En la conferencia del jueves 16 de marzo, el presidente López Obrador se refirió a Segalmex. Como es del conocimiento público, la Auditoría Superior de la Federación detectó inconsistencias por 15,151 millones de pesos desde la creación de esa empresa, en 2019, hasta febrero de 2023.
El presidente López Obrador creó en enero de 2019 una empresa pública llamada Segalmex (Seguridad Alimentaria Mexicana) cuya finalidad era asegurar el abasto de alimentos y fomentar el desarrollo económico y social del país. Segalmex fusionó a Diconsa y Liconsa, que en su momento sustituyeron a la Conasupo. Diconsa se encargaba del abasto rural, para que las zonas más marginadas tuvieran asegurada una canasta nutritiva. Liconsa, por su parte, garantizaba el abastecimiento de leche de alta calidad a los sectores vulnerables.
La Conasupo, que desapareció en 1999, fue esa gran empresa del Estado mexicano que supuestamente garantizaría la canasta básica a todos los mexicanos, subsidiando y distribuyendo alimentos, y regulando los precios de los productos básicos alimenticios. Pero como todo lo que sucede en el gobierno, Conasupo, Liconsa y Diconsa acabaron en escándalos de fraude y se convirtieron en nidos de corrupción. Con Segalmex, López Obrador pensó que finalmente pondría orden en materia de seguridad alimenticia. Segalmex vendría a ser la gran Conasupo de la 4T. Al frente de tan importante misión, López Obrador nombró a Ignacio Ovalle, un muy experimentado político priísta que ha estado activo desde el sexenio de Echeverría.
Ahora todo parece indicar que algo muy turbio ha sucedido y está sucediendo en Segalmex. Recientemente se han girado más de 20 órdenes de captura contra diversos funcionarios de esa empresa, de las cuales casi la mitad se han cumplido.
Que existe corrupción en Segalmex es algo evidente. Y no estoy especulando. El mismo López Obrador ya ha reconocido –lo hizo en la conferencia matutina del jueves pasado– que hubo corrupción en Segalmex, pero “exculpó” a Ovalle asegurando que es una persona buena que ha sido engañada por priístas mañosos acostumbrados a robar; priístas que, hay que aclarar, el propio Ovalle llevó a Segalmex.
Insisto: que Segalmex es un nido de corrupción no solo lo piensa el presidente, sino también la Fiscalía, que ha iniciado investigaciones y ha solicitado órdenes de captura, y el poder judicial, que, como ya mencioné, ha otorgado más de veinte ordenes de captura. Este escándalo ya nadie puede esconderlo.
Yo sintetizaría el caso Segalmex en una buena y una mala noticias.
La buena: qué bien que el presidente López Obrador reconozca la corrupción en Segalmex. Hubiera sido ridículo que intentara ocultarlo. Él mismo ordenó que se investigara, y puso en marcha a Hacienda y la Función Pública. Es decir, López Obrador no está escondiendo ni negando el desfalco en Segalmex, y eso es un punto que hay que reconocer. Es horrible hacer contrastes, pero Peña Nieto nunca –que yo recuerde– reconoció en público la podredumbre de la llamada Estafa Maestra; Calderón hasta la fecha sigue fingiendo que no sabía nada en todo lo relacionado a García Luna; y también hasta la fecha Fox y su esposa siguen encubriendo a los hijos de ésta –los llamados hermanos Bribiesca–, que se hicieron ricos de la noche a la mañana a través del desfalco en perjuicio de Pemex que ejecutaron a través de Oceanografía.
Claro, muchos dirán que el presidente actual también encubre otros casos de corrupción, que protege a sus hijos y familiares. De todo eso tendrá que responder López Obrador a su debido tiempo.
Pero, bueno, había yo dicho que el caso Segalmex se sintetiza en una buena y una mala. Ya mencioné la buena. Ahora veamos la mala.
La mala: yo no me creo tan fácilmente la exoneración de Ovalle. Ovalle es un político sumamente experimentado, con el colmillo así de retorcido. No es ningún ingenuo que pueda ser engañado o chamaqueado por “mañosos priístas neoliberales acostumbrados a robar”. No sé por qué los seguidores del presidente se creen tan fácilmente esta exculpación. No sé por qué el presidente, poniendo en riesgo su prestigio (en realidad no expone su prestigio frente a sus simpatizantes, que le creen todo, como si se tratara de un dogma de fe), exonera a priori a Ovalle. López Obrador siempre dice que la corrupción se barre como las escaleras: de arriba a abajo. El barrendero de hasta arriba en Segalmex era Ovalle, y parece que el presidente López Obrador lo está protegiendo. Esta defensa incondicional me recuerda también la que el presidente hace de Bartlett, quien a pesar de haber retrasado treinta años el arribo de la izquierda al poder a través de un vil fraude, es considerado por el mismo presidente y por los simpatizantes de Morena como una especie de prócer-nacionalista-protector-de-la-electricidad-y-la-energía, incapaz de maldad.
Ignacio Ovalle estuvo al frente de Conasupo, nombrado por Carlos Salinas de Gortari, así que sabe perfectamente los tejemanejes de la materia alimentaria y del abasto popular. Mientras encabezó esa empresa, el segundo en jerarquía fue ni más ni menos que Raúl Salinas de Gortari, hermano del presidente. Recuerdo al lector que debido a los escándalos de corrupción (distribución de alimentos contaminados y podridos, compras inexistentes, compras a precios desorbitados, contratos fraudulentos, desvíos y toda clase de bajezas) que los medios estuvieron reportando puntualmente, el presidente Salinas obligó a Ovalle a renunciar de la Conasupo.
Por lo demás, mire usted el historial de esta inocente –inocente y vulnerable a ojos del presidente López Obrador– palomita retro-priísta: fue secretario particular del presidente Echeverría, titular del Instituto Nacional Indigenista con López Portillo, embajador en Argentina y Cuba con Miguel de la Madrid, titular de la Conasupo con Salinas, secretario de Gestión Social del CEN cuando Colosio presidía el PRI, y diputado federal por el PRI en el sexenio de Zedillo. Es muy factible que Ovalle, durante su paso por el Instituto Nacional Indigenista, haya coincidido con López Obrador, que por aquellos años se desempeñó como delegado del Instituto Nacional Indigenista en Tabasco. O sea, Ovalle habría sido jefe de López Obrador en lo que para ellos parecen ser los años dorados del nacionalismo, bajo el gobierno infame de López Portillo.
No me digan que Ignacio Ovalle es una ingenua y “buena persona engañada por priístas mañosos acostumbrados a robar”. Él siempre ha estado cerca de los priístas mañosos acostumbrados a robar. Muchos priístas-mañosos-acostumbrados-a-robar están ahora en Morena.