José Reyes Doria | @jos_redo
Casi dos billones de pesos de déficit fiscal para 2024. Son dos millones de millones de pesos. Para darnos una idea, consideremos que el total del Presupuesto de Egresos de la Federación 2024 será de nueve billones de pesos, lo cual quiere decir que, de cada peso presupuestal, 22 centavos serán deficitarios. En otra perspectiva: dos de los nueve billones de pesos del Presupuesto 2024, se financiarán con deuda pública. Se trata del déficit más profundo en tres décadas. Algunos medios y analistas, como el Reforma, señalan que es el mayor déficit desde 1989, por su parte La Jornada afirma que desde 1988 no se producía un desequilibrio tan dlicado en las finanzas públicas.
Esta decisión de política económica del presidente López Obrador llama mucho la atención por diversos motivos:
ROMPE CON LA TENDENCIA DEL SEXENIO. El gobierno de AMLO se caracterizó, hasta ahora, por mantener de la forma más disciplinada un férreo control de las finanzas públicas. Aún ante emergencias gravísimas como la pandemia, López Obrador decidió mantener bajísimos niveles de déficit fiscal y endeudamiento público; impuso un durísimo esquema de austeridad en la administración pública federal, recortó sueldos, despidió empleados, acabó con gran proporción de los gastos operacionales de las dependencias.
Acorde con los más puros mandamientos del neoliberalismo, AMLO adelgazó al Estado y contuvo la deuda y el déficit, a costa del deterioro de los servicios públicos de salud, educación, seguridad, infraestructura. No lo logró del todo, pues la deuda pública y el déficit han ocurrido cada uno de los años de su gobierno, aunque su poderoso e intimidante discurso mañanero lo ha negado sistemáticamente; pocos se han atrevido a desmentir al Presidente en el sentido de que la deuda pública ha crecido significativamente en su sexenio, pero la información y los hechos son fehacientes.
Sin embrago, en su último año de gobierno, AMLO quiere lanzar la casa por la ventana y propone un endeudamiento por dos billones de pesos. Esto rompe radicalmente con el comportamiento de las finanzas públicas de la llamada Cuarta Transformación, y abre todo un abanico de hipótesis y especulaciones sobre las motivaciones y consecuencias del déficit fiscal propuesto para 2024.
EL DÉFICIT Y LA DEUDA SON PARA LOS MEGAPROYECTOS. Los rubros del Presupuesto 2024 lo indican de forma clara: el Presidente quiere culminar sus mega obras emblemáticas, como el Tren Maya, la refinería Dos Bocas y la consolidación del AIFA, entre otras. A este propósito se destinan más de 500 mil millones de pesos, a pesar de que esas obras acabarán costando hasta tres veces más respecto a lo originalmente presupuestado, y con la incertidumbre sobre su eficacia y rentabilidad económica y social. El incremento de los apoyos de los programas sociales prioritarios, principalmente el de la pensión a los adultos mayores, también es causa del endeudamiento histórico del último año del obradorismo, pues en conjunto andan rondando el billón de pesos.
Es entendible que el Presidente quiera terminar sus proyectos más entrañables, sin embargo, muchas voces, dentro y fuera de la 4T, cuestionan si no se está excediendo AMLO al arriesgar los equilibrios de las finanzas públicas de esta manera. La prudencia aconsejaría aceptar que las mega obras, los programas y demás prioridades requieren más años para asegurar la eficacia, la eficiencia, la funcionalidad y la productividad; tratar de resolverlo todo en el último año, podría dejar sembradas bombas que le pueden estallar al próximo gobierno que, hoy por hoy, las probabilidades indican un 70% de que estaría encabezado por Claudia Sheinbaum.
¿TAMBIÉN ES PARA LA CAMPAÑA ELECTORAL? Seríamos ingenuos si no consideráramos que los gobiernos, en su último año, integran grandes bolsas de recursos presupuestales para apoyar a su partido y sus candidatos en las elecciones. No es que en el Presupuesto metan una partida denominada “Apoyo a la campaña de Claudia”, pero es evidente que los gobiernos han sofisticado al extremo las formas en que pueden orientar el Presupuesto del último año hacia la prioridad de mantener el poder.
