“La #4T soy yo” y la lucha entre moderados y radicales. Autor: Felipe León López

Foto: Xinhua

“El responsable de todas las decisiones soy”, expresó Andrés Manuel López Obrador al reconocer las diferencias al interior de su gabinete y que además calificó como “naturales” las fricciones entre los radicales y los moderados. Por supuesto, sus declaraciones abrieron el debate sobre las disputas que se han venido dando en todo lo que representa la “Cuarta Transformación”: dirigentes, comentocracia, gobierno federal, gobiernos estatales y municipales y en el partido MORENA.

AMLO es el factor de equilibrio al interior de la 4T, el líder nato y único, indiscutible e irrebatible, pero también simboliza, para bien y para mal, el caudillismo político para orientar el destino del movimiento que construyó bajo su liderazgo. Años atrás, había espetado algo similar: “el movimiento soy yo”, como la voz única para supeditar a los dirigentes del entonces Frente Amplio Progresista que buscaban la ruta para la movilización contra las reformas económicas impulsadas por el bloque del PAN y PRI, entre ellas, la primera reforma energética. Hoy, el caudillo ya no es candidato ni líder partidista, sino el titular del Ejecutivo federal y como gobernante enfrenta el desgaste del ejercicio del poder, las críticas, los éxitos y el juicio de la historia. 

Los comentarios críticos de Víctor Toledo a Alfonso Romo, no son sólo diferencias de forma sino de fondo. “… No debemos idealizar la 4T, el gobierno es un gobierno de contradicciones brutal y toda nuestra visión, que aquí la compartimos a lo mejor todos nosotros, no está para nada en el resto del gabinete y me temo que tampoco está en la cabeza del presidente, entonces también hay que decirlo”.

Alrededor del caudillo presidente se mueven, en efecto, radicales que creen firmemente que son dirigentes un movimiento revolucionario y no de una transformación que llegó por mandato de la democracia no de la violencia. Al interior de esta corriente hay viejos líderes comunistas, de la izquierda social y universitaria y quienes comulgan con los postulados del “socialismo del siglo XXI”; en ese afán ideológico generan divisiones como las que se registran por el control de MORENA, de los diputados y senadores.

Del otro lado, los llamados moderados, son quienes llevan la conducción de la administración federal y los gobiernos estatales, ex priístas en su mayoría, quienes buscan resolver las crisis que se enfrentan cotidianamente con los malos entendidos de las decisiones tomadas por el presidente y, que, en las últimas semanas, han convencido al presidente de que se requiere tejer fino para jalar a los mandatarios estatales y trabajar con los empresarios, así tenga que ser cuestionado de negociar con la otrora “mafia del poder”.  Ahí están también los hombres y mujeres que nacieron y crecieron en las derechas: la liberal, la neoliberal, la conservadora católica y ultraconservadora, tanto del PAN como del empresariado mexicano. Son parte de la 4T y eso incomoda a los radicales que si pudieran pedirían su expulsión.

¿Cuál ha sido la calificación ciudadana a la forma en que el caudillo presidente se mueve entre las dos principales aguas de su movimiento? Antes de su diagnóstico, amable lector, hay que considerar que la actuación del gobierno de la República ha sido muy golpeada por los poderes fácticos, tanto financieros como del narcotráfico, que han estado midiéndolo desde antes de que asumiera el poder; pero, los golpes más duros están siendo provocados por la pandemia mundial que ya provocó una caída brutal del PIB, del empleo formal, de la IED y un riesgo latente de que esto se traslade a la descomposición, con mayor inseguridad y violencia social. Cuando el primer mandatario se comenzó a correr hacia el lado de los radicales se generó incertidumbre y desconfianza entre los sectores productivos; la propaganda oficial y la operada con rabia en las redes sociales no amainó la caída de la aceptación ciudadana, tanto en encuestadoras adversas como las contratadas por ellos mismos.

Comenzó entonces un movimiento cauteloso. Se recuperaron dos banderas de campaña: el combate a la corrupción y se tuvo el primer éxito en seguridad con la detención de “El Marro”. Más aún, la política fina evitó la consolidación de un bloque de gobernadores de oposición y, mejor todavía, la Presidencia hizo suya la necesidad de una Convención Nacional Hacendaria. El trabajo de filigrana con los empresarios comenzó también a dar frutos; las reuniones con ellos fueron más frecuentes y respetuosas y con resultados: la compañía a la primera visita a EUA en el marco del T-MEC, la reforma para subir 40 por ciento los fondos de retiro y el plan para el regreso a clases con el apoyo inaudito de las televisoras.

Uno de los columnistas que sí lee López Obrador defendió sin titubeos a Alfonso Romo por encima de Toledo en estos términos: “sin Romo creo que Andrés Manuel jamás habría podido ganar la presidencia en 2018. Habría sufrido otro fraude porque la 4T no habría triunfado con el enorme margen que logró sin todo lo que construyó el empresario regio en términos de generar confianza en los grupos sociales más conservadores”.

El pragmatismo o la moderación del titular del Ejecutivo federal, además de la espada desenvainada contra los corruptos del pasado, permitió la recuperación de popularidad y el efecto es que MORENA se perfila como el partido predominante en las elecciones del 2021, claro, si sus contradicciones no se profundizan por las candidaturas.

Algo complicado, porque muchos morenistas van tras las manzanas envenenadas del poder por el poder sin pasar por un proyecto de gobierno, reciclando los vicios del PRD con las tribus y la repartición como cuotas al clientelismo. Otro defecto es el futurismo por el 2024, que trae de cabeza a varios del gabinete, los gobernadores y jefa de Gobierno; “unos serán los responsables de poner los muertos, otros los remedios y esa será la diferencia”. ¿Qué tan de cierto habrá detrás de esta frase lapidaria para quienes están encargados de la seguridad pública y del control de la pandemia?

La confrontación entre Martí Batres y Ricardo Monreal está ahora entre sus potenciales aspirantes a esas nominaciones de puestos de elección del 2021. Las filtraciones de renuncias, de enroques, de salidas, de audios incómodos, de propiedades ilícitas, de presuntas corruptelas y cobro de desagrabios, que La Jornada llamó “fuego amigo”, son un pequeño ramillete de las cosas que pasan adentro.  El canibalismo político los desespera a golpear bajo y a jugar con las percepciones, con una fascinación por las granjas de troles y bots para destrozarse entre ellos (claro, habrá quienes nieguen que utilizan esas “herramientas”).

Para el 2021, MORENA podría seguir siendo un partido victorioso porque siguen explotando la fortaleza del caudillo, pero si no inician un proceso de autocrítica y superar esa dependencia, no podrán dar el paso a su institucionalización y democratización. En el corto plazo serán un partido victorioso mas no fuerte, sólido y con visión, y darán pie a nazca en su interior una corriente crítica; es decir, el embrión de un nuevo proyecto político partidista que podría hacerlo sucumbir.

Felipe León López
Felipe León López

Analista político, egresado de la FCPyS UNAM, con especialidad en estudios prospectivos. Es coautor de El Video poder en México (1995), Una Historia hecha de Sonidos (2004), Historia y Remembranzas de Radio Educación (2008) y Días de Radio (2017). Ha sido colaborador de portales, diarios y revistas de cultura, política y educación. Contacto feleon_2000@yahoo.com

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