El juicio y la dignidad humana. Autora: Emma Rubio

En los últimos días casi todos los medios, incluso la mañanera del presidente Andrés Manuel, le dan tiempo e importancia a uno de los juicios más esperados por muchos, el de Genaro García Luna. Muchos teníamos quizá la inocente esperanza de que a causa de este juicio personajes como Calderón terminarán ya en la lista negra de la Interpol, pero cada día que pasa, cada día que voy convenciéndome que la justicia en esos niveles termina siendo una especie de juego de conveniencias. ¡He dejado de creer en la justicia? No, en lo absoluto. Sin embargo, para hablar de justicia primero habría que hablar de dignidad, respeto, ética e integridad humana.

Todos sabemos que García Luna fue un político narco y hoy es un prisionero como muchos que así han sido y como otros que siguen siendo narcopolíticos porque aún no les han ventilado sus porquerías. Sin embargo, hay situaciones que veo que hasta hoy no he escuchado o leído que alguien las mencione y que me han llamado la atención desde hace mucho.

La primera es el cinismo, sí, ese que lleva al estrado a narcos que el mismo Luna dizque agarró en su lucha contra el narco. Los cuales han puesto más que en evidencia el gran negocio que hacían en conjunto, la facilidad con la que vulneraban la seguridad de cualquiera que se les atravesara en el camino. Esto es tan grave como vender droga. Si yo estuviera en ese cuarto donde se lleva a cabo el juicio sentiría mucha furia e impotencia ante tal cinismo y darme cuenta de que mi imaginación ni siquiera daba para tanto, saber que aquel que jugaba a protegernos no era mas que el sirviente de aquellos que han podrido y vuelto este país un ícono de violencia y narcotráfico.

La segunda situación que me cuestiono es ¿qué pasa con los humanos que dejan de visibilizar al otro como otro? Recuerdo mucho el caso Eichmann, este hombre que daba la orden para que soltaran el Zyklon B en la cámara a los judíos. En el momento de que en su juicio en Jerusalén le preguntan si estaba consciente del mal hecho, él solo respondió que no había hecho ningún mal dado que había seguido las órdenes y que seguía a Kant en cuanto a su imperativo categórico (evidentemente mal interpretado), sin embargo, él murió pensando que hizo el bien a su nación. Si comparo a Eichmann con García hasta lo interpreto con mejor moral, pues dudo mucho que García pensara en algún beneficio para su nación, es evidente que él solamente pensó en el beneficio para su bolsillo y el de algunos de sus amigos, colegas y jefes como Felipe Calderón.

Es sumamente preocupante que personas así estén en el poder de una nación, y sigo sin entenderlo. Aún recuerdo mi experiencia en la época de Calderón cuando me invitaron a formar parte de un grupo de “analistas” para la SIEDO, resulta que Felipe Calderón había pedido un grupo de filósofos pero solamente de universidades particulares para formar un grupo de analistas que trabajaran dentro de la SIEDO bajo el mando de precisamente García Luna, mi trabajo era de investigación y recaudación de evidencia para después interpretarla y saber de que cártel venía. Me tocaba ver fotos de cadáveres y tratar de entender el nuevo lenguaje del narcotráfico que se detonó a partir de su farsa de guerra. En un cuarto pequeño junto a otros filósofos que tenían otro tipo de habilidades estábamos muy creídos que estábamos luchando contra el mal. Cabe señalar que nuestro cuarto oficina se encontraba al lado del cuarto mucho más grande donde metían todo lo que decomisaban por lo que siempre había harta seguridad, cuidando la droga, armas, joyas y millones de dólares que veíamos al pasar y de repente desaparecía todo. Hacían magia. Pero aquí lo interesante no es esto previo sino cómo fue mi ingreso a esa gran institución del bien, para yo poder ingresar pasé una semana haciendo todo tipo de exámenes, desde entrevistas en las que verificaban que mis documentos fueran fidedignos, que mi currículum fuera congruente con lo presentado (cabe señalar el trato violento de los que recibían esos documentos) análisis médicos de todo, radiografías, antidoping, y finalmente polígrafo. Cada mes nos aplicaban polígrafo y vaya que era difícil pasarlo pues lo hacían de tal modo que no lo pasaras y entonces te torturaban psicológicamente para que sacaras todo lo que traías desde la infancia. Yo me pregunto ¿todo esto se los hicieron a esos personajes que hoy sabemos estuvieron entregando el país al narco?

