AMLO debe desmontar la acusación de “Presidente de los Narcos”, cambiar estrategia o discurso. Autor: José Reyes Doria

FOTO: DANIEL AUGUSTO /CUARTOSCURO.COM

José Reyes Doria @jos_redo

Es imposible garantizar el legado de un Presidente, todos quieren ser recordados por algún logro, por alguna frase o por una imagen que los cubran de gloria. Todos quieren pasar a la historia como los más exitosos, los más queridos, los nuevos héroes solo comparables con próceres remotos. Ninguno proyecta o trabaja para que la posteridad lo identifique como malvado, nadie quiere que su gobierno quede asociado al agravio o a la desgracia en el imaginario social.

El último Presidente de México que es recordado como un gigante, casi un héroe, es el general Lázaro Cárdenas. Desde esa época, nuestros mandatarios han pasado con más pena que gloria. Alemán, Salinas y Peña Nieto son recordados por la corrupción desenfrenada; Díaz Ordaz, por la matanza de Tlatelolco; Echeverría y López Portillo, por la suma de guerra sucia, corrupción y frivolidad; Fox, por su frivolidad y la decepción democrática; Calderón por el baño de sangre que desató. Todos con altas cuotas de corrupción.

López Obrador es el único Presidente que ha hecho explícita su pretensión de pasar a la historia como un héroe a la altura de Hidalgo, Juárez, Madero o Cárdenas. Por eso ha denominado Cuarta Transformación a su proyecto de gobierno. Pero ya lo hemos dicho: es imposible garantizar una posteridad gloriosa, el legado de un Presidente se va fraguando día con día, las cosas por las que será recordado se van asentando poco a poco en la memoria colectiva, la imagen o el apodo que lo marcará por siempre toma forma más allá de su voluntad.

Desde Lázaro Cárdenas, lo más frecuente y probable es que los Presidentes sean recordados por temas negativos, convirtiéndose muchos de ellos en distintos tipos de villano que galvanizan el desahogo de la furia social. No sabemos cuál será la imagen que perdure del Presidente López Obrador en 2024, en 2030 (porque la naturaleza sexenal del ciclo de poder mexicano es despiadada y puede masacrar a un mandatario en el sexenio siguiente), 2050 y más adelante.

Lo que sí podemos vislumbrar en la actual coyuntura, es el riesgo de que el Presidente López Obrador sea recordado por permitir la escalada de violencia criminal, por tolerar y proteger a los criminales. La pesadilla sería que AMLO sea recordado como el “Presidente de los Narcos”. Independientemente de que ese señalamiento sea verídico, lo cierto es que existe una tendencia y una conjunción de fuerzas que, de forma sistemática y persistente, están implantando esa narrativa de forma implacable. En lo personal, no creo que López Obrador aliente o defienda directamente a los criminales; creo que, cuando mucho, la postura de su gobierno ante el crimen organizado es similar a las de los cuatro o seis sexenios anteriores.

La verdad es que los promotores de esta narrativa no quitan el dedo del renglón. A ese propósito aberrante contribuye en gran medida el discurso del propio López Obrador, sus ideas relativas a no usar la violencia legítima) contra la violencia criminal cuando se multiplican de forma delirante los homicidios, las extorsiones, los robos, las tomas de ciudades por los criminales; esas ideas, sumadas a la reiteración desafiante de que los criminales deben ser protegidos por su gobierno en tanto que son seres humanos, proveen la materia prima que le da visos de credibilidad a la narrativa del “Presidente de los Narcos”.

Mucho abonan a esta embestida contra AMLO las frivolidades de algunos de sus propagandistas, como es el caso destacado de Epigmenio Ibarra, quienes saturan el debate con argumentos de caricatura, con consignas reduccionistas respecto al problema de la violencia criminal basadas obsesivamente en culpar a Calderón y al neoliberalismo de todos los males. Mientras esta masa crítica sea la dominante en Palacio Nacional, la estrategia no va a cambiar; y, por lo tanto, tampoco cambiarán los resultados, y los adversarios de AMLO seguirán contando con combustible para consolidar el nefasto anti-legado del Presidente.

La estrategia de López Obrador no es del todo equivocada. Efectivamente, no es obligatorio hacerle el juego a Estados Unidos de matar o arrestar a los capos de la droga, o lanzar a las fuerzas armadas a desbaratar a los carteles. Porque se ha visto que en esa estrategia es México el que pone los muertos. Pero el otro extremo, el de mandar el mensaje, real o inferido, de que los criminales tienen carta libre para actuar porque el gobierno no los va a combatir, es un mensaje funesto que puede interpretarse como un aval al baño de sangre que inició Calderón.

La cuestión está ahí: cambiar la estrategia de seguridad pública, o al menos cambiar el discurso. De otra forma, tal vez, y solo tal vez, podría concretarse, al menos parcialmente, el deleznable objetivo de los adversarios de AMLO de colgarle para la posteridad el mote de “Presidente que protegió a los criminales”.

José Reyes Doria
José Reyes Doria

Politólogo por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Asesor parlamentario en diversos órganos de gobierno y comisiones de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión. Colaborador en portales informativos. Conferencista sobre temas legislativos y políticos. Consultor en materia de comunicación política, prospectiva y análisis de coyuntura. Contacto: reyes_doriajose@hotmail.com

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