El Presidente ya sacó el peine, defiende al neoliberalismo con toda claridad. Autor: Arturo Huerta González

La derecha del país y más allá ha festinado el dicho del Presidente de que el modelo neoliberal no es tan malo si no hubiera corrupción. Al respecto hay que aclararle que a pesar  de la corrupción en el país, antes del modelo neoliberalismo, la economía mexicana crecía y más que ahora. Los datos hablan por sí mismos: de 1950 a 1981 el PIB per cápita creció en 3.15% promedio anual. Desde 1982 -cuando empezó el neoliberalismo de más mercado y menos Estado-, al 2000 el PIB per cápita creció en 0.66% promedio anual, y del 2001 al 2021 el PIB per cápita creció en 0.34% promedio anual. Antes del neoliberalismo el gobierno controlaba la moneda y se financiaba con ella en la mayoría de las veces, lo que le permitía trabajar con gasto público deficitario para impulsar a los sectores estratégicos y a la infraestructura que eran de la Nación. El sector externo era regulado. Había política proteccionista que impulsó al sector industrial y agrícola y la dinámica económica y el empleo formal. Se controlaba el movimiento de capitales y no había que establecer altas tasas de interés para evitar prácticas especulativas. Se regulaba al sector bancario-financiero para que otorgara créditos a favor del sector industrial y agrícola, y todo ello impulsó la dinámica económica y el empleo. Las desigualdades del ingreso siempre han existido, pues son características del sistema capitalista imperante, pero se creció a pesar de ella y de la conocida corrupción de la clase gobernante, por el papel regulador del Estado en la economía, donde había política monetaria, fiscal, industrial, agrícola, comercial, crediticia a favor del sector productivo y del crecimiento económico.

La situación cambió con la entrada del neoliberalismo, que a partir de la crisis de deuda de 1982 se priorizó más mercado y menos Estado en la economía. Se privilegió la política de superávit primario, donde el gobierno gasta menos de lo que recauda excluyendo el pago del servicio de la deuda. Ello ha reducido la inversión pública. Después de haber sido el 13% del PIB en 1981, en el 2021 pasó a ser el 2.5%. Ello ha traído por consecuencia la creciente privatización de la infraestructura, así como en los sectores estratégicos (Pemex y la CFE) que los gobiernos neoliberales impulsaron y que no se ha revertido por el gobierno actual. A ello se suma el hecho de que se dejó de lado la política proteccionista y se procedió a la apertura comercial, permitiendo la libre movilidad de mercancías donde México ha sido perdedor. El gran crecimiento de las importaciones ha desplazado a la producción nacional, por lo que el país se ha venido desindustrializando. De ser la industria manufacturera el 23% del PIB en 1981, hoy en día es el 17% y hemos perdido la autosuficiencia en la producción de granos básicos, incrementando todo ello el déficit de comercio exterior y los requerimientos de entrada de capitales para financiarlo. Ello, junto a la libre movilidad de capitales ha obligado a trabajar con altas tasas de interés, estabilidad del tipo de cambio y austeridad fiscal para incentivar la entrada de capitales para financiar el déficit de cuenta corriente de balanza de pagos. Tales políticas actúan en detrimento del sector productivo y del crecimiento económico y la generación de empleo. A pesar de ello, el presente gobierno está en acuerdos con el gobierno de Corea del Sur y el Reino Unido para establecer tratados de libre comercio, donde México no tiene condiciones de competitividad frente a ellos.

El sector bancario-financiero se desreguló, permitiendo a este sector ganar lo que quiere, sin ser funcional al crecimiento económico. Es decir, trabaja con altas tasas de interés, altas comisiones y no incrementa la disponibilidad crediticia al sector productivo. El gobierno y el Congreso no han tenido capacidad ni voluntad política para regular al sector bancario para que impulse la dinámica económica, sino se han subordinado a sus intereses.

Los problemas económicos del país y de la mayoría de los países, son del modelo económico neoliberal predominante en ellos. Hay que señalar que desde los años cuarenta hasta los años setenta, se creció alrededor del 6% promedio anual, tanto en los países desarrollados, como en la mayoría de los países en desarrollo. La situación cambió con el neoliberalismo, donde el crecimiento de unos y otros ha estado por debajo del 3% promedio anual. El crecimiento se fue a China y al resto de los países del Sudeste Asiático, donde el Estado regula al mercado.

La corrupción existe en el país y en la gran mayoría de los países. Por más que se eliminase la corrupción, el modelo neoliberal no configuraría condiciones de crecimiento y de pleno empleo, ni bienestar para las grandes mayorías. El problema es del modelo económico de más mercado y menos Estado predominante que no ha sido exitoso en ningún país.

La afirmación presidencial de que el neoliberalismo no es tan malo si no hubiera corrupción, es falsa, -aunque definitivamente no podemos negar que sin corrupción todo puede ser menos peor-, pero en realidad lo que pretende es mandar señales para que el gran capital, que se ha favorecido con el modelo neoliberal, siga apoyándolo a él y a su partido para el 2024, sin importarle que dicho modelo económico nos ha llevado a estar hoy en día al mismo nivel que estábamos en el 2016, y a una creciente desigualdad del ingreso y de la riqueza, que ha acentuado el clima de delincuencia que se vive en el país. ¿Para quién gobierna Sr. Presidente?

Arturo Huerta González

Economista heterodoxo. Autor de diversos libros, el más reciente titulado Austeridad Fiscal: Causas y Consecuencias, Editorial UNAM.
Profesor de Economía, UNAM. Investigador Emérito del SNI.

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