Fuga de Cerebros | Un mundo que parece odiar a las mujeres. Autora: Paola Schietekat Sedas

Foto: Fuga de Cerebros

Por Paola Schietekat Sedas[1]

Tenía 16 años cuando mi primer novio me encerró en su departamento, me violó y amenazó con matarme después de darme una paliza que dejó marcas visibles por varias semanas, todo por un arranque de celos. Recuerdo el camino de regreso a mi casa, pensando en qué iba a decirle a mis papás para justificar las horas en las que no les contesté el teléfono, en cómo iba a ocultar las marcas, porque claramente sentía que era mi culpa, y porque era una niña, sin la capacidad de racionalizar que lo que acababa de vivir era un intento de feminicidio, y porque era una víctima de violencia sexual, que interiorizó, como hacen muchas, la culpa y la vergüenza de lo sucedido.

Contar la historia me tomó casi diez años, varias terapias, medicamentos y síntomas de estrés postraumático que afectaron mi día a día. En esos diez años, mi agresor se casó y tuvo una hija. Me enfurecí conmigo misma por no haber denunciado, por no haberme querido y respetado lo suficiente como pare denunciar a alguien que hizo semejante daño. No faltaron ocasiones en las que, personas en quienes confié mi testimonio, me preguntaron, extrañados, por qué no había denunciado. Eso solo añadía leña a un fuego que ni siquiera yo había iniciado, y que tampoco me correspondía apagar.

El 6 de junio de 2021 me encontraba trabajando en Qatar como economista conductual en el Supreme Committee for Delivery and Legacy, entidad responsable de organizar el mundial de 2022. Esa noche, un conocido, que consideré amigo, de la comunidad latina en Doha se metió a mi departamento en la noche, mientras yo dormía. Aclaro que, en Doha, siendo de las ciudades más seguras del mundo, mucha gente deja su puerta sin seguro y recae en la seguridad del edificio. Después de un forcejeo breve, pues su fuerza sobrepasaba la mía, terminé en el piso. Horas después, me salieron moretones en todo el brazo izquierdo, el hombro y la espalda. Mantuve la cabeza fría: le avisé a mi mamá, a un colega del trabajo y documenté todo con fotos, para que mi memoria, en un intento de autoprotección, no minimizara los eventos o borrara por completo parte de ellos. Y denuncié. Denuncié porque no iba a permitir que se repitiera la historia, porque ya no era la niña de 16 años y porque, en un acto de amor propio, me negué a dejar que alguien lastimara así mi cuerpo de nuevo, sin consecuencias.

Pasé la noche en un hotel que olía a cigarro, el único disponible, por si mi agresor volvía a buscarme, y al día siguiente, en la mañana, obtuve el certificado médico y acudí a la policía en compañía del cónsul de México en Qatar. Ahí, todo fue en árabe, y con mi árabe limitado logré explicar la situación. Al preguntarme si quería una orden de alejamiento, no hacer nada, o ir a las últimas instancias, me congelé, por el shock, por el miedo y la falta de sueño, y volteé a ver al cónsul, quien me recomendó ir a las últimas instancias. Firmé la declaración en árabe y di los datos del agresor. Horas después, a las nueve de la noche, me hablaron por teléfono para acudir urgentemente a la estación de policía. Extrañada, pregunté si era necesario que una mujer que acababa de ser agredida fuera sola a la estación de policía a esa hora. Su respuesta fue que, si no iba, mi denuncia sería descartada. Tomé un taxi. Al llegar a la estación, los policías pusieron delante de mí a mi agresor.

