Comparar a AMLO con Hitler: banalidad, extravío y debilidad. Autor: José Reyes Doria

Foto AMLO: Cuartoscuro.

@jos_redo

No es la primera vez que comparan al Presidente Andrés Manuel López Obrador con Hitler. Sin embargo, la analogía lanzada por Javier Sicilia tiene un alto significado, pues revela que, al inicio de la segunda mitad del sexenio de AMLO, los opositores y los críticos están muy lejos de articular resistencia alguna ante el posicionamiento político del Presidente. Comparar a López Obrador con el Führer revela cierto grado de desesperación ante el poder avasallante del tabasqueño, a la vez que expresa una suerte impotencia ante la incapacidad opositora de frenar su proyecto.

Sicilia adujo las salvedades de rigor: que toda proporción guardada, que establecía el símil solo en la sicología y la relación con el pueblo de AMLO, etcétera. Pero esos atenuantes no quita la barbarie de la comparación que hizo. Por eso, es importante reiterar las consideraciones básicas para desestimar las tentaciones de homologar a cualquier político con Hitler. Nunca olvidar que éste puso en marcha una maquinaria de exterminio basada en los prejuicios más salvajes, como el racismo, la homofobia o la intolerancia cultural. El genocidio fríamente diseñado, ejecutado y administrado, marca de manera inequívoca a Hitler.

Además, el Führer impulsó una guerra de agresión brutal, que dejó al mundo sembrado de cadáveres. Más de 50 millones de personas murieron en la Segunda Guerra Mundial, muchas de ellas a manos de las tropas leales a Hitler, bajo formas de violencia y saña inenarrables. Por eso, el ejercicio de comparar con Hitler a algún adversario, por más proporciones que se guarden, constituye un desatino monumental, se inscribe en el perverso proceso mental que Hannah Arendt llamó Banalidad del Mal.

Dicho lo anterior, llama la atención el desconcierto y la debilidad de la oposición política, social e intelectual ante el gobierno de López Obrador. Javier Sicilia, con su desafortunada comparación, solo hizo patente el desaliento de los adversarios de la llamada Cuarta Transformación ante el poder acumulado y el firme respaldo popular del Presidente. Los movimientos que perfilan los opositores, sea en lo individual, sea en el proyecto de una gran alianza, muestran que desde el 2018 no han podido entender y ubicarse en la nueva correlación de fuerzas que se impuso entonces y que se profundiza día a día.

El PRI, sin darse cuenta que es un cadáver en comparación con lo que fue hasta hace apenas un sexenio, anuncia una transformación vacía, y ahora se autodenomina de izquierda, ambientalista y feminista. Interiorizando la narrativa de AMLO y otorgándole un triunfo cultural por ello, el PRI dice que le dio una patada al neoliberalismo que defendió por 30 años. Como la rana que no se da cuenta que el agua donde nada está hirviendo, impotente ante la pérdida de las gubernaturas que le quedan, el nuevo PRI se declara listo para volver al poder en 2024.

Por su parte, el PAN sufre una carencia dramática de liderazgos, no atina a presentar un cuadro mínimo de propuestas de gobierno, ya no digamos un proyecto que aglutine a las antiguas bases panistas y, sobre todo, a los grupos empresariales y conservadores que lo han apoyado históricamente. El PAN es el principal partido opositor, pero no tiene un horizonte de reposicionamiento político en el mediano plazo, por lo tanto, es inviable que acaricie el propósito de volver al poder en 2024, cuando ni siquiera puede trazar un proyecto político-ideológico y su principal figura sigue siendo Ricardo Anaya, un personaje que está en las antípodas del ánimo y las estimaciones populares y sociales imperantes.

Desde la academia, la República de las letras y los círculos culturales e intelectuales, tampoco ha podido surgir una narrativa crítica que cimbre a la llamada Cuarta Transformación. En estos tres años de obradorismo, han aparecido diagnósticos, críticas y posicionamientos notables provenientes de estos sectores, algunos realmente brillantes. Pero la escasa tradición de lucha de muchos escritores, catedráticos, intelectuales, científicos, les ha impedido articular un discurso alternativo o al menos cuestionador de la 4T. A ello hay que sumar que buena parte de los actores más combativos en este sector, que durante décadas generaron durísimas críticas y denuncias contra el poder, ahora forman parte del oficialismo.

¿Es invencible el obradorismo, al grado de tener que comparar a López Obrador con Hitler? La respuesta más prudente a esta pregunta, es que la historia ha demostrado que ningún régimen dura mil años. El gobierno de AMLO, su amplio posicionamiento político, tiene múltiples flancos de un grado de vulnerabilidad considerable. Hasta ahora, la habilidad política del Presidente ha tenido éxito en sustraer o disimilar esas debilidades (más pobreza, nulo crecimiento económico, violencia criminal galopante, creciente intervencionismo de Estados Unidos, baja capacidad de gestión gubernamental, militarización, entre otras), sin embargo, nunca se tiene todo el control de las variables y cualquier régimen está expuesto a riesgos y peligros.

En el terreno electoral, el presidente López Obrador luce imparable. Es muy probable que llegue a las elecciones de 2024 con 23 o 25 gubernaturas, la mayoría en el Congreso y en los congresos locales. Hoy, el escenario más probable, con mucho, es que el o la candidata de AMLO gane la elección presidencial en 2024. Pero es importante que en la llamada Cuarta Transformación tengan en cuenta que el respaldo popular, hasta ahora incondicional, puede bajar o puede no reflejarse en las urnas si persiste la falta de buenos resultados en rubros específicos de gobierno como empleo, crecimiento, seguridad, salud, medicamentos, educación, etcétera.

Con todo, si los adversarios siguen recurriendo a figuras como Hitler para intentar la derrota de AMLO y su 4T, seguramente este movimiento tendrá una larga vida que se prolongará, cuando menos, hasta el año 2030.  

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