Hasta ahora, AMLO ha dado muestras de que se va intervenir con todo en la campaña electoral para arremeter contra la oposición, en especial contra la candidata del PRIANRD, Xóchitl Gálvez, al menos en el terreno discursivo que, dada la popularidad del Presidente, constituye un arma muy poderosa pero ilegal e ilegítima que aniquila la equidad en la contienda. Recordemos que, el propio López Obrador, como candidato presidencial en 2006, sufrió la agresión brutal del gobierno de Vicente Fox.
Pero más allá de lo discursivo, la cuestión de fondo está en la utilización de los inmensos recursos públicos del Presupuesto para apoyar las campañas electorales oficialistas. La pregunta es si AMLO lo hará, en qué medida y, en el contexto de esta columna, saber si el incremento desproporcionado del déficit fiscal para 2024 obedece, al menos en parte, a las necesidades financieras de la campaña electoral oficialista. Al menos, eso plantean diversas voces como hipótesis de trabajo.
EL PAPEL DE LA CANDIDATA CLAUDIA SHEINBAUM. Independientemente de cuáles son las motivaciones del déficit fiscal histórico para 2024, es claro que a la candidata Claudia esa decisión no le conviene. Su margen de maniobra político-electoral, necesariamente se verá constreñido por ese desequilibrio en las finanzas públicas. Por lo tanto, es interesante analizar si Claudia está de acuerdo con ese déficit, si lo avaló desde su diseño y lo defenderá en su aprobación en el Congreso y su implementación en 2024.
No podemos obviar que en el conversatorio público circula la versión de que Hacienda elaboró dos Presupuestos, dos paquetes económicos: uno por si Marcelo Ebrard ganaba la candidatura del oficialismo; se trataba de un paquete económico prudente, sin déficit fiscal exorbitante y más moderado en los gastos relativos a mega obras e incrementos de programas sociales de último año. Esto, en el entendido de que Marcelo como candidato no habría avalado un paquete económico como el que finalmente AMLO envió al Congreso. El otro modelo es precisamente el que se ha presentado, porque contaba con el aval absoluto de Claudia.
RIEGOS DEL DÉFICIT HISTÓRICO PARA CLAUDIA. Se ha aludido al mito de la Caja de Pandora para ilustrar los riesgos de un déficit fiscal tan grande y la forma abrupta en que se plantea para el último año de un sexenio. Los monstruos y los fantasmas que salen de la Caja, luego yo no los puedes meter de nuevo. El nivel de endeudamiento que propone AMLO para 2024 puede incidir negativamente en el tipo de cambio, en la inflación, en la balanza comercial; desde luego, incrementará significativamente el pago anual del servicio de la deuda, que en 2024 será de un billón de pesos: es decir, no el pago del capital, sino principalmente el pago de intereses, renegociaciones, de la deuda pública, asciende a un billón de pesos hoy.
Sobre todo, el mayor riesgo de soltar de esta manera los equilibrios de las finanzas públicas, recurriendo a un endeudamiento enorme y atípico, es que se pueda generar una inercia poderosa en el comportamiento fiscal del Estado. Es decir, que para los próximos ejercicios fiscales, de 2025 en adelante, los de la eventual Presidenta Claudia Sheinbaum, resulte difícil volver a la disciplina fiscal; que las dinámicas de gasto, los compromisos adquiridos y las expectativas de los actores económicos y políticos se conviertan en factores incontrolables, de tal forma que orillen al gobierno a convertir el déficit fiscal arriba del 5% en una rutina. Esto, en el mediano plazo, digamos en el próximo sexenio, sería muy delicado, abriría las puertas a un escenario infernal propio de las grandes crisis de 1982, 1987, o 1995.
¿Y LA REFORMA FISCAL DE IZQUIERDA? AMLO se negó rotundamente a realizar una reforma fiscal progresiva, que cobrara más impuestos a los que más tienen, a las mega fortunas del país. Incluso, el Presidente se enorgullece de no haber incrementado los impuestos. Pero los gobiernos de izquierda de todo el mundo, en especial los de América Latina, lo hacen en cuanto asumen el poder. Chile, Brasil, Colombia son ejemplos de los últimos años. AMLO ya se va, pero una reforma fiscal de esta naturaleza en la cima de su poder, digamos en 2019, le habría posibilitado contar con mayores recursos fiscales para su política social, para sus mega obras; sin tener que recurrir al adelgazamiento del Estado, sin recortar los presupuestos de salud, educación, infraestructura, vigencia de derechos. Ahora, la reforma fiscal de izquierda es el gran reto de Claudia, si gana la Presidencia.
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