Fueron tres horas de interrogatorio en árabe, y en cierto punto me exigieron una prueba de virginidad. Por alguna razón yo había pasado a ser la acusada. Cuando preguntaba por qué exigían que les diera mi celular, me aseguraban que no había cargos en mi contra, que solo querían verificar que no hubiera una relación romántica entre nosotros, pues el agresor se defendió de la denuncia diciendo que yo era su novia. En Qatar, tener una relación extramarital se paga con hasta siete años de cárcel, y en algunos casos la sentencia incluye cien latigazos. De un momento a otro, mi denuncia ya no importaba. La policía refirió el caso a la fiscalía pública, único lugar donde tuve un traductor. Todo se centró alrededor de la relación extramarital, mientras que, bajo mi abaya, la túnica que me recomendaron usar para parecer una “mujer de buena moral” seguían las marcas, moradas, casi negras. Mi abogada casi no habló. Al final, tuve que entregar mi teléfono, desbloqueado, a las autoridades, si no quería ir presa.

El Supreme Committee me ayudó a poder salir del país. Mi teléfono ya no importaba. Había grabado testimonios y los envié a Human Rights Watch, que publicarían en caso de que me arrestaran. Nunca había respirado con más alivio que cuando me sellaron el pasaporte. En México paró la adrenalina y empezó un proceso más lento, aunque igual de complejo y doloroso. El ¿y ahora qué?, las pesadillas, la reconstrucción de una torre de cartas que se derrumba a cada segundo, el arrepentimiento de siquiera haber denunciado, el castigo constante de haber escuchado al cónsul, quien, junto con toda la embajada se deslindó rápidamente del caso, y la decepción de no haber previsto que el caso podían revertirlo en mi contra, porque vivimos en un mundo que parece odiar a las mujeres.

El caso fue referido a la corte criminal, y cuando por fin recibí el expediente, que, por supuesto omitía todas las faltas cometidas por las autoridades qataríes, se me helaron las manos, mientras temblaban, al ver que mi agresor fue absuelto del cargo de agresión porque, a pesar del informe médico, “no había cámaras que apuntaran directamente la puerta del departamento, así que no había forma de constatar que la agresión sucedió”. Eso sí, los cargos por tener una relación fuera del matrimonio seguían vigentes, impidiéndome volver a Qatar y forzándome a pagar aún más por representación legal. La solución que me dio mi abogada y el representante legal de mi agresor era relativamente simple: cásate con él. Para cerrar el caso que el Estado de Qatar abrió en mi contra solo debía casarme con mi agresor.

Varios meses pensé que todo lo que me había pasado y me continúa pasando era mi culpa, por mi denuncia ingenua. Hoy caigo en cuenta de hubo dos fallos fundamentales y sistémicos que llevaron a esta situación. El primero es la manera tan cínica con la que la comunidad internacional ha excusado, e incluso defendido a monarquías arcaicas que mantienen leyes que promueven la esclavitud moderna, como es el caso de los estados del CCG. Qatar, por su parte, aunque abolió algunos aspectos del sistema de kafala[2] en 2020, continúa prohibiendo que mujeres qataríes ejerzan derechos básicos como adquirir documentos de identidad para sus hijos, casarse, trabajar en varios puestos del gobierno, recibir servicios de salud sexual y reproductiva o aplicar para una beca del gobierno, sin el permiso de un familiar hombre[3]. Y, sin embargo, el mundial está por celebrarse en el mismo país en el que una mujer no puede obtener la custodia de sus hijos al divorciarse[4]. El emirato da indicios de que pretende ‘abrirse’, posicionarse estratégicamente para ganar importancia regional después del embargo de casi cuatro años que le impusieron algunos de sus vecinos. El error es la pasividad ante las flagrantes violaciones a los derechos humanos, y me incluyo entre los incautos que pensaron que servir a su gobierno podría traer algún cambio positivo, desde dentro. Esto, mientras que activistas que se atreven a denunciar estos abusos son aprehendidos como si fueran criminales, como fue el caso de Malcolm Bidali[5]. Sin una postura firme por parte de la comunidad internacional, leyes draconianas, retrógradas y hasta absurdas, encontraran un huequito para seguirse justificando, a la sombra de grandes eventos deportivos o culturales.

