Somos nosotros. La misma angustia, la misma búsqueda, la misma esperanza. Camino al norte para ver si así se deja atrás la miseria, la injusticia, el desempleo, la falta de oportunidades. Amasijo humano que va más allá de las vallas y las fronteras: madres con niños, adultos con arrojo y enojo, unos varados en espera de improbables resoluciones benéficas del aparato migratorio mexicano, otros caminando en la carretera y llegando a Tapachula, en una estación más de lo que suponen podría ser un largo recorrido hacia la frontera con Estados Unidos.
La desmemoria, la precariedad nacional y la desesperación que lleva al conservadurismo de lo poco que se tiene, hacen que no nos veamos reflejados en nuestro propio espejo. El espejo latinoamericano. Con más precisión: el espejo centroamericano. Vienen huyendo de lo mismo que nuestros propios hermanos mexicanos han buscado huir durante décadas. Pero hoy pretendemos mimetizarnos en Trump y practicar con desprecio hacia el sur lo que exigimos al norte: respeto a los derechos humanos, oportunidad de sumarse a esquemas económicos y sociales que con sacrificio permitan la superación personal y familiar que la propia tierra no permite.
Somos nosotros. Somos los mismos.

 

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