceder so riesgo de perder su posición política, algo que evidentemente no hará ni en sueños.

Sí era posible negociar mejor con Trump. El servicio exterior no lo supo realizar.

Lo muy cuestionable del gobierno obradorista es el doble discurso que mantiene defendiendo a los migrantes en sus palabras por un lado y deteniéndolos en redadas ilegales y por medio de la fuerza, en franca violación a los derechos humanos por el otro. Sería mejor anunciar una política real y que todos supiéramos a qué atenernos. Es menos cruel.

Así que veremos una escalada de tensiones y nueva cesión de territorios políticos desafortunadamente.

Nunca debimos abrir el candado inicial. El capricho anhelado por Estados Unidos de reformar la Ley Federal del Trabajo. Al tiempo.

Adriana Moles @Adrianamoles1
Miembro fundador del Tribunal Internacional de Conciencia de
los Pueblos en Movimiento y Jurado del Tribunal Permanente de
los Pueblos Capítulo México 2011-2014.
Actriz y abogada.

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