Claudia Presidenta: ¿Cuándo se sacudirá a AMLO? Autor: José Reyes Doria

Foto: Alejandro Aguilar | OEM-Informex.

José Reyes Doria | @jos_redo

LA TRADICIÓN DEL DEDAZO

En la tradición política mexicana, el Presidente tiene la facultad metaconstitucional de nombrar a su sucesor, al modo de una monarquía. Este ritual alcanzó su versión clásica en el régimen priista entre 1929 y 1994. En el priismo clásico la voluntad del Presidente era determinante para elegir al Candidato y por lo tanto al sucesor, debido al poder hegemónico del Partido. Entre 2000 y 2018, la correlación de fuerzas en el sistema político impidió o dificultó el dedazo presidencial, pues ningún Presidente pudo imponer a su favorito. Con AMLO y la nueva hegemonía de Morena, en 2024 vuelve por sus fueros el ritual sucesorio basado en la voluntad presidencial, esta vez bajo el ropaje de la encuesta.

#EsClaudia

La operación política ha sido deliberadamente evidente: AMLO ha expresado de todas las formas posibles que su consentida-favorita-sucesora es la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum. De forma más apabullante desde las elecciones intermedias de 2021, López Obrador promueve, ensalza, protege, orienta, refuerza y proyecta a Claudia como la elegida para ser su sucesora. Esta apertura adelantada de la sucesión presidencial obedece, entre otros factores, a que AMLO quiere disfrazar el dedazo y hacerlo aparecer como una encuesta en la que será el pueblo el que elija a la Candidata; para no correr riesgos, lleva dos años colocando a Claudia en el ánimo de gobernadores, dirigentes, legisladores, grupos sociales, medios, etcétera. Para que la voluntad presidencial no se tope con sorpresas indeseables en la encuesta (por ejemplo, que la gane Marcelo Ebrard).

EL MAXIMATO QUE TODOS QUIEREN

Los Presidentes mexicanos no solo han impuesto a su sucesor, sino que, sobre todo, han aspirado a mangonearlos para seguir gobernando a través de ellos. Es lo que se conoce como Maximato: el Presidente todopoderoso nombra a su sucesor y éste le debe todo, depende de él para gobernar; si el sucesor no se pliega a los deseos del todopoderoso, éste lo deja solo, lo castiga y corre el riesgo de ser aplastado o derrocado. En realidad, solo Plutarco Elías Calles pudo implantar un Maximato sobre tres presidentes, en un lapso de cinco años: Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo L. Rodríguez. Calles quiso hacer los mismo con el General Lázaro Cárdenas, pero éste logró imponer el poder de la investidura presidencial y lo exilió. Fuera de este Maximato, los demás intentos han sido infructuosos, por una razón: el sistema político mexicano es canibalesco, el nuevo Presidente renueva el ciclo cósmico y los factores de poder exigen nueva baraja para mejorar su fortuna. Al Presidente saliente, por poderoso que haya sido (Miguel Alemán, Echeverría, Salinas) lo mandan al ostracismo, incluso aunque el sucesor titubee un poco.

En este orden de ideas: ¿López Obrador quiere su Maximato a través de Claudia? La percepción ampliamente mayoritaria es que sí, que el Presidente quiere seguir mandando después del 2024, bajo la justificación de que es indispensable dar continuidad a la llamada Cuarta Transformación. Uno de los últimos desplantes de AMLO que fundamentan la percepción de que busca un Maximato, es el relativo a la reforma para que los ministros de la Corte sean elegidos por el pueblo: López Obrador dice que presentará la iniciativa de reforma constitucional en septiembre de 2024, es decir en el último mes de su mandato, soñando con que en la nueva Legislatura tenga mayoría calificada de dos terceras partes para reformar la Constitución. Pero en este plan, López Obrador olvida un pequeño detalle: en septiembre de 2024 Claudia ya será la Presidente electa a unos cuantos días de tomar posesión. ¿No le importa lo que piense entonces la Presidenta electa, o espera que en este y otros asuntos ella obedezca sin chistar?

CLAUDIA EN SU COYUNTURA

La coyuntura política requiere que de alguna forma Claudia Sheinbaum comience a definir una personalidad propia, de cara al escenario altamente probable de que sea la próxima Presidenta de México. El gobierno de López Obrador ha establecido una dinámica de polarización extrema, ha puesto sobre la mesa intensos debates sobre el sistema constitucional, la viabilidad de algunas instituciones cruciales, la relación con los medios, con diversos sectores sociales, con el exterior, etcétera. Ante una agenda tan efervescente, la próxima Presidenta puede y debe comenzar a delinear posturas propias, porque la naturaleza de la política mexicana muestra que los factores de poder tienden a aglutinarse en torno al nuevo Príncipe y a relegar al anterior, por poderoso que sea el que se va.