El otro error es más delicado, y tiene que ver con la falta de un protocolo de protección a víctimas de violencia con perspectiva de género en el Servicio Exterior Mexicano. Durante mi proceso, observé la poca, o más bien, nula preparación de la Embajada para actuar en mi defensa. Nadie de las y los diplomáticos hablaba ni un poco de árabe, pero tampoco tenían el menor conocimiento de las leyes locales. Pudieron comunicarme con una traductora, por celular, después de las tres horas de interrogatorios con la policía. El cónsul aconsejó ir a las últimas instancias sin conocimiento sobre la ley qatarí y sin siquiera recomendar buscar asesoría legal primero. Tramitaron la visa para que mi mamá pudiera llegar a Qatar, aunque más hubiera servido que se le diera atención a todas las faltas que se llevaron a cabo por parte de la policía qatarí, más hubiera servido que se buscara protección por parte de las autoridades locales cuando avisé que mi agresor continuaba acosándome. Mi mamá y yo nos sentimos completamente abandonadas por una Embajada cuyo cónsul contestaba “pues cierren bien la puerta” ante amenazas del agresor, una Embajada con una carga de trabajo de protección consular mínima, dados los pocos más de 600 mexicanos residiendo en Qatar. A pesar de la existencia de un protocolo de atención consular para personas víctimas de violencia basada en el género[6] para garantizar atención integral a mujeres víctimas de violencia, entendiendo que el estatus de migrante exacerba la vulnerabilidad, éste no se siguió. ¿Cómo servirá esa misma Embajada a miles de mexicanas y mexicanos que asistan al mundial en un país donde las relaciones fuera del matrimonio o la homosexualidad son penadas? ¿Cómo servirá esa Embajada a miles de mexicanas y mexicanos que no hablen árabe, que tampoco conozcan las leyes qataríes? Al hacerle yo estas preguntas a la Dirección General de Protección a Mexicanos en el Exterior, la respuesta fue un “copy-paste” de la cronología que les hizo llegar el cónsul.

En 2020 se anunció la adopción de una política exterior feminista de México, a través de la cual se transversalizaría la perspectiva de género. En 2022 se nombró a un acosador como Embajador de México ante Panamá, y frente la ola de protestas en contra del nombramiento -protestas deslegitimadas a pesar de conseguir revertir la decisión-, la respuesta se escuda en lo más burdo de la legalidad: “¿dónde están las denuncias?”, sin ver que las denuncias a veces están ahí, descartadas por personal de recursos humanos, por personal de primera respuesta que desacredita los hechos, minimizadas por instituciones que nos abandonan cuando más necesitamos su protección y acompañamiento. No se dan cuenta que las denuncias están escritas en los tendederos, que se repiten los mismos nombres, escritos con diferentes letras. Pero también sucede que las denuncias llegan muy tarde, dos, cinco, diez años más tarde, porque el proceso de quitarse el miedo, la culpa y la vergüenza es arduo, porque conseguir la fuerza para señalar a un hombre poderoso y denunciarlo con voz firme es un acto de valentía, porque mientras vivamos en un mundo que parece odiar a las mujeres, las denuncias o no sirve, o se cuestionan, o llegan muy tarde para proceder, o hasta te criminalizan.


[1] Paola Schietekat Sedas es Economista conductual, Lic. en RRII y Antropología por la Universidad Americana de Kuwait y maestra en políticas públicas por la Universidad de Oxford. Twitter @paola7kat

[2] Sistema de patrocinio en el que el trabajador no puede cambiar de trabajo ni abandonar el país sin permiso de su empleador

[3] https://www.hrw.org/report/2021/03/29/everything-i-have-do-tied-man/women-and-qatars-male-guardianship-rules

[4] Idem

[5] https://nairobinews.nation.co.ke/kenyan-activist-arrested-in-qatar-speaks-out/

[6] https://www.gob.mx/sre/documentos/protocolo-de-atencion-consular-para-personas-victimas-de-violencia-basada-en-el-genero

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187 COMENTARIOS

    • Es de llamar la atención que nuestros representantes y consules, desconozcan las leyes locales, seria muy positivo que por lo menos contraten licenciados y expertos de país en el que se encuentran, para dar un servicio profesional a los ciudadanos a los que representan.
      Muy preocupante, debido a la celebración próxima del mundial de fútbol para los visitantes.
      A los que asistirán al mundial, infórmense bien de los hábitos, costumbres y leyes, al parecer ahí los derechos de las mujeres son limitados.

