José Reyes Doria | @jos_redo
Un amigo politólogo hacía sus pininos como asesor parlamentario de la diputada federal Clara Brugada en 1997. Era el año del ascenso de Cuauhtémoc Cárdenas al gobierno del entonces Distrito Federal, en un proceso histórico que abriría las puertas del gobierno de la República a las expresiones populares de izquierda. El proceso tardó muchos años más, hasta 2018 con el triunfo de Andrés Manuel López Obrador.
Mi amigo asesor trazó un perfil riguroso de la diputada Clara Brugada: es muy exigente, y todo el tiempo está machacando que debemos honrar el compromiso con el pueblo; duro y dale con el pueblo, los barrios y la reivindicación popular. Así comentaba el asesor, en un clima político donde, si bien el cardenismo gobernaba la capital, la retórica política no tenía todavía al pueblo en el centro de la narrativa.
La diputada Clara Brugada fue presidenta de la Comisión de Desarrollo Social en esa LVII Legislatura del Congreso de la Unión. Impulsó el diseño de la legislación que hacía falta para establecer las acciones concretas del Estado destinadas a combatir la pobreza y la desigualdad. De esos impulsos se derivó la actual Ley General de Desarrollo Social, que incorporó hasta donde fue posible las perspectivas de equidad, igualdad, derechos, y no clientelismo de los programas sociales. Un cuarto de siglo después, Clara mantiene esa filosofía y esa praxis.
Hoy, la definición de la candidatura de Morena a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, ha generado un profundo conflicto en torno al perfil que se debe impulsar a la segunda posición política más importante de la República. Clara Brugada es una de las principales aspirantes, con base en la proyección que la ha dado la experiencia de ser tres veces alcaldesa de Iztapalapa, la alcaldía más compleja de la CDMX.
El otro aspirante fuerte es Omar García Harfuch, ex Secretario de Seguridad en el gobierno de Claudia Sheinbaum en la CDMX. Para nadie es un secreto que Claudia respalda las aspiraciones de Harfuch. Lo que no queda del todo claro, es si el presidente López Obrador apoya o rechaza a Harfuch. Lo cierto es que la candidatura chilanga ha desatado uno de los debates más intensos en la breve historia de Morena, un debate que toca los temas fundacionales de la identidad, los principios y la congruencia ideológica y moral de la llamada Cuarta Transformación.
Los términos del debate ubican a Clara Brugada como la abanderada que representa más genuinamente las causas populares de la izquierda. Por su parte, Harfuch representaría el pragmatismo más crudo, una candidatura basada en el atractivo físico del candidato, con pocas propuestas, sin arraigo en la Ciudad ni en el movimiento popular de izquierda. La candidatura de Harfuch, por su trayectoria en los ámbitos policíacos de élite, ligados en varios momentos a Genaro García Luna, estaría más ligada a la constelación de intereses y visiones de la derecha.
Un amigo y colega de estas páginas, Felipe León López, dibuja de forma nítida y convencida las características positivas que tendría la llegada de Clara Brugada al gobierno de la CDMX: “Quienes hemos vivido y tenemos lazos fuertes con Iztapalapa sabemos que hubo un antes y un después para la demarcación con Clara Brugada, pues por años fue el “patito feo” y sinónimo de marginación. Clara representa el ejemplo de un gobierno de izquierda para todos, sin perder su identidad, sin violentar los principios, sin irse siquiera a un coqueteo-concesión a las élites del poder. Falta mucho por hacer y quienes lleguen a gobernar la alcaldía le den continuidad y profundidad, pero las bases están sentadas.”
Continúa Felipe León: “Utopía es la palabra mágica de una política pública enfocada a la reconstrucción y fortalecimiento del tejido social. En Iztapalapa se puso en marcha un modelo de acciones de gobierno progresista que esperábamos ver en otras partes del país. Aquí se logró con imaginación, voluntad política y capacidad administrativa. Y no es asunto menor, porque 12 Unidades de Transformación y Organización Para la Inclusión y la Armonía Social (UTOPÍAS) fueron motivo de reconocimiento internacional de la ONU y, por supuesto, empresarios, comerciantes y estudiosos han volteado a ver el trabajo encabezado por Brugada y su equipo porque se pueden observar resultados tangibles e innovadores. Gracias a las UTOPÍAS hay una dirección para reducir la desigualdad, lo cual se traduce en más seguridad pública; mayor integración social y familiar. Más seguridad, más inversión privada, más estabilidad social, más oportunidad de empleos y activación de la economía social. Ni siquiera la Doctrina de la Seguridad Democrática colombiana dio tantos resultados en tan poco tiempo como lo que se palpa en la demarcación.”
