De política y un fichaje peligroso. Autor: Mario Cárdenas

Sismógrafo

“El fanático es el hincha en el manicomio. (…) En estado de epilepsia mira el partido, pero no lo ve. Lo suyo es la tribuna. Ahí está su campo de batalla. La sola existencia del hincha del otro club constituye una provocación inadmisible”.
Eduardo Galeano

En esta ocasión no fue un sismo lo que conmocionó al pueblo mexicano, según la Subdivisión de Sismología del Instituto de Investigaciones Geológicas y Atmosféricas, fueron los mexicanos los que hicieron temblar la tierra provocando un microsismo. En una de las ciudades más pobladas del mundo, más de 8 millones de mexicanos brincaron y cantaron el gol del Chucky, disparando las alertas de los instrumentos sismológicos de aquel lugar, mientras que los otros millones en territorio nacional y fuera de él, hacían lo propio con la playera puesta, vibrando de la emoción de anotarle al campeón del mundo. México no sólo lo merece… lo necesita, una alegría que hace olvidar momentáneamente la tristeza del panorama nacional, aquella que nace de la violencia, de la injusticia, de la desigualdad, pues en ese grito festivo pareciera que todos somos iguales, todos vestidos de verde.

Sin embargo, terminado el partido las diferencias se hacen ostensibles, pues debajo de la playera nacional, alarmantemente más arraigada, está la playera partidista, esa que nos hemos puesto para apoyar a uno u otro partido político, como si se tratara de futbol y no del destino de una nación.

El pensamiento futbolero pasional impera en nuestra toma de decisiones, la idea de lealtad a un equipo, inculcada desde niños, nos hace adultos irracionales, ciudadanos intolerantes. Si la lealtad a un equipo de futbol suele traducirse en fanatismo y materializarse en actos brutos y primitivos, basta ver la quema y falta de respeto de algunos de nuestros connacionales a la bandera germana, la de un partido político no puede ser menos alarmante, más aún tratándose de la deplorable clase política de nuestro país.

Confundimos la lealtad con la complicidad y justificamos los actos inverosímiles y tramposos de nuestro partido político, de nuestro equipo favorito, para validarnos como personas, como ciudadanos, como aficionados, para poder sentir esa alegría efímera de que tu equipo meta un gol, “haiga sido como haiga sido”.

Hoy el fichaje de nuestros partidos políticos es variopinto y oportunista, es peligroso como su inconsistencia ideológica, que obedece más a un discurso populista que a la realidad de nuestro México. Hoy el mejor discurso del PAN está dictado desde la izquierda, mientras que las jugadas más aplaudidas de la izquierda morenista están planeadas por “técnicos” de derecha, qué ironía.

Quienes votarán por Anaya, aquellos aficionados de derecha, le aplauden lo que sea, “se ponen la playera” aunque eso represente tragarse sus palabras y contradecir aquello que tanto censuraron. ¿Dónde quedaron las críticas panistas al PRD, dónde al gobierno de Mancera en CDMX? Quedaron en alianzas cómplices, en postulaciones al Senado, en discursos perredistas vestidos de azul. ¿Dónde quedó la crítica al populismo, al estado paternalista? Quedó en la pensión básica universal, en “regalar” dinero sin regulaciones. ¿Dónde quedo la defensa a ultranza de la guerra contra el narcotráfico que tanto presumía su presidente Calderón? Quedó en un plagio de propuestas, que ahora llaman nuevas e innovadoras y que buscan la paz, pero que representan aquello que no quisieron escuchar, aquello que tantos activistas y víctimas han gritado a diario desde hace más de 10 años. Hoy escuchan y aceptan su fallida guerra, pero no desde la misericordia por el otro, sino desde el miedo fatuo de perder sus privilegios.

Otros aficionados sin equipo, fieles a la cultura del análisis simplón, sin distinguir espectro político y “con tal de que no gane el América” le echan porras al demagogo “joven maravilla”, aplausos y vítores que bien podrían ser para el candidato Meade, les da igual para dónde correr… el miedo y la animadversión hacia el equipo de los “nacos” dicta su conducta.

Hoy el candidato que lidera las encuestas, AMLO, parece aproximarse a una victoria inminente. ¿A caso esto es mejor? Sí, si nace de la democracia, pero no si viene acompañado del fanatismo que obnubila nuestra capacidad autocrítica. La política no es futbol, se trata de construir y no sólo ser parte de la porra, pues es hora de entender que todos estamos en el mismo bando, sin fanatismos, sin camisetas partidistas, gane quien gane tenemos la capacidad de provocar un sismo en nuestra clase política, pero para eso no basta unirnos para cantar goles, tenemos que desgañitarnos gritando por justicia.

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