El largo periodo de campaña electoral aunado a nuestra precaria madurez democrática, convierten cada elección en un verdadero infierno. Nos saturan con publicidad en las calles, radio, televisión, cine y redes sociales. Nos embarran la imagen de los miles de candidatas y candidatos cada que pueden. Escuchamos canciones horrorosas, otras feas pero pegajosas, eslogans que no podemos quitarnos de la cabeza y así vamos llenando nuestra cabeza de momentos tortuosos de las campañas electorales.
Cuesta encontrar la información que buscamos; aquella acerca de la política educativa, de salud, de seguridad. No logramos identificar con claridad qué harán los candidatos para atender el desempleo y combatir la pobreza. Los debates se convierten en un espacio para las acusaciones y la efervescencia política se traduce en una beligerancia barata donde nuestra amistad con quienes piensan distinto a nosotros peligra.
Esta elección, como la de 2006, estuvo completamente polarizada, llena de desinformación y de miedos. Muchas personas irán a votar basados en intuiciones, en creencias, en criterios sustentados en la pura ignorancia. Un gran sector de población incluso sólo alcanzó a identificar a los candidatos a la presidencia y quizá gobernador, pocos saben quiénes contienden por ser sus representantes en congresos locales o el federal. El legislativo se le sigue confiando ciegamente a los partidos políticos; nos quejamos de que votan como bloque y negocian desde la lógica partidista, pero debemos reconocer que, al votarlos, la mayoría de las veces, ni sabemos quiénes son, sólo confiamos.
Terminaron las campañas y podremos descansar del bombardeo mediático, sin embargo, nuevamente perdimos la oportunidad de discutir los temas más importantes para el país y convertir las elecciones en el momento perfecto de abrir los espacios de discusión y toma de decisiones. Otra vez fallamos poniendo la agenda y nos sometimos a los mensajes a modo de una clase política que continúa en un perenne monólogo.
Votaremos en un par de días, todavía alcanzamos a revisar las propuestas de los diversos candidatos y al menos identificar quiénes podrán representarnos en los congresos. Este fin de semana nos jugamos el proyecto de nación que queremos, lo cual amerita tomar la decisión de manera informada y con responsabilidad.
A estas alturas, lo que más deseo, es que la jornada electoral se realice sin violencia, que sea una verdadera fiesta democrática. En el periodo de campañas perdimos a candidatos y candidatas, otros tantos se bajaron de la contienda por amenazas. Es muy probable que en algunas zonas del país se cierren casillas y haya percances, aquello será siempre lamentable. Esperemos que sean los menos y que no se pierdan más vidas humanas.