El temor de los que no leen es el peor de los temores. Sobre el liberalismo de Andrés Manuel (3)

Catarino Erasmo Garza Rodríguez, ¿revolucionario o bandido?

Federico Anaya-Gallardo

Continúo con mi reflexión sobre el debate liberales vs conservadores, izquierdas vs derechas y oligárquicos vs populares. Si la posición del brasileño Sader, con todo lo bueno que aporta, no nos ayuda al momento de oír a los chinacos de Guerrero cantar en la misma estrofa a Dios, a Juárez y a la Libertad, menos ayuda para entender el liberalismo tuxtepeco de 1876 y de la primera parte de la era porfiriana. En muchas regiones los tuxtepecos eran la facción popular del liberalismo triunfante. Y en ambos casos, para atormentar aún más a los liberales-a-la-Krauze, lo popular significa una posición clara a favor de un Estado fuerte.

Aquí vale la pena señalar algunas paradojas nacidas de la obra de Krauze. En su serie sobre La Presidencia Imperial, el retrato del “místico del poder”, Porfirio Díaz inicia con la descripción aterrada que hizo en 1876 un criollo de la ciudad de México al ver marchar las tropas tuxtepecas en la capital federal. La descripción bien podría confundirse con las que hicieron los aterrados catrines en 1914 al pasar las tropas zapatistas por las mismas calles. Esa biografía krauziana ubica otras ligas paradójicas entre los 1870s y los 1910s. Una, la relación del general Díaz con un tío abuelo del gran Emiliano, Juan Zapata, quien era líder de las comunidades campesinas levantadas contra la imposición de Lerdo. Otra, el extraño milagro de “blanqueamiento” del general-presidente de rasgos indios que operó doña Carmelita Romero Rubio –la hija de un ministro criollo lerdista exiliado en 1876 pero luego reconciliado con el dictador. Krauze relata de modo ameno esa transformación, pero pareciera que se le escapa lo más importante de ella: el paulatino alejamiento entre el caudillo y su pueblo.

Hace años me enredé en un buen debate con un viejo taxista en Torreón, Coahuila. Nuestro tema era si había que traer de regreso los restos del general Díaz. El lagunero fue muy claro: NO. Le pregunté que por qué. Me respondió : “–Porque el señor traicionó al pueblo siendo uno de nosotros.” Justo el punto que no destila bien Krauze.

Regreso a Andrés Manuel. Una de las injusticias menos conocidas que se le han hecho es acusarle de ignorante. La lista de los libros que ha escrito el candidato de Morena debería ser suficiente respuesta a sus acusadores, pero aquí me importa mencionar la más reciente de sus obras: Catarino Erasmo Garza Rodríguez, ¿revolucionario o bandido? (Planeta, 2017). El autor explica en su introducción que un día, en El Salto, Durango, un historiador del estado le preguntó su opinión acerca de repatriar los restos de Díaz (tema recurrente, en verdad). López Obrador le dijo que “si a eso íbamos, también habría que ir a buscar los de Catarino, enterrados en una fosa común en el panteón a la orilla del mar en Bocas del Toro, Panamá”. ¿Quién era Catarino?

En resumen, un fronterizo. Nacido en 1859 en Matamoros, era un adolescente cuando Díaz tomó la Presidencia. Se educó en el sur de Texas y practicó el comercio en Tamaulipas, Nuevo León, Texas y Saint Louis, Misouri –adonde fue cónsul de México en 1885. Promovió sociedades mutualistas en Brownsville, Laredo y Corpus Christi en los 1880s. En 1887 fundó un periódico en Piedras Negras/Eagle Pass, llamado El Libre Pensador, en el que criticaba al gobernador de Coahuila y al Presidente Díaz. Como mutualista defendía las causas de los mexicano-americanos en Texas. En 1891 cruzó la frontera con un grupo y se levantó en armas contra Díaz. En 1892 pasó al exilio y viajó por el Caribe y Centroamérica. En 1893 publicó en San José de Costa Rica el libro La Era de Tuxtepec en México o Sea Rusia en América. En 1895 participó en las agitaciones liberales panameñas contra los conservadores de Colombia –en las que encontró la muerte antes de cumplir 40 años.

¿Por qué Andrés Manuel se interesó en este liberal anti-porfirista, defensor de mexicanos en Estados Unidos y solidario con las luchas populares de Centroamérica? En la introducción, el autor nos dice que Catarino era un internacionalista que creía que era «necesario ayudar a otros pueblos primero, para que después me ayuden a mí». También señala que él, López Obrador, es “partidario de dejar en paz a los difuntos y, de acuerdo con el pensamiento de cada quien, venerar al caudillo o gobernante preferido.” Es relevante que haya decidido honrar la memoria de Catarino. López Obrador es lo que dice ser: juarista sí, pero de los liberales populares que no perdonan la traición oligárquica del Porfiriato y que se admira de quienes resistieron al dictador desde abajo y a la Izquierda. De nueva cuenta, por eso es que aterra a los liberales sólo filosóficos y acaso sólo de mercado, como JSH-III y Krauze.

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