Entre discusiones sobre el aborto, Bartletts, Elbas Estheres y Bejaranos, confieso que en estos días he andado algo intolerante ante las opiniones de ciertas personas y en más de una ocasión he estado a dos clicks de agarrarme a trompadas virtuales con ciertos influencers (odio el término, pero no me siento capaz de describir objetivamente el concepto con las palabras que en este momento tengo en mente).
El caso es que ahora sí me hizo reír uno de esos influencers, al decir en su video blog que Sócrates inventó el coaching y el nudging con el nombre de mayéutica (#nocierto).
Antes de seguir, esa cosa del nudging en castellano se podría traducir como “empujón”, y es una estrategia de mercadotecnia focalizada, relacionada con psicología conductista, que puede condicionar el comportamiento de los consumidores. Por su efectividad, también se ha llevado a otros terrenos. En su momento fue muy conocida la medida de colocar pequeñas calcomanías en forma de mosca, en los baños de hombres del aeropuerto de Amsterdam. Con esta estrategia se logró mantener los baños más limpios (porque lo que parecía una mosca, motivaba a los usuarios a mejorar su puntería).
El nudging debe ser sutil, casi imperceptible porque su condición esencial es respetar la libertad de elección del usuario (aparentemente). Algunos consideran que el principio se puede utilizar para mejorar la vida de las personas. No puede negarse su eficacia, pero de ahí a relacionarlo con Sócrates, decir que era una especie de influencer y que, además, fue el coach de Platón, hay un abismo.
El presupuesto mitológico de la mayéutica socrática consiste en que el conocimiento es una reminiscencia del mundo de las ideas, en el cual el alma humana habitaba antes de ser expulsada. De ahí que el filósofo, por medio de diálogo y preguntas, inducía a su interlocutor hasta que éste lograra dar a luz a la idea requerida. Como sabemos, Sócrates era hijo de una partera, no dejó nada escrito y conocemos de él gracias a que Platón –su discípulo– lo convierte en protagonista de sus diálogos.
Uno de los aspectos más conocidos y más polémicos de Platón es que proponía expulsar a los poetas de La República. ¿Por qué alguien desearía hacer esto? Tal vez, entre otras cosas, porque el poeta argumenta con la única finalidad de deleitar. Algo claramente contradictorio con el programa pedagógico de la República.
El primer ejemplo del desprecio de Platón a los poetas lo encontramos en el diálogo El Banquete. Los personajes se encuentran en la casa del poeta Agatón, discutiendo sobre el amor. Cuando llega el esperado turno del anfitrión, todos alaban la belleza de su discurso, excepto Sócrates, quien le dirige una fuerte crítica. Sus palabras son bellas, pero ¿es esto lo realmente importante cuando de lo que se trata es de que la verdad se conozca?
En otro diálogo, “El Gorgias”, Platón –a través de Sócrates– equipara la poesía trágica a la retórica, que sólo busca dar placer al público y manipularles para obtener su admiración y adulación. La conclusión del filósofo es que la poética viene a ser una demagogia.
Si Platón se lanzaba contra el tipo de poeta que solo buscaba adulación, tal vez lo que buscaba era evitar un pseudo Monte Olimpo lleno de pseudo dioses citándose, admirándose y premiándose entre ellos y siendo felices en su club de Toby en el que no se admiten niñas (perdón por la alusión ochentera), viviendo de las becas y privilegios. Viéndolo así, tal vez Platón tenía un buen punto.
Pero no hay que perder de vista que era una crítica moral contra los poetas, no contra la poesía en sí. Tanto en “Las Leyes” como en “La República” (sus principales obras), Platón reconoce la labor educativa de la poesía y de los poetas, aunque critica el modo en que estos llevan a cabo su oficio. Por ejemplo, afirmará que los poetas nos seducen y envuelven con trucos, mentiras, y alegorías engañosas que confunden al público y hacen que sientan legitimadas sus propias pasiones. En pocas palabras, le dice a su público lo que necesita escuchar. Algo así como un coaching o un nudging, ¿no les parece?
En ese sentido, ese tipo de poetas pueden sacar lo peor que hay en nosotros. Así es que no. Ni Sócrates ni Platón inventaron esas cosas; más bien, las combatieron.
Terminando con el tema de la eficacia del nudging aplicado a la vida diaria, acabo de recordar otro ejemplo menos vulgar que el de las calcomanías en forma de mosca. Tengo un amigo sacerdote cuya parroquia estaba ubicada en una colonia que –como la gran mayoría de las colonias de México– tenía un fuerte problema de vandalismo y pseudo graffitis en las bardas. Se le ocurrió ponerse de acuerdo con los vecinos para colocar altares a la virgen de Guadalupe en las esquinas más problemáticas. Santo remedio. No más graffitis ni basura.
@vasconceliana
(*) Agradezco a Óscar G. Chávez y Salvador Espinosa la idea.