El político que se hizo presidente de México. Autora: Emma Rubio

Foto: Especial.

Vivimos en tiempos en los cuales el poder es algo muy ambicionado. Es curioso cómo de unos años a la fecha personas de diferentes áreas, profesiones, intereses, se han enfocado en trabajar en el servicio público, esto es, en la política. Desafortunadamente dudo mucho de sus intenciones de servicio y confío más en la evidencia que ha mostrado la ambición del ser humano. El ejercicio de la política se ha convertido en el modo idóneo para hacerse de mucho dinero y ya estando ahí, pues no queda más que probar las mieles del poder.

Popularmente se dice que si quieres conocer a alguien simplemente dale poder y si esto pasa en ámbitos empresariales y educativos ¿de qué modo se manifestará en el ámbito de la política? Ya me imagino a esos actores, futbolistas, hijos e hijas de políticos que sólo tienen un apellido sintiendo la cercanía del poder, es más, sintiéndose a sí mismos poderosos.

Byung-Chul Han, este gran filósofo que anda como muy de moda, en su obra Psicopolítica nos describe la noción entendida de poder que va acompañada con la violencia y la coerción. Un modo muy común de entender el poder. En cualquier ámbito se pretende que aquel que tiene el poder es quien dice qué se hace, cómo y dónde. Es el que manda callar, el que manda censurar, incluso, el que manda matar si es necesario ¿o no Felipe Calderón?

Incluso en medios que en teoría se deben concebir nobles como el educativo, si un director o directora no se muestra rudo entonces puede ser tomado por algunas personas como débil. Pensamientos como estos, los cuales pueden parecer inofensivos, no hacen más que legitimar la violencia. Poder y violencia es un binomio con el que hemos ido haciéndonos como sociedad y no es de extrañar entonces que veamos la violencia como parte de la educación misma.

Hace unos días el presidente Andrés Manuel fue a Nueva York para presidir el Consejo de Seguridad de la ONU y como ya saben, fue recibido de un modo que parece molestar a muchos, entre aplausos, gritos y las mañanitas, le hicieron saber al mandatario que es un líder que sabe ejercer un poder inteligente como diría el filósofo surcoreano. Andrés Manuel nunca ha sido un líder de solemnidad ni mucho menos de imposición. Aún recuerdo cuando me topé en una caravana donde iban escoltando al ex presidente Carlos Salinas, no era un momento de regocijo ni solemnidad sino uno de respeto acompañado de temor. Recuerdo una conferencia de prensa a la que asistí de Felipe Calderón, y en realidad lo que se respiraba era miedo, cualquier pregunta que molestara al -en ese entonces- mandatario era un riesgo de que te sacaran y te desaparecieran. Es justo lo que tanto enfada a quienes están perdiendo su tan codiciado poder, este poder emanado de la violencia y el temor.

Andrés Manuel tiene claro al parecer que el poder que depende de la violencia no representa el poder supremo y que precisamente el verdadero poder está allí donde no es tematizado. Un poder que no se opone a la libertad, “prohibido prohibir”. Vemos claramente una técnica de poder sutil, flexible, inteligente que escapa de la visibilidad. Ese poder disciplinario, ese que encorseta a los seres humanos de forma violenta con prohibiciones y preceptos es ya completamente ineficiente. Si se dan cuenta, Andrés Manuel utiliza el poder utilizando la voluntad del pueblo a su favor, es más afirmativo que negador, más seductor que represor. Se esfuerza en generar emociones positivas y en explotarlas con aquellos que le otorgan el poder, es decir; “el pueblo bueno”. No impone ningún silencio, al contrario. Invita al pronunciamiento, a la participación incluso a la revocación de su mandato si así se desea. ¿No es acaso esto más un acto de seducción? La oposición se ha desgastado tanto en pretender derrocarlo desde su obtusa concepción de hacer política, tan pobre, tan básica e ignorante que hoy tan solo dejan de manifiesto que hemos estado gobernados durante años por imbéciles con suerte. Sin embargo, el daño hecho es irreversible pero hoy al estar bajo un mandatario que con todo y los errores que yo misma he ido señalando en otros textos, después de esta semana me ha quedado claro que Andrés Manuel es el primer político que ha llegado a ser presidente como hace años no pasaba en México.

Emma Laura Rubio Ballesteros
Emma Laura Rubio Ballesteros

Licenciada en filosofía, maestra en educación y especialista en Teoría Crítica y hermenéutica, certificada en educación socioemocional. Autora de diversos artículos en revistas académicas

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