Más allá de los enconos propios de la disputa por la candidatura capitalina, es muy interesante la vertiente política-ideológica-moral que se está recuperando para ponderar la representatividad de los aspirantes Clara Brugada y Omar García Harfuch (la aspiración de Gatell es una broma macabra). El conflicto ha llegado a un punto prácticamente irresoluble, porque los “negativos” de Harfuch se han machacado de forma durísima por parte de sus críticos, la mayoría dentro del obradorismo o desde la izquierda. Son ya muy conocidas las descalificaciones que ha recibido el proyecto de la candidatura de Harfuch.
Lo que es por demás interesante, es la cuestión de los significados que tiene la aspiración de Clara Brugada. Coincido en que Clara representa a las bases de Morena, y de forma más amplia, es la abanderada de las bases del movimiento popular que ha existido aún antes de Morena, del PRD, del obradorismo o del cardenismo. En este sentido, Clara Brugada viene desde abajo en más de un sentido: tanto en términos de su trayectoria política social de luchadora de base, que ha escalado distintas posiciones de responsabilidad y representación; como en términos de su origen social, pues ella sí viene de un sector social marginado, a diferencia de todos los anteriores Jefes de Gobierno de la CDMX, incluidos los surgidos del PRD y de Morena, que han procedido de las élites, de grupos privilegiados o clases medias acomodadas.
El eventual ascenso de Clara Brugada al gobierno de la CDMX, por lo tanto, implicaría una rectificación harto significativa y con una gran carga simbólica respecto a una de las desviaciones típicas de todo movimiento como la 4T: la colonización de los altos cargos de poder por parte de personajes e intereses totalmente opuestos a los principios e ideales del propio movimiento.
En efecto, si revisamos el perfil de los gobernadores y gobernadoras de Morena, no encontraremos a ningún representante de las bases, del pueblo genuino, de luchadores sociales que han dedicado su vida a resistir la dominación de las oligarquías cobijadas por el PAN, el PRI, el PRD y la misma Morena. En algunos estados como Tabasco, Chiapas, Veracruz, Hidalgo, Sonora, Sinaloa, Oaxaca, donde las tendencias marcaban una victoria arrolladora de Morena, sin importar quién fuera el candidato, ¿por qué no se impulsó a un luchador social de abajo, a un indígena?
Al contrario, en muchos estados Morena apostó al pragmatismo más crudo e inescrupuloso. En Tamaulipas el gobernador tiene la marca de la oligarquía priista en la frente, su padre fue gobernador por el PRI, y además ha sido objeto de sospechas similares a las que recaen sobre Harfuch; en Campeche, la gobernadora es de la estirpe de un ex presidente nacional del PRI y también gobernador. En Sonora pusieron a un personaje que apoyó a Colosio, a Fox, a Calderón. En Sinaloa el gobernador morenista revive el estilo caciquil bajo el que se formó con los gobiernos priistas. En Coahuila, Morena hizo candidato a un oligarca del carbón siempre apoyador del régimen gobierne quien gobierne. En Jalisco, el movimiento se apresta a lanzar como candidato a un magnate farmacéutico que también goza de sospechas de enriquecimiento al amparo del poder. Entonces, ¿dónde quedó el principio de que el pueblo manda, del gobierno del pueblo, si no le dan oportunidad a los de abajo?
En este sentido, la eventual candidatura y ascenso al gobierno capitalino de Clara Brugada, sería un interesante punto de inflexión, que podría desatar tendencias y dinámicas que demandan abrir espacios a los de abajo. Con el ascenso de Clara, las bases, los movimientos urbanos, rurales, indígenas, obreros, comunitarios, feministas, ambientalistas, serían reconocidos como pilares cruciales que llevaron al poder a AMLO y a Morena. Los de abajo que se han organizado toda la vida, los que menos tienen, los más desfavorecidos, son realmente la fuente de la legitimidad de un movimiento y un gobierno que, en los hechos, pocas veces los reivindica.
En la dinámica de contemporanización con las oligarquías de todo tipo, la llamada 4T entregó los espacios de poder a los machuchones y se los cerró a los que vienen de mero abajo. El cambio de gobierno de 2024, con la altamente probable llegada de Claudia Sheinbaum a la Presidencia de la República, es la coyuntura propicia para que el pueblo organizado reclame sus espacios, enderece las políticas, deje de ser pasivo receptor agradecido de apoyos y asuma un papel más protagónico como gobernante y conciencia moral. Toda proporción guardada, la llegada de Clara Brugada al gobierno de CDMX, se inscribiría en esta tendencia que le hace falta a la 4T, a la política y a la República.
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