Por ello, y porque implica cuestiones de estabilidad y gobernabilidad en la transición de poderes de AMLO a Claudia, es decir de un determinado grupo de poder a otro (aunque en principio ambos sean 4T), la Candidata oficial tarde o temprano debe empezar a emitir señales en torno a temas como los siguientes:

LA AGENDA DE UNA IZQUIERDISTA

La militarización. Claudia sería no solo la primera mujer Presidenta, sino la primera con una formación de izquierda, con trayectoria de lucha universitaria y social. Una personalidad con esta formación no podría estar de acuerdo con la militarización de la seguridad pública, de la construcción de obras públicas, de la administración de hoteles, líneas aéreas, trenes, aduanas. AMLO piensa que con reformas legales puede dejar en manos militares estas funciones para siempre, pero no es así: la Constitución y las leyes, así como las políticas públicas se pueden cambiar en cualquier momento, bajo los procedimientos válidos. Definitivamente, la Presidenta Claudia debería desmontar este inquietante empoderamiento de los militares.

La relación con la Corte y órganos autónomos. Siempre considerando que Claudia tiene una formación de izquierda, social, científica y democrática, cabe esperar que desarrolle una visión política basada en la construcción de consensos para hacer avanzar la agenda social. Esto implicaría reconocer y respetar los límites y las condiciones constitucionales, legales e institucionales, y a partir de eso profundizar las transformaciones sociales en las que crea, sin atropellar mandatos constitucionales ni saltarse la soberanía de otros poderes o las atribuciones de los órganos autónomos.

El modelo neoliberal. En lo esencial, el gobierno de AMLO ha mantenido las directrices del neoliberalismo: adelgazamiento del Estado, austeridad, política económica proempresarial, política monetaria restrictiva, política fiscal sin cambios que favorezcan una mejor redistribución, liberalismo comercial, programas de transferencias monetarias masivas a los pobres pero sin construir un piso de seguridad social institucionalizado, autoritarismo-militarismo, etcétera. Claudia debería revisar este modelo, la narrativa impresionantemente exitosa de López Obrador que hace pensar a las mayorías de que ya se acabó el neoliberalismo no puede durar para siempre, hace falta realizar políticas realmente orientadas a desmontar el neoliberalismo y la desigualdad.

La corrupción y el buen gobierno. Claudia estaría obligada a ser sumamente enérgica en el combate a la corrupción. En el gobierno de AMLO no se castigó un solo caso de corrupción del gobierno de Enrique Peña Nieto, a pesar de que era el clamor social; mucho menos se ha castigado la corrupción en casos escandalosos en indignantes como el de Segalmex, donde se saquearon al menos 15 mil millones de pesos que estaban destinados a apoyar la alimentación de los más pobres. Claudia no podría hacer lo mismo que AMLO, quien lejos de sancionar este y otros casos, le ha dado protección y ha exculpado al director de Segalmex. La próxima Presidente debe ser implacable e invertir lo que sea necesario para combatir la corrupción y la impunidad.

Discurso y diversidad. Claudia debería restablecer el diálogo y la construcción de agendas comunes con los feminismos, los movimientos ambientalistas, los pueblos indígenas, universitarios, científicos, maestros, productores del campo, jóvenes, deportistas, y demás grupos sociales que han sido estigmatizados y excluidos en el gobierno de AMLO. A la par de implementar una forma de comunicación basada en la claridad, la inteligencia y la búsqueda de consensos; un discurso enérgico en la promoción de las transformaciones de justicia social que quiera, pero sin la agresividad que genera desaliento y rencores en los adversarios.

CUÁNDO CORTAR EL CORDÓN UMBILICAL

La pregunta no es si Claudia debe o no hacer estos posicionamientos, pues de no hacerlos su Presidencia naufragaría de forma terrible y no solo se repetiría otro Maximato, sino que el país entraría en un período de inestabilidad (recordemos que el primer Presidente electo del Maximato de Calles, Ortiz Rubio, renunció a los dos años, ante las burlas de que era un títere del Jefe Máximo). La pregunta es: ¿en qué momento debe empezar a expresar su personalidad propia Claudia?

¿Después de la primera encuesta de junio o después de la definitiva de septiembre?

¿Hasta después de la formalización de la candidatura ante el INE?

¿O esperar hasta la campaña formal?

¿Tal vez aguantar hasta después de la jornada electoral, o hasta que sea declarada Presidenta electa por el Tribunal Electoral y el Congreso?

¿O de plano hasta tomar posesión el 1º de octubre de 2024?

¿O incluso esperar el primer año de su sexenio para desmontar con cautela las tentativas de Maximato?

Siempre es mejor más temprano que tarde.

José Reyes Doria
José Reyes Doria

Politólogo por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Asesor parlamentario en diversos órganos de gobierno y comisiones de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión. Colaborador en portales informativos. Conferencista sobre temas legislativos y políticos. Consultor en materia de comunicación política, prospectiva y análisis de coyuntura. Contacto: reyes_doriajose@hotmail.com

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