¡Agarren al ladrón! Autor: Ignacio Betancourt

Peña Nieto

Va una “reficción” (palabra inventada con dos palabras comunes: reflexión y ficción):

Al terminar la toma de posesión de Andrés Manuel López Obrador, Enrique Peña Nieto y su gabinete desparecerán. Nadie sabrá a dónde habrán huido el ex presidente del país y sus cómplices, quienes a toda prisa decidirán ausentarse sin destino conocido a disfrutar de lo robado en seis años inolvidables para la ciudadanía, sus víctimas favoritas desde siempre. Del mismo sitio en que el nuevo presidente sea investido con la tricolor banda, el anterior huirá con sus compinches a sus más personales disfrutes, aunque significativamente habrán de desaparecer huyendo de los reclamos de la ciudadanía. Esta columna se escribe antes de que ocurra la graciosa huida, sin embargo es tan predecible la irresponsable e incalificable desaparición del ex gobierno que no se trata de adivinar, simplemente resulta una consecuencia lógica y sorprendente que con tan ingratos procederes los ex gobernantes, siguieran siendo funcionarios intocables. Es una predecible fantasía sobre quienes tanto hicieron padecer a millones de mexicanos.

La típica actitud del ladrón que huye gritando agarren al ladrón y la inaceptable condición de su impunidad dizque en bien de la Nación ¿será verosímil tal justificación? Quizá sí, si entendemos que el entramado de sus tropelías está construido sobre una red inimaginable de complicidades y de intercambio de favores que habrán de volver imposible todo intento de castigar a los ladrones. Si se incursiona en el contexto que los delincuentes han ido construyendo a través de los siglos, herencia directa de la época colonial y los sucesivos momentos de transformación en el país que les ha permitido actuar de tal forma como sello distintivo, resulta inevitable la impunidad. Sea como sea, la desvergonzada agresión contra los 43 normalistas de Ayotzinapa seguirá impune, es demasiado profunda la crisis de confianza en las llamadas autoridades. El perverso hecho de que la mayoría de los trabajos creados en el sexenio peñanietista haya sido con los más bajos salarios; la horrenda mentira de que se dice la economía mexicana crece, aunque de manera tan ineficiente que sólo resulta rentable a la mayoría de las empresas corruptas y solamente en los sectores de producción y servicios. Un galopante incremento de los índices de impunidad justamente en el Estado de México con 70 por ciento de aumento en relación con el mismo mes del pasado año, cuando según declaraciones de la propia OCDE la corrupción cuesta al país 10 por ciento del producto interno bruto (algo así como dos mil millones de pesos); con un incremento de la depredación contra la población tanto en el ámbito global como en el estatal, mientras nuestro país ocupa mundialmente el cuarto lugar en tan deplorable evaluación y encabeza la lista de países en el contexto latinoamericano, al mismo tiempo que aumenta brutalmente la tasa de violencia en los delitos no denunciados (para qué hacerlo si autoridades y delincuencia son la misma cosa); además de que en México hay estados en que aumentaron más de 5 puntos los índices de violencia. Si a todo lo anterior sumamos la caída en la producción de petróleo crudo a un millón 764 mil barriles diarios, y el incremento verdaderamente demencial de los robos a los ductos de Pemex (en sólo nueve meses se reportó un total de 11 mil 240 tomas ilegales). Cómo no van a querer huir de inmediato los culpables de tan increíble desastre, tienen urgencia de ponerse a disfrutar lo robado. Ya lo veremos, mientras, condecoran con el Águila Azteca al yerno de Trump.

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