  1. […] прошлого года, но были раскрыты Шитекатом Седасом в Статья недавнее, в котором она подробно рассказала о насилии, […]

  2. […] “Everything centered around the extramarital affair, while under my abaya, the robe I was recommended to wear to look like a ‘woman of good morals’ followed the markings, purple, almost black. My lawyer hardly spoke. In the end, I had to hand over my unlocked phone to the authorities if I didn’t want to go to jail.” Paola told in an article. […]

  3. […] “Todo se centró alrededor de la relación extramarital, mientras que, bajo mi abaya, la túnica que me recomendaron usar para parecer una “mujer de buena moral” seguían las marcas, moradas, casi negras. Mi abogada casi no habló. Al final, tuve que entregar mi teléfono, desbloqueado, a las autoridades, si no quería ir presa”, contó Paola en un artículo. […]

  4. […] «Mantuve la cabeza fría: le avisé a mi mamá, a un colega del trabajo y documenté todo con fotos, para que mi memoria, en un intento de autoprotección, no minimizara los eventos (…) Y denuncié. Denuncié porque, en un acto de amor propio, me negué a dejar que alguien lastimara así mi cuerpo de nuevo, sin consecuencias», relató en el artículo titulado Un mundo que parece odiar a las mujeres. […]

  5. […] Fuga de Cerebros | Un mundo que parece odiar a las mujeres. Autora: Paola Schietekat Sedas WhatsApp: SDR La Opinión RecargadoInstagram: Laopinionpr Twitter – @laopinionprFacebook – @LaOpiniónPozaRicaYoutube – La Opinión Poza Rica¿Reporte y denuncia?Si cuentas con imágenes o video que exhiban maltrato, abuso de autoridad, corrupción o cualquier acción inhumana. ¡Por favor, háznoslo saber!– WhatsApp: (782) 219-94-02 <<< ¡clíck aquí!– Por e-mail: denuncias@laopinion.net <<< ¡clíck aquí! […]

  6. […] “Everything centered around the extramarital affair, while under my abaya, the robe I was recommended to wear to look like a ‘woman of good morals’ followed the markings, purple, almost black. My lawyer hardly spoke. In the end, I had to hand over my phone, unlocked, to the authorities, if I didn’t want to go to jail,” Paola said in an article. […]

  7. […] «Mantuve la cabeza fría: le avisé a mi mamá, a un colega del trabajo y documenté todo con fotos, para que mi memoria, en un intento de autoprotección, no minimizara los eventos (…) Y denuncié. Denuncié porque, en un acto de amor propio, me negué a dejar que alguien lastimara así mi cuerpo de nuevo, sin consecuencias», relató en el artículo titulado Un mundo que parece odiar a las mujeres. […]

  8. […] «Horas después, me salieron moretones en todo el brazo izquierdo, el hombro y la espalda. Mantuve la cabeza fría: le avisé a mi mamá, a un colega del trabajo y documenté todo con fotos, para que mi memoria, en un intento de autoprotección, no minimizara los eventos o borrara por completo parte de ellos», relataba la víctima en un artículo publicado recientemente. […]

  9. Excelente articuloÑ Fuga de Cerebros | Un mundo que parece odiar a las mujeres. Autora: Paola Schietekat Sedas y aun asi, los mexicanos iran al mundial no importando que pueda sucederles algo parecido a esta historia.

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