En fin, es un hecho que se ha perdido la frontera entre la dignidad humana y la violación a los derechos humanos. De hecho, se ha perdido por completo la comprensión de lo que son los derechos humanos. Pero como bien dice Donna Hicks todo deviene a partir de las infancias violentadas o traumas surgidos en algún momento. Es como si por haber sufrido se van desdibujando los rostros de los otros. Sin embargo, esto no se justifica pues hay afortunadamente ejemplos de seres que de los peores momentos de su vida han sacado lo mejor de sí mismo, pienso en todos aquellos que padecieron en campo de concentración y de ahí sacaron incluso arte y voluntad para ayudar a otros. ¿En qué momento se pierde entonces la dignidad? Y en ¿qué momento hay quienes consideran que pueden arrebatarle la dignidad a los demás? Me gustaría sentarme frente a un narcotraficante y preguntarle ¿por qué matas? Y quizá seguramente su respuesta sería igual que la de Eichmann, “por seguir órdenes”.

Nosotros podremos sentirnos muy lejos de ser de la misma calidad amoral de un narcotraficante, sin embargo, no estamos exentos de haberle arrebatado la dignidad a alguien más, pues cuando juzgamos a otro por su modo de pensar ya estamos metiéndonos con su dignidad, cuando vemos a alguien por encima del hombro, ya estamos quitándole su dignidad a la otra persona, es decir, somos parte de esta “desdignificación” de los seres humanos y lo hacemos sin darnos cuenta de que también somos parte del gran problema que atravesamos como especie, el ser una especie en declive. Cuando te humillan o cuando humillas a alguien dice Donna Hicks, asesinan a las almas; y en efecto, podremos recuperarnos de un golpe físico, pero de un golpe al alma y al espíritu nunca a menos que se trabaje en ello y desafortunadamente hoy vemos los resultados de haber dado por sentado que eso no era importante. Finalmente, solo queda decir que las violaciones a las dignidad no las hemos reconocido como fuente del sufrimiento humano, las hacemos de modo constante sin miramientos y es por ello que resulte a nivel individual y social tan devastador. Confieso que algo que deseo con todo mi ser es ver a Felipe Calderón en la cárcel pero ¿no estaré yo también incurriendo en una violencia disfrazada de búsqueda de justicia? Es tan sutil y profundo a la vez el ser violento, si nos detenemos a analizar nuestros actos del día a día quizá nos llevemos la no grata sorpresa de que somos pasivamente violentos. Por lo tanto, quizá sea momento de aprender a respetar nuestra dignidad como personas y respetar la de los otros y si queremos ir más allá, en una de esas logramos hasta perdonar-nos. Pienso que valdría la pena pensar en una política del perdón pero en un país que está inmerso en la guerra, con una infancia que está creciendo en medio de violencia y siendo violentada difícilmente podremos lograr tener adultos capaces de ejercer este tipo de políticas. Como siempre, no puedo dejar de ver que el único camino viable es la Educación pero no la que se dice impartir en las instituciones. Las escuelas ya son obsoletas, ni cambiando planes de estudio serán los nichos de cambio.

Emma Laura Rubio Ballesteros
Emma Laura Rubio Ballesteros

Licenciada en filosofía, maestra en educación y especialista en Teoría Crítica y hermenéutica, certificada en educación socioemocional. Autora de diversos artículos en revistas académicas

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